El periscopio
10.000 ‘tweets’ por segundo
Cuando el corazón de Steve Jobs dejó de latir, la noticia de su muerte en Twitter alcanzó los 10.000 tweets por segundo. En esta sociedad hiperinformada y saturada de datos, pocas noticias han alcanzado el récord mundial de atención y permanencia como la desaparición del fundador de Apple. Miles de portadas de periódicos, cabeceras de noticieros radiofónicos y televisivos; crónicas, reportajes, entrevistas, declaraciones, millones de reproducciones en Youtube. Dos meses después, sigue vivo el eco de sus palabras y de su obra. Verdaderamente Jobs –como su iPod y su iPhone– se nos metió en el bolsillo.
Los tweets de condolencia de amigos, colegas, familiares e incluso rivales se han sucedido a velocidad de neutrino: “Apple perdió a un visionario y a un genio creativo, y el mundo ha perdido a un ser humano asombroso” (Tim Cook, su sucesor en Apple). “El mundo raramente es testigo de alguien que ha causado el profundo impacto de Steve” (Bill Gates). “Steve, gracias por ser un mentor y un amigo” (Mark Zuckerberg, creador de Facebook). “Las contribuciones de Steve Jobs han hecho posible el trabajo de cada día” (Barack Obama). Y el mejor de todos: “Steve ha muerto hoy en paz y rodeado por su familia. En su vida pública, Steve fue conocido como un visionario. En su vida privada cuidaba de su familia”.
El trending topic #ThankyouSteve recogía el sentimiento de miles de trabajadores de Apple y de usuarios de la marca de la manzana en todo el mundo. ¿A quién no le gustaría que dijeran algo así de él a su muerte? Corro el serio riesgo de escribir otro obituario y convertirme en redactora de necrológicas, pero no me interesa centrarme tanto en el óbito –del que se ha escrito abundantemente– como en la reacción que ha provocado. La muerte de Jobs es una triste noticia y sin embargo ha generado un oasis de buenas vibraciones y de deseos de grandeza humana, que se agradece en medio de la mediocridad, la trapisonda y la sordidez a que nos tienen acostumbrados los telediarios. Por fin una buena noticia. Y lo más importante, tratándose de alguien con 317 patentes a su nombre, origen de un nuevo concepto de ordenador personal, y cuyo trabajo –del que hace honor su apellido “Jobs”– ha generado miles de empleos en todo el mundo: lo bueno es rentable económicamente, genera beneficios y crea riqueza. Un ejemplo póstumo: Apple podría vender casi 30 millones de iPhones 4S en los tres últimos meses del año. No sólo ganan los astutos, los ambiciosos. Las buenas personas también triunfan, y, además, dejan una estela de ejemplaridad difícil de borrar y renuevan la esperanza en el futuro de la humanidad. La vida de Jobs, al igual que la de otras grandes personalidades de ámbitos diversos, está llena de contradicciones superadas. En su discurso en la Universidad de Standford en 2005, Jobs basaba los mejores aciertos de su vida en tres aparentes fracasos: su condición de niño adoptado y las dificultades en la Universidad (lo que relaciona en su filosofía de “unir los puntos”), el despido de la empresa Apple que él mismo había fundado y el descubrimiento del cáncer. Tres momentos que podían haber significado su hundimiento personal y profesional y que, por el contrario, supusieron un cambio de inflexión. De todo lo que se ha recogido en estos días, me quedo con tres consignas que nos ayudan a vivir:
“Comencé a preguntarme: si hoy fuese el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy? Y si la respuesta era no durante demasiados días seguidos, sabía que necesitaba cambiar algo”.
“La innovación es lo que distingue a un líder de los demás. Cuando se innova, se corre el riesgo de cometer errores. Es mejor admitirlo rápidamente y continuar con otra innovación”.
“Tu tiempo es limitado, de modo que no lo malgastes viviendo la vida de alguien distinto. No dejes que los ruidos de las opiniones de los demás acallen tu propia voz interior. Y, lo que es más importante, ten el coraje para hacer lo que te dicen tu corazón y tu intuición”.