La frontera entre el hombre y el mundo

13 de marzo de 2025 4 minutos

Izaro Díaz Manso Biografía

Izaro Díaz Manso [Filg 24] formó parte de la primera edición del Programa de Edición de Revistas Culturales de Nuestro Tiempo y dos de sus grandes pasiones son el teatro y la novela. Actualmente, trabaja como redactora en Diario de Noticias.


Lo serio y lo jocoso son dos conceptos que se confunden en la conversación cotidiana y, muchas veces, se condena a personas por el simple hecho de hacer una broma que se percibe como un comentario hiriente.

A Ludvik Jahn no le faltó de nada en su juventud, salvo la libertad de bromear con su novia por correspondencia, que fue lo que le condenó al destierro y la soledad. Han pasado 57 años desde que Milan Kundera publicó su primera novela, La broma, con la que exploró la tensión entre el individuo y los núcleos de poder, en este caso representados por el comunismo en la antigua Checoslovaquia, a través de la censura y la cancelación; dos fenómenos que se repiten como un mantra en la sociedad contemporánea.

Este joven universitario y activo miembro del Partido Comunista mantiene una relación epistolar con Marketa, una mujer ingenua y profunda devota del sistema. En uno de estos intercambios postales, el protagonista escribe en tono jocoso: «¡El optimismo es el opio del pueblo! El espíritu sano hiede a idiotez. ¡Viva Trotski!», y lo firma sin imaginar que ese comentario estaba sentenciando su vida. Las autoridades lo interpretan como una burla y una traición al optimismo ideológico imperante, así que lo echan del Partido, de la universidad y le envían de manera forzada a un campo de trabajo.

Desde el principio, Ludvik se describe como un tipo irónico que se ríe para refugiarse emocionalmente de un mundo en el que no se puede expresar; lo que se conoce como tener sentido del humor. En El chiste y su relación con lo inconsciente, Freud habla de la broma como una vía de escape para toda aquella hostilidad provocada por la represión del grupo. Y eso es lo que Ludvik Jahn hace. Sin embargo, el resto considera que comete una imprudencia que amenaza y cuestiona el orden establecido.

De acuerdo con las palabras de Kundera en una entrevista para A fondo en 1980, «el mundo de la política no comprende la broma». La censura del humor y la falta de libertad de expresión significan hoy un reflejo del miedo a toparse con opiniones disidentes que puedan resentir a los sistemas de poder. Y, en última instancia, al chiste se le usurpa la ligereza de la risa, que aleja al individuo de la coerción.

Sin embargo, pocas veces se tiene en cuenta que la broma no es más que un acto de habla humorístico que depende de cómo el receptor interpreta el mensaje. Aunque Ludvik hace un comentario jocoso para afirmarse en su autonomía intelectual —se trata de un mecanismo de individualización—, lo que realmente le condena a la marginación es que el grupo cree que no acepta la verdad impuesta. En ese sentido, se podría decir que el protagonista de la novela de Kundera fue cancelado.

En 2018 le ocurrió algo similar al humorista Dani Mateo, quien, durante un sketch en El intermedio, se sonó la nariz con la bandera de España para expresar que solo es «un trozo de tela, un símbolo, y queríamos mostrar que es más importante el ser humano que se encuentra debajo». El público no lo recibió así, por lo que, ante el cabreo general, se convirtió en víctima de numerosas amenazas, lo denunciaron por ultraje a la bandera y le arrebataron su libertad de expresión: «No sé para qué salí a decir nada», afirmó en una entrevista para El Confidencial.

En la sociedad actual, cuando un chiste no encaja con los parámetros de lo políticamente correcto, la masa censura y cancela de manera inmediata a la persona y la condenan al ostracismo. Con su broma, Dani Mateo perdió su pertenencia al colectivo, pero también voz; tal y como le ocurrió a Ludvik a través de la intimidad de una carta. Estas dos caídas no fueron provocadas ni por justicia poética ni por un castigo divino, sino por una cadena de coincidencias absurdas. Detrás de una burla que no se comprende, emerge la hipervigilancia, la tensión y la duda en un entorno que niega la idiosincrasia. A pesar de que funcione como un modo de resistencia a la vida, la broma es una frontera entre el hombre y el mundo, y cada individuo deberá escoger su lado.

LA PREGUNTA DE LA AUTORA

¿El humor tiene límites o debería poder transgredir cualquier norma sin consecuencias?

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