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CLÁSICOS
Ramón J. Sender
Barcelona, Destino
104 páginas
19,90 euros
Ramón J. —Pepe— Sender (1901-1982) vio en abril de 1910 cómo se curvaba en la noche de Alcolea del Cinca el cometa Halley. A los siete años había recibido la primera comunión en la iglesia en que fue después monaguillo. En tierras aragonesas limítrofes con Cataluña. Presenció entonces otro episodio definitivo en la vida de su memoria: la unción a un anciano que agonizaba en las miserias y la nada de una cueva.
Exiliado, nacionalizado norteamericano en 1946, Sender publicó en los cincuenta, durante su etapa de profesor, una narración de una intensidad escalofriante, contundente de contenido y de elaboración artística: Mosén Millán. En 1960 apareció en Nueva York una edición bilingüe. Consideró que el título no se entendería y lo cambió por el de Réquiem por un campesino español.
Mosén Millán, medio siglo de sacerdocio, se prepara en la sacristía de su pueblo para oficiar la misa de sufragio por un joven del lugar, Paco el del Molino, asesinado un año antes, en los inicios de la guerra del 36. La cabeza se le escapa al pasado, interrumpido por el monaguillo —testigo en aquel crimen— que va y viene canturreando un romance coral que ensalza los hechos del difunto.
La novela admite interpretaciones en perspectiva político-histórica, moral, antropológica y de símbolos. Hoy los lectores saben ver más allá de una dicotomía entre dos banderías irreconciliables, sin la maniquea separación entre los nuestros y los malos. Más allá de los desmanes de unos señoritillos fascistas, de una muestra añeja de anticlericalismo a la española, con arquetipos y esquematizaciones en personajes y sus estamentos. Sí quedan patentes, aún, la injusticia vergonzante, las cobardías y la significación de unos acontecimientos que se enturbian hasta hacer que el pueblo entero esté «callado y sombrío, como una inmensa tumba». Y el sobrio arte narrativo de Sender, que trenzó, en una semana de escritura, tres cordajes: el cura recordando la vida de Paco y sus gentes, la tensa media hora de presente en la sacristía, la verdad que sufrieron adultos y niños, su dignidad. Atar un pasado para dejarlo atrás por fin.