Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Laura Calleja: “Los niños son como cuadernos en blanco: lo que hagas con ellos les marca”

Es maestra en el colegio público de Cigales, en Valladolid, pero asegura que también ella aprende algo de sus 23 alumnos todos los días.


Laura Calleja tiene 33 años y ha dado clases en varios centros escolares de Segovia, Palencia, Burgos y Valladolid, siempre en Educación Infantil. Eligió la carrera de Magisterio porque quería trabajar con personas y sus expectativas se han visto cumplidas en todos los casos: “Trabajar con personas es una ocasión constante de reflexionar sobre ti mismo y sobre la vida, y los niños son únicos para eso”, asegura.

¿Se educa distinto ahora respecto a antes?

En cuanto a recursos, sí, ahora hay más. Pero se educa igual. La principal diferencia es que ahora los niños mandan en sus casas, son desobedientes, no aceptan un “no”, se frustran, se enrabietan, dan órdenes…

¿Y los padres no lo ven? ¿No les preocupa?

Muchos no lo ven, y otros piensan que todavía son pequeños para ponerles normas. Pero los niños necesitan unas normas que les marquen el espacio donde moverse. Un niño que se enrabieta lo que está pidiendo es que le delimiten su espacio.

¿Qué es lo más importante que se le debe enseñar a un niño?

A ser feliz.

¿Cómo se consigue eso?

Dándole buenos modelos y marcándole límites.

¿Qué es lo que más les cuesta aprender?

Superarse a sí mismos. Enseguida se conforman, porque están acostumbrados a que se les premie por nada. Son un reflejo de lo que nos pasa a los adultos, se frustran si les pides más, no quieren superarse. Cuando se caen, esperan que alguien vaya a levantarles.

¿Qué es lo que más le gusta de los niños?

Su esencia, lo que son ellos, su manera de ver el mundo. Un niño es como un cuaderno en blanco, y lo que hagas con ellos les marca. Yo, por ejemplo, me he dado cuenta de que estoy creando alumnos chivatos, me he parado a pensar que debo de estar haciendo algo mal para que pase eso, y he empezado a poner en práctica una estrategia: ignorarles cuando se chivan, quitarle importancia.

¿Y lo que le disgusta de ellos?

¡¡Sus padres!! Es que les consienten todo. Pero luego lo pasan mal. Alguno se me ha echado a llorar: “No puedo con mi hijo”… ¡y tiene 3 años! Me da pena, pero es así.

¿Y eso no se puede resolver?

Es difícil, tienen mucho sentido de culpa; trabajan mucho y cuando llegan a casa, para el poco rato que están con ellos, no quieren discutir. Mientras, los niños han estado viendo la tele, que no es un modelo nada bueno. El sentimiento de culpa es lo que más perjudica a los niños. Cuando un niño te dice qué tienes que hacer y cuándo, te conviertes en un esclavo, y es un sinvivir.

¿Cómo recuerda su primer día de clase como maestra?

Horrible, espantoso. No sabía qué hacer, la Universidad te da la teoría, pero luego… los niños siempre están expectantes, abiertos, a ver por dónde vas a salir. En aquella época no reflexionaba mucho sobre mi trabajo, casi me limitaba a sobrevivir. Ahora sí que reflexiono más.

¿Qué se plantea?

A veces no veo las cosas claras. Gracias a la experiencia que voy teniendo y a los cursos de formación que me he ido buscando, voy encontrando respuestas a algunas situaciones.

Ha dado clase en otros países, ¿qué métodos tienen?

Hice el Máster en Pedagogía Waldorf, pero hay muchas otras pedagogías para que los niños aprendan desde su propia naturaleza, que aprendan jugando. Muchos padres piensan que jugando no se aprenden cosas, y aprenden muchísimo. Si le das a un niño de cinco años un vaso de agua y un huevo, es capaz de describirte el principio de Arquímedes!!

¿Cómo equilibrar la autonomía y la disciplina?

Hay que dejarles probar, experimentar, hacer cosas, pero con unos límites de acuerdo a su edad y capacidades.

Hay quien sostiene que a los niños hay que darles explicaciones de lo que deben hacer, y otros que piensan que no es conveniente.

A veces sí hay que darles explicaciones, a su medida, en su lenguaje. Otras veces no, pero no por recurso a la autoridad, sino al sentido común: “Por la noche se duerme, porque si no, por el día estarás insoportable, y te vas a dormir a tu cama, porque tú tienes la tuya, y nosotros la nuestra”. 

¿Qué tienen en común los niños de países tan distintos?

La esencia de la que te hablaba antes, su manera de ver la vida, tan ligada a su propia experiencia, tan poco racional, tan ligada a la fantasía y, a la vez, tan lógica, tan pura.

¿Qué recuerdos especiales tiene de estos años trabajando con ellos?

Muchos relacionados con su capacidad de detectar cosas, que yo casi llamaría mágica. Con ellos se establece una conexión muy especial… Con Nacho, uno de mis alumnos, me pasó una cosa curiosa: había tenido un día malísimo, se portó fatal, y cuando salí del colegio, un amigo me vio agobiada, y me recomendó que saliera al campo, a ver árboles y que me diera el sol. Al día siguiente, Nacho apareció en clase con dos árboles recortados y un sol. Los había pintado y recortado en su casa, y cuando me los dio, me pidió perdón por haberse portado tan mal el día anterior. 

¿Qué se considera, maestra o profesora? ¿Cómo le llaman los niños?

Por ley, soy maestra, pero en realidad soy cuidadora. Les acompaño en sus primeras experiencias. En Infantil se aprende sobre todo a base de experiencias. Me llaman por mi nombre, Laura, pero muchas veces se equivocan y me llaman mamá.

¿Son más espabilados los niños de ahora que los de antes?

En unas cosas son más rápidos: quieren parecerse a los adultos, leer, contar… cuanto antes. Hay una especie de ansiedad por acumular conceptos, pero en otras son mucho más lentos: más débiles, más dependientes, más cobardes… les faltan recursos para defenderse y enfrentarse al mundo real.