Todo al verde

25 de junio de 2023 3 minutos

José María de Paz Biografía

José María de Paz es doctor en Derecho, máster por la Harvard Law School, profesor asociado de Mercados Financieros en la Universidad Pompeu Fabra y socio del despacho de abogados Pérez-Llorca. 


Uno de los primeros mitos de nuestra civilización es el de las edades del hombre. Ya Hesíodo —en el siglo VIII a. C.— contaba en Los trabajos y los días el paso desde la dorada estirpe, cuando el campo era fértil y producía cuantiosos y excelentes frutos, hasta la quinta generación, la edad de hierro, que recuerda bastante a la actual, llena de fatigas, inquietudes, trabajo y solo alguna alegría ocasional.

También el clima tiene sus edades. Hemos pasado del tiempo feliz de nuestra infancia, con blancos inviernos y caladas primaveras, a esta época en la que las nieves son ya cosa de antaño, la pluviometría va a devenir en ciencia exacta —ni llueve ni lloverá— y las olas de calor no ocurrirán solo en el sur y en el mes de agosto. 

Por otra parte, los sucesivos informes del  Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático no son de mucha ayuda para elevar nuestro ánimo. En el de 2023 se señala que cerca de 3.600 millones de personas viven en áreas altamente vulnerables al cambio climático —como Chad, Sudán, República de Congo o Bangladés— y que entre 2010 y 2020 la mortalidad derivada de inundaciones, sequías y tormentas fue quince veces superior en estas regiones que en las zonas con vulnerabilidad muy baja. 

A partir de los grandes pactos mundiales sobre el clima —como el Protocolo de Kioto en 1997 y, en especial, el Tratado de París en 2015—, se ha impuesto con fuerza en el discurso público la idea de que es urgente reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para que la temperatura no se incremente más de dos grados centígrados respecto a la era preindustrial, los dulces tiempos del Antiguo Régimen de los que hablaba Talleyrand.

Este enfoque centrado en la mitigación ha encubierto, sin embargo, un debate ineludible. Esas políticas solo obtendrán resultados a muy largo plazo, y su eficacia dependerá de un mínimo consenso global en su aplicación: de poco sirve una Europa neutra en emisiones si Estados Unidos, China y la India no nos acompañan en este camino; el clima es poco sensible a las fronteras geopolíticas. Por eso es preciso ponerse manos a la obra en aquello en lo que los humanos siempre hemos demostrado ser eficaces: adaptarnos a nuestro entorno. En este caso, el contexto vendrá marcado no solo por los efectos negativos derivados del cambio climático, como sequías cada vez más recurrentes, sino también por disrupciones sociales y políticas cuyo ejemplo más notorio son las potenciales migraciones masivas desde las zonas más vulnerables.

La adaptación a la crisis actual debería ocupar, por tanto, la prioridad más alta en la lista de tareas de los poderes públicos y de las empresas, confiando en la inveterada capacidad de nuestra especie para innovar y descubrir las soluciones correctas

Buena muestra de ello es la ciudad de Róterdam, que en 2008 desplegó la Climate Change Adaptation Strategy. Quince años después, dispone de un programa de protección frente a la subida del nivel del mar y las inundaciones provocadas por tormentas gracias a tecnologías de edificación flotante y almacenamiento de aguas pluviales. Tanto esta iniciativa como las diseñadas en San Francisco o París ponen de relieve que el primer paso para adaptar nuestras vidas al cambio climático es tomar conciencia de lo que significa esta transición ecológica y el compromiso, pronto y sincero, de las administraciones públicas y el sector privado para implementar de manera conjunta medidas a corto y medio plazo. Así lo recoge el Pacto Verde Europeo, de diciembre de 2019.

Según los cálculos de la Comisión Europea, para poder alcanzar los objetivos de transición climática formulados en el Acuerdo de París, se precisa una inversión adicional de 180.000 millones de euros al año. Ante esta cifra parece claro que no habrá Europa Verde —ni Europa adaptada al cambio climático— sin la concurrencia de la iniciativa empresarial privada.

¿Imposible? Quizás, pero si lo consideramos en perspectiva resulta difícil encontrar un momento de la historia de la humanidad en que la crisis no haya sido la norma sino la excepción. El cambio climático no es en esto diferente.

LA PREGUNTA DEL AUTOR

¿Qué urge más: ejecutar medidas de adaptación al cambio climático o reducir los gases de efecto invernadero?

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