Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

La nostalgia de una felicidad soñada

Texto Jorge Collar

La última película de Wong  Kar Wai vuelve a mezclar  plenitud y frustración  en una obra singular.


Ocho años de preparación, tres más de rodaje, larga espera en las pantallas..., todo hace de The Grandmaster, de Wong Kar Wai, el ejemplo del acontecimiento cinematográfico para cinéfilos que acompaña siempre las obras de este director después del éxito internacional de In the Mood for Love (2000), ilustración de sus  preocupaciones estéticas y morales. Pero ya antes sus películas de juventud con su ruptura de los cánones del cine de Hong Kong, que llegaban a Europa de forma confidencial, entre 1995 y 1997, definían al hombre y al artista en busca de su estilo : Days of Being Wild (1990), Chungking Express (1994), Ashes of Time (1994), Fallen Angels (1995). De su interés por una juventud sin referencias morales, en pleno caos afectivo, a una obra que ya evocaba un nuevo enfoque de las artes marciales, el director de Hong Kong,preparaba ya el choque de In the Mood for Love.  Sus temas, que se repetirían después en 2046 (2005), y en la incursión americana de My Blueberry Nights (2007), estaban ya dominados por la nostalgia de un pasado doloroso y el temor de la pérdida de la felicidad.

Se llega así a The Grandmaster en la que el tema de las artes marciales es renovado completamente. Como ya en Ashes of Time, que adaptaba un clásico de la literatura china, esta “película de sable” nada tiene que ver con las obras de acción casi deportiva que ilustran el género popular de kung-fu y que se reducen a una serie de combates espectaculares donde el humor desempeña un papel esencial. Para Wong Kar Wai, su película es una forma de apropiarse del género, en que rinde además homenaje a los verdaderos creadores de esta especialidad que no es solo el resultado de un ejercicio físico constante sino todo un arte de vida. Por esta razón el director ha viajado a China y ha buscado a los maestros del género.

The Grandmaster es también una película histórica por varias razones. Se aborda la biografía de un personaje real, Ip Man (Tony Leung), que fue el maestro de Bruce Lee, y que en 1936, reinaba sin concurrencia en la ciudad de Foshan como creador de una variedad de kung fu. Ip Man se consagra a su familia y a su arte de forma apasionada y serena. Su vida se acelera sin embargo cuando el Gran Maestro de la Orden de las Artes marciales, Gong Baosen (Quinxian Wang), busca un sucesor. Eso dará ocasión a Ip Man de competir con los maestros del sur y con la hija del propio Baosen, Gong Er (Zhang Ziyi) también especialista en kung-fu. La invasión japonesa de 1937, continuada hasta el final de la Guerra Mundial, la guerra civil y la toma del poder de los comunistas influirán de manera decisiva en la vida de los personajes, obligados a refugiarse en Hong-Kong.

En esta obra singular cabe preguntarse que es más importante: la belleza visual   de las escenas de kung-fu o la fuerza de los sentimientos de las secuencias dramáticas. En realidad, los dos aspectos son decisivos y se superponen. Wong Kar Wai ofrece una nueva visión del kung fu que pone de relieve en imágenes fastuosas, sinfonía del movimiento, sometida a reglas precisas que escaparan a los no iniciados pero que apasionarán a todos por su carácter espectacular. Todo sometido a un montaje riguroso, con ralentís casi pedagógicos, en un juego evidente con luces y sombras, sin olvidar la riqueza de decorados y de vestuarios. Todo es perfecto, pero esta perfección no es suficiente.


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