Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

El mundo en una libreta de viajes

Texto: Ana Azurmendi [Com 85 PhD 91 Teo 87 PhD 89]

María Teresa La Porte (1961-2020), primera mujer decana de la Facultad de Comunicación, falleció el 14 de enero en Pamplona. Hacía algo más de un año le habían diagnosticado un cáncer de mama. Dio batalla a la enfermedad con todo el ánimo del que solo Mateye era capaz; y, cuando llegó el momento, nos ayudó a todos a acompañarla en su tránsito al Cielo.


Me resulta difícil hacer una semblanza de Mateye La Porte [Com 85 PhD 92]. Cuento con la ventaja de que se han escrito ya varias buenísimas, incidiendo en su rica aportación a la comunicación social. A finales de 2015, por ejemplo, el Fondo de Naciones Unidas para los Objetivos de Desarrollo Sostenible invitó a Mateye a colaborar en un proyecto que combinaba a partes iguales diplomacia pública y comunicación para el desarrollo, temas que le apasionaban y en los que había trabajado durante años. Impresiona ver ahora su ponencia en YouTube. Por los recuerdos que afloran, pero sobre todo por su aplomo, su seguridad, sus tablas ante el auditorio. 

Para preparar esta conferencia había visitado Lund (Suecia), Nueva York y Roma, gracias al auspicio de la ONU. Viajar, para Mateye, era una necesidad vital, mucho más que profesional. Conversar con ciudadanos de un lado y de otro, vivir desde dentro diferentes mentalidades, bastaba para inspirarle una nueva línea de estudio o una tesis doctoral. Y esto me traslada a sus primeros años de carrera académica. 

 

Una treintañera Mateye en una calle de Praga a principios de los noventa.

 

Tengo en mi escritorio una fotografía de Mateye en Praga. Es de noche, imposible adivinar la calle. Sé que es esta ciudad por otras imágenes similares y por una pequeña libreta de viajes que ella solía llevar, y que ahora atesoro. Principios de los noventa. La Checoslovaquia de Václav Havel era un icono de los nuevos tiempos de libertad de la aún URSS. Y allí está Mateye, rondando sus treinta, feliz, entusiasta, aventurera. Con su letra inconfundible, con sus esquemas de puntos y guiones, anota: «No publicidad. Pobreza de los servicios públicos: autobús, tranvía, cabinas de teléfono. Colas: rectísimas y de a uno. Los camareros, como un departamento de Gobierno: uno encargado de las comidas, otro de las bebidas, otro cobra. No hay variedad en el menú. La gente volcada. Clase en el trato. Amabilidad. Seriedad. Serenidad. ¿Pasivos? Iglesia de S. Nicolás, concierto de Mozart y Haydn. Historias de algunos ciudadanos: decano de Periodismo, le echan por no alabar la intervención comunista en el 68. Tramoyista. Limpiador de ventanas...». 

Sobrecoge esa forma de acercarse a sociedades desconocidas —entonces lo eran—, esa capacidad para traspasar fronteras y percibir las claves de un cambio político a través de encuentros con personas. Su valentía para entrar en nuevos temas sin encerrarse en el conocimiento ya adquirido no fue solo un rasgo de su investigación: Mateye era así. Revisando correos electrónicos ha aparecido uno que me ha hecho sonreír. Habíamos tomado un café, charlando sobre mil cosas. Y, en estas, recibí una foto de una convocatoria para investigar sobre la desinformación en España: «Ana, ¿te vas a lanzar? ¿Hacemos algo juntas?». Era febrero de 2019. Mateye seguía rompiendo fronteras y, lo mejor, seguía envolviendo a otros con su entusiasmo.

 

Una trayectoria ejemplar 

 

Mateye La Porte exhibió un currículum impecable como experta innovadora  en diplomacia pública, como primera mujer decana de la Facultad de Comunicación, como impulsora de la internacionalización de los estudios de Periodismo, como investigadora y profesora reconocida de Comunicación Internacional.  Si una característica puede atribuirse a su carrera es la de haber sido una gran buscadora  de información y  de redes de relaciones personales, allí donde estuvieran,  desde el Center for International Affairs de Harvard University (1992-93); la London School of Economics (1992); la Hoover Institution (Standford University, 1993); la University of Texas (1999); la George Washington University (2004); o el Center for Arts&Culture (2006),  la Annenberg School of Communication, y la University of Southern California (2009), centros en los que investigó y en los que hizo tantas amistades.