Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Dentro y fuera de la pista

Texto Blanca Basanta Vázquez [Com 20]  Fotografía Manuel Castells [Com 87], Blanca Basanta [Com 20]  y cedidas

El deporte se ha convertido en una actividad imprescindible para cualquier persona. Desde el servicio de Deportes de la Universidad de Navarra se facilita que alumnos, profesionales y quienes se acercan al campus integren esta disciplina en su desarrollo personal. A través de la práctica de las distintas especialidades, programas como Talento Deportivo, los clubes deportivos o el impulso de proyectos solidarios, se llega a más de 270 000 usuarios al año. Alumnos como Antonio Bazán y María Garro y profesionales como David García Ros y Gwenaelle Ceniceros hacen posible esta aspiración.


A Antonio Bazán [Med 20] lo que le gusta del balonmano es su intensidad. Estableciendo un paralelismo con su carrera,  dice que de la Medicina le atrae el estado de alerta, la presencia de la adrenalina que se genera cuando se está pendiente de una urgencia o la atención constante a los problemas de los enfermos. Como el deporte, que trasciende más allá del juego en la pista, Antonio ve que la Medicina también supone ir un paso más allá de la teoría: «Al final, tenemos que recordar  que no estamos tratando a pacientes, sino a personas que confían en que les ayudemos. Personas que tienen una vida y que buscan solucionar lo que les ocurre para seguir viviendo». 

Antonio ha crecido con el deporte en las venas. Su puntualidad es estricta y su sonrisa permanente. Natural de Pamplona, desde los doce años juega al balonmano como si la vida le fuera en ello. Antonio lo compagina con sus estudios en Medicina gracias al programa Talento Deportivo de la Universidad, aunque no cree que vaya a hacer carrera como jugador profesional a medio plazo. En su opinión, en España las ayudas que se prestan al balonmano son menores que en otros deportes. Este proyecto le permite incluir en su horario los entrenamientos con su equipo, Anaitasuna, las competiciones y las clases. «Sin esta opción —dice— sería imposible continuar jugando al balonmano a alto nivel, y habría tenido que elegir entre los estudios o el deporte». Agradece que Talento Deportivo haga posible centrarse en estos dos aspectos a aquellos alumnos que no quieren abandonar lo que les da la vida, teniendo en cuenta que son ámbitos que aparentemente tienen poca relación y exigen mucha constancia.

Cuando comenzó Medicina no se planteaba dejar el balonmano. Antonio había empezado a jugar con 14 años en Anaitasuna, un club pamplonés, en primera nacional. Continúa en ese equipo, que para él es una oportunidad de crecer como deportista y de recibir una formación en valores como el respeto, el compromiso, la superación y el buen hacer. Durante 2016 y 2017 fue capitán de la Selección Española Júnior de Balonmano y, en 2017, ganaron el Campeonato del Mundo.

De este deporte también valora que se practique en equipo: «Cuando era más pequeño probé la natación y el taekwondo, pero son individuales y resultan más duros, mientras que los que son en equipo poseen una parte lúdica más evidente». Ese compañerismo lo experimenta en los entrenamientos y en las competiciones, y pudo comprobarlo de primera mano como capitán de la Selección Española Júnior. Una tarea que asumió con responsabilidad y siendo consciente del ejemplo que tenía que dar a sus compañeros.  «El balonmano ha hecho que hoy sea quien soy y como soy», apunta Antonio. Pero no solo este juego. También las novelas históricas, como la Trilogía de Trajano de Santiago Posteguillo; o biografías de deportistas, como Open, del extenista André Agassi, forman parte de él e intenta integrar estas referencias en su vida. 

Tanto del equipo como de Talento Deportivo, Antonio se queda con las personas que ha tratado: compañeros venidos de otras partes del mundo (portugueses, alemanes…) o estudiantes que compiten en deportes menos conocidos y en los que el sacrificio personal es mayor. «Conocer gente nueva siempre es bueno y te ayuda a valorar lo que tienes». Sonríe y continúa hablando de la posibilidad de compatibilizar los estudios universitarios con la alta competición: «Agradezco mucho a los profesores su disposición y la facilidad con la que puedo manejar mi horario en función de mi actividad deportiva. Soy un privilegiado». 

 

Entre las aulas y los sables

 La pamplonesa María Garro [ISSA 19] también forma parte del programa Talento Deportivo. Conoció la esgrima cuando la probó con sus hermanos y le atrajo tanto que decidió seguir con ella mientras fuera posible. La gente le suele preguntar si es realmente un deporte; algunos critican que parezca una actividad elitista y de salón; también le cuestionan que apenas exista riesgo, que seguramente sufra pocas lesiones. María sabe que todos esos comentarios vienen por el desconocimiento. Ella afirma que sí es un deporte, pero minoritario en España. En Navarra, por ejemplo, son solo 120 los esgrimistas federados, frente a los más de 16 000 que tiene el fútbol en esta comunidad. Además, hay una parte a la que apenas se da importancia y es el entrenamiento, que puede durar como mínimo dos horas al día. Por otro lado, ella ha cubierto siempre todos los gastos: «Es un deporte que requiere un desembolso importante y las ayudas son escasas». En esos pagos María no solo asume el coste del material; también el precio de los viajes para ir a competiciones. En cuanto al riesgo, reconoce que casi no hay contacto cuerpo a cuerpo, pero son comunes las lesiones por roturas  de fibras en brazos y hombros. 

Desde los once años practica este deporte con el Club Navarro de Esgrima. «Cuando empecé —recuerda— ya conocía el ambiente universitario porque el Club tenía sus instalaciones en el Polideportivo del campus». Una sala alargada, de paredes blancas, techo bajo y con unas pistas metálicas dispuestas en paralelo sobre las que se mueven los deportistas es todo lo que necesita para entrenar. María habla del servicio de Deportes de la Universidad como de una familia: «Sin el apoyo y respaldo que nos dan, quizás habría sido más difícil haber conseguido el Club que ahora tenemos».  

Sin pasión no hay movimiento. María practica la esgrima simplemente por su amor a ese deporte, con independencia de los resultados y las clasificaciones. Además, valora mucho las personas que se ha encontrado en el camino y le han abierto la mente, quienes le han ayudado a mejorar destrezas y a compaginar los estudios y la esgrima. 

Ella ha decidido quedarse con lo bueno, que es  la ayuda que siempre le han mostrado los profesionales. «Algunos clubes deportivos se pueden permitir un fisioterapeuta para sus jugadores, pero nosotros no. En cambio, el programa Talento Deportivo nos ofrece la posibilidad de contar con revisiones médicas y nutricionales». 

María anima a los alumnos que quieran continuar practicando un deporte federado y estudiar a entrar en este programa: «No pierdes nada. Todo lo contrario, ganas mucho: desde la atención médica hasta la gestión de un horario como estudiante y la posibilidad de asistir a unas charlas formativas con temas de interés para el deportista». También destaca la posibilidad de conocer a otros compañeros en la misma situación y contar con un apoyo de la institución universitaria, que no deja de ser un reconocimiento real al esfuerzo del alumno. 

A María solo le quedan unas semanas para graduarse. Estudia Asistencia de Dirección-Management Assistant en ISSA y desde enero realiza prácticas en la Federación Nacional de Esgrima, en Madrid. Allí puede conocer la vida interna de este deporte y ella lo asume como una ocasión para mejorar el sistema y conjugar su pasión con lo que ha estudiado. 

 

Hacer de una afición un trabajo

 David García Ros [Quim 96 Bqm 02] entrena desde hace veinte años al equipo de taekwondo de la Universidad. Por sus clases han pasado todo tipo de alumnos: desde niños mayores de doce años hasta personal del centro académico, donde  David es técnico de investigación en el departamento de Patología, Anatomía y Fisiología. El taekwondo le apasiona y enseña este deporte para que la gente pueda conocer una nueva manera de cuidarse, ya que David cree que todavía no es muy popular. A pesar de que España cuenta con muy buenos resultados olímpicos, en general no se sabe que es igual de completo que otras prácticas quizá más de moda como el pilates. Su meta es conseguir que más adultos apuesten por practicarlo, pues entre las generaciones más jóvenes tiene más acogida. Además, David es también árbitro internacional de taekwondo, entrenador en el club pamplonés de Mendebaldea y desde el 1 de septiembre de 2018, seleccionador sénior y júnior de Navarra.

A los catorce años dejó el kimono por la raqueta de tenis y solo volvió a practicar taekwondo cuando llegó a la Universidad de Navarra para estudiar Química Aplicada. De esta arte marcial le atrae su filosofía, que define como «fuego», por la explosividad que transmite. De la parte más física, destaca el combate, considerado deporte olímpico. David procura integrar ambas dimensiones aunque como entrenador enseña a sus alumnos lo técnico. 

Antes de graduarse, se le presentó la oportunidad de entrenar en el equipo de taekwondo de la Universidad. Ahora se recuerda inseguro en sus inicios: «Al principio me sentía un poco más intranquilo. Me costaba improvisar. Después de veinte años de entrenador  ya sé cómo hacer una clase en la que todos aprendan y disfruten. Soy capaz de estar pendiente de las necesidades de cada alumno». 

Como profesional del deporte también busca fomentar que todo el mundo haga ejercicio: «Creo que es imprescindible. No solo desde el punto de vista educativo, sino también físico, anímico y económico. Practicar deporte beneficia a la sociedad: una sociedad más sana gasta menos en servicios de salud y medicamentos». David elogia el papel de la  Universidad en este campo, porque busca transmitir una experiencia muy positiva. Aunque también reconoce que queda mucho trabajo por hacer. Una de las tareas que, según David, tienen que completarse todavía es la de elevar el deporte a la categoría de disciplina en el ámbito académico: fomentar los estudios deportivos y la formación teórica en la docencia o investigación; o, por ejemplo, implantar un grado de Educación Física. 

Del servicio de Deportes, David subraya la diversidad de iniciativas que promociona y facilita, dando cabida a clubes y actividades minoritarios que, de esta manera, pueden tener un espacio en el mundo deportivo. 

Junto al programa Talento Deportivo, otro de los aspectos que se impulsa desde el equipo de Deportes es la solidaridad y cooperación con aquellas personas que más lo necesitan. Desde 2016, el servicio ha colaborado con la Cruz Roja de Navarra en la ayuda a los refugiados para que puedan practicar deporte en la Universidad. También Tantaka, el Banco de Tiempo Solidario de la Universidad, es una entidad amiga con la que suelen trabajar en distintas acciones, como el Remo solidario en el Día del Deporte, para recaudar fondos. Una cita solidaria que ya empieza a ser una tradición es la Carrera de los Valientes, organizada junto con la fundación Niños Contra el Cáncer y que celebró su última edición el 17 de febrero: una jornada deportiva con más de 

1 800 participantes en la que se recaudaron más de 15 000 euros para la investigación contra el cáncer infantil. También se facilita el uso de las instalaciones al Club Deportivo Aspace, para que sus deportistas con parálisis cerebral puedan celebrar sus competiciones. 

 

Empleados en forma

Gwenaelle Ceniceros no le tiene miedo a la aventura. Practica trail running, actividad en la que está federada y que le lleva a correr durante varios días por las montañas en condiciones climatows. Comparte esta afición desde pequeña con su padre, con quien probó también el pádel. Aunque ya estaba familiarizada con un deporte de raqueta, porque jugaba al frontenis, en 2014, después de haber visto una competición de pádel por televisión, su padre le planteó el reto. Y le enganchó. 

Gwenaelle trabaja desde 2012 como técnico de laboratorio en el departamento de Ciencias de la Alimentación y Fisiología. Juega al pádel en el Polideportivo una vez por semana desde el día que decidió inscribirse en un campeonato de pádel que se organizaba en la Universidad. Aunque perdió, al terminar la jornada decidió formar un grupo: «Cuando iba a trabajar a los laboratorios, si veía a alguien que llevaba una pala de pádel, le asaltaba y le invitaba a apuntarse al equipo». Actualmente el grupo tiene doce miembros. «Lo bueno de que esté compuesto por personas que trabajamos en la Universidad —afirma Gwenaelle— es que nuestros horarios son parecidos y eso nos facilita quedar. Solemos vernos una vez por semana y, aunque no competimos de manera profesional, nos ayudamos a mantener un buen nivel». 

A Gwenaelle le cuesta imaginarse una vida sin deporte en general y, en particular, sin las instalaciones deportivas que la Universidad pone al servicio de los alumnos:  «No conozco otra empresa cerca que ofrezca esta oportunidad a sus empleados y estudiantes. No tiene precio».  

Quien animó a Gwenaelle a formar un pequeño equipo de pádel con empleados de la Universidad fue Javier Trigo, director del servicio de Deportes. Javier lleva más de treinta años dedicándose a promover el deporte entre los estudiantes, los empleados y la sociedad navarra. Con esta misión, no solo se pretende fomentar una vida sana, sino «asegurar un aprendizaje de los alumnos por medio de la actividad físico-deportiva, para lograr la formación integral; y convertir las instalaciones deportivas en un punto de encuentro para alumnos, empleados y visitantes que favorezca las relaciones de amistad», explica Trigo.