Un enigma ante tus ojos

Un enigma ante tus ojos

Un libro siempre es un enigma

26 de noviembre de 2024 2 minutos


Marcela Duque
Númenor, 2024
70 páginas | 15 euros

Segundo libro de esta joven autora colombiana, merecedora del premio Adonais de poesía en 2018 con esa gran colección de poemas titulada Bello es el riesgo. Esta vez ha optado por una editorial pequeña pero prestigiosa como es Númenor, al cuidado de Abel Feu, un gran artesano que maqueta con precisión y belleza.

Perdonará el lector de esta reseña que la comience con salvaje sinceridad: gustándome mucho este libro, me encandiló aún más el primero, quizás porque en él la frescura era recién estrenada, y no había esos atisbos culturalistas que divisamos en este. ¿Tengo algo en contra de los poemas culturalistas? Evidentemente, no: la poeta bebe en fuentes tan cristalinas como la del genial Luis Alberto de Cuenca o Gabriel Insausti, pero no puedo evitar preferir que Marcela Duque se dé voz a sí misma antes que al propio Cicerón, pues, cuando abre su intimidad, la emoción es mucho más directa.

Una excepción a lo dicho es la pieza «Lectura bajo el árbol» donde, glosando el mito de Apolo y Dafne en la tradición más rica de Garcilaso, brota una verdad lírica entre las metáforas que traspasa el tópico. Me quedo con el misterio profundo y personalísimo de poemas como «La sed que nos define», el dolor soleado en «Hijos de las lágrimas», y la belleza lírica y escueta de un poema como «Umbral».

«Macarismo» es una reflexión feliz que me recuerda al primer y más brillante Beades. Y una vez más se transparenta la frescura de Bello es el riesgo en poemas muy íntimos y hondos de una métrica casi naif, como en «Lo inefable».

Un oído algo irregular donde brillan los buenos endecasílabos, un jugar con las palabras que revelan un más allá mucho más profundo como en «Hilillo sutil» dan forma a la voz de Duque en este libro. 

Lo mejor, el tú al que se dirigen muchos versos: un vocativo íntimo, en un susurro, trascendente: «tú conoces los días, la casa solitaria, la impaciente constancia de la espera». Un tú al que se le reza, se le ama, se le habla de tú a Tú. Ahí radica el verdadero enigma del libro, pues la autora no se esconde..., pero muestra un pudor encantador.

En definitiva: mi primera impresión fue, quizás como todas, injusta, pues este libro me ha acabado pareciendo más completo y maduro que el primero.


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