Incógnitas despejadas
Avatar
Dirección y guión: J. Cameron. EEUU, 2009
Después del éxito planetario de Titanic, la película más taquillera de todos los tiempos, se esperaba con impaciencia Avatar. Entretanto, James Cameron solo había realizado documentales experimentales orientados a rodar un día una película escrita hace 15 años, que era imposible hacer con los medios de la época.
Del dramático naufragio del Titanic se pasa a la ciencia-ficción; no es un extraterrestre el que visita la Tierra sino los hombres los que van a Pandora, fuera del sistema solar, donde existe un mineral que resolvería los problemas energéticos de la Tierra. Por eso Jake Sully (Sam Worthington), ex-marine viajará al extraño planeta.
La película planteaba dos incógnitas principales: el mundo visual y el mensaje de la historia. Respecto a la primera, los resultados son sorprendentes, más vale dejar a un lado las páginas y páginas dedicadas a explicar las hazañas técnicas, muchas de ellas descubiertas por el propio Cameron, para retener las sorpresas contínuas que descubre una cámara que vuela por los aires. En este terreno todo elogio está justificado y es además inútil traducirlo en palabras.
Sobre el mensaje parece evidente y justificada la defensa de la naturaleza, como el derecho de los pueblos a salvar su patrimonio. Incluso aunque el grupo industrial que pretende desposeer Pandora, por la fuerza si es necesario, es un tópico casi diríamos, inevitable del cine actual. Menos justificación tiene la defensa insistente de una religiosidad primitiva sincretista, mezcla de panteísmo y animismo, con una divinidad en femenino, (quizá para complacer a los feministas) evocada con una insistencia inhabitual en una película de género de pura diversión.
Jorge Collar