Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

El baptisterio de san Juan Bautista, orgullo de la Toscana


La relación entre la Puerta del Paraíso y el baptisterio de san Juan Bautista es una simbiosis perfecta, un matrimonio artístico en el que ambos ganan.
Sin la magnificencia del edificio religioso, las puertas perderían importancia. Al mismo tiempo, el baptisterio no tendría parte de su grandeza sin la obra maestra de Ghiberti.
Los historiadores consideran el baptisterio como el edificio más antiguo de Florencia, apreciación que Miguel Ángel llevó hasta la Roma clásica al pensar que estaba construido sobre un templo al dios Marte. Hoy sabemos que el origen romano del baptisterio no es más que una leyenda, atribuida por algunos a Dante, pero que más bien parece obra de Giovanni Villani, historiador y comerciante florentino del Trecento. Ahora bien, resulta innegable que el baptisterio está construido sobre una edificación romana, probablemente una torre de guardia. E, igualmente, está comprobado que el primer baptisterio se levantó en el siglo IV y, sobre las ruinas de éste, otro octogonal en el siglo VI.
Con todo, el edificio religioso que hoy conocemos se inició en el siglo XI durante un período de expansión económica. Las obras no terminaron hasta unos setenta años más tarde, cuando adquirió su característica combinación de mármol verde y blanco. El baptisterio tiene forma octogonal, cuestión cargada de sentido para los cristianos del siglo XI. Sus ocho lados representan una costumbre bautismal, donde los neófitos permanecían de retiro espiritual desde la Pascua o Pentecostés hasta el siguiente domingo. Por tanto, el número ocho se consideraba un símbolo de la vida eterna, a la que se llegaba por medio del bautismo (el paso de la vida en pecado a la vida en Cristo).
 El bello exterior del baptisterio está diseñado en tres secciones horizontales bien definidas, la del medio con tres arcos ciegos por cada lado del octógono. La repetición del número tres (tres cuerpos, tres arcos, tres ventanas) es una alusión al misterio de la Trinidad, que aparece también en la decoración que remata las puertas, donde hay tres estatuas. Este novedoso diseño influyó en muchos arquitectos de la Toscana, el más conocido Leon Battista Alberti, que lo utilizó con profusión.
Finalmente, una linterna también octogonal corona el techo a ocho aguas. En la parte interior de ese techo hay un extraordinario mosaico de inspiración bizantina con la representación del Juicio Final, realizada por artistas venecianos. En el centro aparece un Cristo majestuoso flanqueado por dos ángeles. A su derecha, las almas salvadas que salen de sus tumbas y, a la izquierda, los condenados. Entre los tormentos de estos últimos están las llamas del infierno, pero también enormes piedras que los aplastan, serpientes y cocodrilos que les devoran y horribles bestias del averno, en especial un gran demonio. Inspiración, sin duda, para el florentino Dante en sus círculos del Infierno y quizá también del Jardín de las Delicias de El Bosco, de quien se sabe que visitó el baptisterio al menos en dos ocasiones.
El centro del templo está dominado por una gran pila bautismal, donde se bautizaba a todos los florentinos hasta bien entrado el siglo XIX. También alberga una notable obra de Donatello, la tumba del cardenal Cossa, famoso antipapa con el nombre de Juan XXIII, pero que terminó sus días reconciliado con la Iglesia.
En síntesis, un edificio religioso de primer orden, orgullo de Florencia y que, durante siglos y pese a su oscuro interior, se consideró la construcción más relevante de la Toscana. Sólo el esplendor de la Piazza dei Miracoli de Pisa disputaría décadas más tarde ese título superlativo.