Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Cómo llegué a Doha... y qué hago aquí

Ana Vila López [Com 02]

Soy valenciana, y estudié Publicidad en Pamplona. Cursé el último año de carrera en Milán para empaparme del sentido estético de los italianos, su “labia” y su facilidad para los negocios.


Vengo de una familia de boticarios, y se suele decir que es un gremio muy comerciante, que llevan el sentido de negocio en la sangre. Se me debe de haber pegado algo, porque siempre me ha llamado la atención la comunicación comercial, la publicidad...Después de Milán pasé un año en Washington con la idea de perfeccionar el inglés y conocer otras culturas, y allí surgió la posibilidad de trabajar en Roma. ¡No pude decir que no! Después de la etapa romana, a la vuelta, en Valencia, pasé casi tres años trabajando de consultora de agencias, márketing y comunicación en C4E. En ese momento, mi pasión por la cocina y la hostelería me llevó a plantearme un nuevo cambio de rumbo. En realidad, no me parece que sea un cambio; la hostelería es otra de las muchas maneras de comunicar y vender: una habitación limpia y ordenada, una decoración elegante, un plato exquisito con una presentación impecable, una sonrisa al hacer el check-in...

Decidí que si quería hacer carrera en hostelería debía estudiar en la mejor escuela del mundo, así que me matriculé en el Master en Hotel Management en la Ecole Hoteliere de Lausanne, Suiza. Disfruté mucho de las asignaturas y, al terminar, me ofrecieron trabajo en el segundo mejor hotel de Nueva York. Estuve trabajando para la cadena Mandarin Oriental Hotels primero allí y luego en Barcelona, donde viví directamente la puesta en marcha del nuevo establecimiento. Una vez que ya estaba a pleno funcionamiento... nuevo cambio. Me llamaron de la Casa Real de Qatar para ayudar en la dirección del palacio y asistir personalmente a la jequesa. ¡No me lo pensé dos veces! 

Ahora trabajo en el Palacio Alwajbah, residencia de la familia real qatarí. Es una posición muy similar a la del director de un hotel; en el palacio todo tiene que funcionar como un reloj, coordinar los departamentos de alimentos y bebidas, lavandería, recibir a los invitados... Pero a lo que dedico la mayor parte del día es a asistir a la jequesa en su día a día, desde ocuparme de sus huéspedes, coordinar con los diseñadores las órdenes y pruebas de vestidos, viajes oficiales..., hasta sus compras.

Llevo aquí un año, aunque me parezca que solo ha pasado un mes. Hay mil cosas que me sorprendieron al llegar. A pesar de la globalización, ¡es todo tan distinto! Pero si hay algo que me sigue sorprendiendo es la llamada al rezo que se hace cinco veces al día desde las mezquitas. Es estremecedor escuchar, desde cualquier punto de la ciudad, cientos de voces que al unísono y desde los minaretes llaman a rezar en dirección a la Meca. Los qatarís tienen gran respeto y admiración por los europeos, y un especial cariño a los españoles. Les apasiona Andalucía y un 90% de qataríes son culés. Ser española, mujer y saber sonreír me ha ahorrado varias multas de tráfico y evitado largas colas en instituciones públicas y supermercados. Echo de menos a mi familia, mis amigos, la comida española, el buen clima... pero profesionalmente estoy viviendo una gran experiencia. Lo que hago, veo, escucho y aprendo cada día no sería posible si no trabajara en un palacio, pero me siento más afortunada por la oportunidad de vivir en un país como Qatar en un momento histórico en que los países árabes están apenas empezando a luchar por la democracia. Convivir con personas de Libia, Egipto, Bahrein, Siria, Líbano, Pakistán, Irak, India, Filipinas me ayuda a comprender mejor lo que está sucediendo en sus países. Conocer de primera mano historias de familias destruidas por las guerras o que sobreviven con muy poco me ayuda a valorar la suerte que tenemos en España, donde a pesar de la crisis económica y de valores, tenemos libertad.

No sé cuál será mi siguiente destino profesional, me gustaría seguir trabajando para las familias reales o jefes de estado... pero si me preguntan por un sueño, dirigiría un hotel en la Toscana, tendría viñedos y haría 5.000 botellas de vino al año.