Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Nogales de segundo

Texto Joseluís González [Filg 82] es profesor y crítico literario @dosvecescuento 

Varias editoriales, sobre todo Libros del Asteroide, promueven la reaparición de la obra —esencial— periodística y narrativa de Manuel Chaves Nogales.



El periodista sevillano Manuel Chaves Nogales firmaba también con el segundo apellido porque de su padre, Manuel Chaves Rey —redactor de El Liberal andaluz, biógrafo de Larra, cronista oficial de la capital en que nació—, había heredado la vida, el nombre y el apasionamiento por la profesión. El hijo la hizo aún más grande. Y grandiosa. Veracidad, mostrar la realidad desde la realidad, negarse instintivamente a inventarse cosas, escribir con fuerza. Chaves Nogales se esmeró en reportajes, crónicas, entrevistas, es decir, en las publicaciones que no amarillean tanto en la fosa común de las hemerotecas. Lo acaba de repetir Antonio Muñoz Molina: «Los estudiantes que preparan tesis o trabajos suelen preguntar cuáles son las diferencias entre periodismo y literatura. No hay ninguna. El periodismo es literatura porque intenta contar el mundo con palabras. Y lo más literario de un periódico no tienen por qué ser las columnas de opinión. Un buen reportaje o una crónica son ejercicios literarios de primera categoría, como un buen libro de divulgación científica o de Historia». Chaves Nogales sabía, eso sí, que el periodismo debe ser sobre todo información. Y un oficio independiente, sin sometimientos ni parcialidades. Y que requiere condiciones y entrega y diligencia y hasta buena salud. Entusiasmo. Y el instinto de la técnica. «Andar y contar es mi oficio», resumió.

Aquel joven (Sevilla, 1897) escribía con gracia, con soltura, cuidaba la estructura y el orden claro. Le importaba el estilo y sabía qué palabras tienen relieve y qué verbos dan vida a los papeles un día sí y horas después también. Y presentía qué cosas y gestas avivaban el interés del público, qué engendraba la actualidad y casi qué podía dejar rastro en la Historia. Era un diamante vivo de luz.

Se matriculó a los diecisiete años en Filosofía y Letras en Sevilla, pero la temprana muerte de su padre, en 1914, parece que acercó al estudiante a frecuentar las redacciones y las calles más que las aulas. Desde 1922, en Madrid, creció su carrera de periodista. En 1927 le premiaron su reportaje de una proeza en avión: la de la primera mujer que cruzaba sin nadie más el Atlántico, la intrépida y guapa actriz Ruth Elder. El periodista treintañero ocupó luego cargos directivos en cabeceras de éxito durante esos tiempos. Dignificó la profesión, fue un redactor novedoso… La muerte —peritonitis— le llegó en mayo de 1944, sin cumplir los cuarenta y siete años, en su exilio solitario de Londres, tras haber escapado de los nazis que habían invadido Francia. 

Dos libros excepcionales quiero resaltar: uno de cuentos, de 1937, sobre la Guerra Civil, y otro, la biografía «novelada» de un torero excepcional, paisano suyo, publicada en 1935, el año anterior a su retirada definitiva de los alberos: Juan Belmonte, matador de toros. Chile publicó en 1937 los nueve cuentos comprimidos en A sangre y fuego: Héroes, bestias y mártires de España, sobre la «estupidez y la crueldad» de la Guerra del 36. Lo mejor, dicen, lo más hondo, lo verdaderamente imparcial, que se ha escrito sobre la realidad de esa atrocidad fratricida.

Aunque no era aficionado taurino, Chaves Nogales, como autor secundario, ahormó la vida del maestro que transfiguró la concepción de la lidia y la hizo estética. Hasta entonces se toreaba moviendo las piernas, esquivando la acometida del toro. «El Pasmo de Triana», Belmonte, inauguró el torear con quietud, templado, jugando con la muñeca, arrimándose al riesgo inmediato de las astas, pisando terrenos con los que ningún matador se había atrevido. De su falta de condiciones físicas hizo un prodigio de arte. Fue un genio.

La semblanza salta la barrera de la tercera persona del reportero biógrafo para poner las mejores reviviscencias y anécdotas en la primerísima figura de Belmonte. Ese yo diestro cuenta airosamente la vida costosa, noches triunfales en dehesas con reses clandestinas, el costurón que le marcaba como un navajazo canalla la sien derecha, sus lecturas difíciles, su generosidad proverbial, el prodigioso sexto toro que lidió en Madrid el 21 de junio de 1917, alternando con José Gómez Ortega, Joselito, y con el mejicano Gaona. Todo.

Chaves Nogales, primera figura. Póngase a leerlo. En su reaparición.


Libros NT 689



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