Vagón-bar
Entre las fiebres de una gripe, vi un documental sobre los Navy Seal 6, el equipo de operaciones especiales que se hizo famoso con la captura de Bin Laden y que pasa por ser el mejor del mundo. El documental me estaba pareciendo malo y propagandístico hasta que apareció un antiguo Navy Seal, congresista ahora por Montana, un tal Ryan Zinke. Donald Trump acaba de nombrarlo secretario de Interior (nada que ver con las competencias del ministro de Interior español). Su aspecto difería mucho del de los otros entrevistados: trajeado, con una insignia de los Seal en la solapa y en actitud casi presidencial. Hablaba de un modo diferente también, con una crudeza atenuada por la media sonrisa casi irónica, las canas y el encuadre de la cámara. El narrador había introducido una primera parte del documental sobre a qué perfil humano respondían los Seal, sus principales rasgos de carácter, con una afirmación de apariencia elemental, casi vulgar: no se trata de hombres —los Seal no reclutan mujeres— más fuertes o más inteligentes, se trata de personas que pertenecen a otra casta. Y para ejemplificarlo, unos cuantos veteranos iban enunciando características: confianza en sí mismo, obstinación, capacidades inusuales para moverse con agilidad, disparar y comunicarse, etcétera. Entonces ocupó Zinke la pantalla y resumió así las atributos de un Seal, separando mucho las palabras: «Cocky, confident, dedicated, professional… a killer». Pese a la fiebre, sentí que la sangre se me helaba. Inmediatamente imaginé la frase al revés: un asesino arrogante, seguro de sí mismo, entregado y profesional.
Paré un momento el vídeo, porque me acordé de un comandante de operaciones especiales con el que mantuve cierta amistad durante un tiempo. Un día me dijo que mucha gente quería ser boina verde, pero que resultaba difícil reclutar hombres capaces de hacer lo que había que hacer: llegar hasta otro hombre, ponerle el cuchillo en la garganta y apretar. En los entrenamientos, casi todos podían hacerlo bien: llegaban hasta ponerle el cuchillo en la garganta. Pero el comandante sabía que, en la realidad, casi ninguno sería capaz de apretar al final. Gente fuerte y hábil había mucha. Gente capaz de matar, muy poca. Aquello me alegró una barbaridad.
Hoy se utiliza mucho la palabra killer, sobre todo en los deportes y en la jerga de los ejecutivillos macarras. Se dice mucho killer y también instinto asesino, formas metafóricas para referirse a personas con una capacidad especial para resolver. Quizá Zinke se refería a eso, pero, claro, a nadie se le ocurre decir que un médico tiene instinto asesino o que un soldado es un killer, porque ahí la metáfora ya no funciona.
Por lo visto, el número de soldados que no disparaba en la Primera Guerra Mundial fue altísimo, incluso entre los de infantería. Y de los que disparaban, un porcentaje enorme no apuntaba o apuntaba por encima del enemigo (callo las cifras exactas porque no parecen muy fiables, aunque sí la tendencia). Con la introducción de algunos cambios en el entrenamiento, la irrupción de los tanques y otras armas, parece que la proporción fue aumentando en conflictos posteriores, aunque todavía seguía siendo muy baja en Vietnam. La generalización de los ejércitos profesionales y subcontratados supongo que ha contribuido a cambiar esas estadísticas. No lo sé. Además, ahora matamos a más distancia y desde aparatos que ni siquiera van tripulados: muy pocos tienen que abrazarse al enemigo y cortarle la garganta.
Está inscrita en nuestra naturaleza la repugnancia a matar. Quien mata se hace daño, un daño inmenso, a veces casi imposible de revertir. Y quien ve matar, o permite matar, también se estraga inevitablemente. De ahí los trastornos tremendos de los veteranos de guerra. Matar, ya se ve, no es humano. Lo humano es dar vida y cuidarla.
Ayer alguien me dijo: «¿Te has fijado en que la gente, cuando se cruza en la calle con una madre que lleva a su hijo en brazos, sonríe sin darse cuenta? Es una visión que les alegra». No me había fijado. Pensaba que solo me ocurría a mí.
Paco Sánchez [Com 81 PhD 87] es periodista y profesor titular de la Universidad De La Coruña.