Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

El avión de la vergüenza


El 17 de julio de 2014 otro avión que sobrevolaba Donetsk cayó derribado. Sin embargo, en aquella ocasión no se trataba de un avión militar de asalto, sino de un Boeing 777 comercial de las aerolíneas malasias con 298 pasajeros. Todos murieron.

En más de diez kilómetros a la redonda se mezclaron los cuerpos con los restos de la nave. La escena, a las 16.20 de la tarde y a tan solo cuarenta kilómetros de la frontera ruso-ucraniana, era terrible. Decenas de cadáveres desperdigados por todas partes. En la cercana ciudad de Rossipnoe, Inna Igorevna nos mostraba un cadáver que había atravesado el tejado de su casa.

A las pocas horas del suceso, las víctimas y sus familiares pasaron a un segundo plano. El debate en la comunidad internacional se focalizó en los culpables. No habían pasado ni veinticuatro horas, ni siquiera habían llegado los primeros investigadores internacionales, y los mandatarios ya tenían su versión de los hechos.

Desde Occidente se responsabilizó a la milicia prorrusa. Al parecer, habían utilizado un misil Buk, procedente de Rusia, para derribar la nave. Además, argumentaban, la zona donde cayó el Boeing estaba controlada por los rebeldes. Los mismos que, semanas atrás, tiraron abajo aviones del ejército ucraniano.

En pocas horas, la ira y la animadversión contra los milicianos prorrusos y el Kremlin se multiplicó. Desde Moscú la versión era totalmente opuesta. Rusia cargaba contra el ejército ucraniano, sosteniendo que los rebeldes no poseían ese tipo de armamento y exigiendo una investigación a fondo de la tragedia.

Tras varios meses, en septiembre llegó el primer informe del comité internacional responsable, con comentarios nada esclarecedores. Concluía que la nave había sido atravesada por numerosos objetos de alta energía procedentes del exterior, haciendo que estallara en pleno vuelo. Según los autores, hasta el verano de 2015 no se conocerán todos los detalles que permitan identificar a los responsables de un suceso que agravó aún más el conflicto ucraniano.