Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Quatar. Álbum de un país en expansión

Texto y fotografía Ana Vila López [Com 02]

Soplan vientos favorables en algún rincón de Oriente Medio. De espaldas a la crisis en la que está sumido medio mundo, existe un pequeño reino que crece a pasos de gigante.


Situado a medio camino a lo largo de la costa occidental del Golfo Pérsico, Qatar actúa como un puente entre Oriente  y Occidente. Un diminuto reino,  rodeado de 560 kilómetros de costa, ha conseguido reunir a más de 100 nacionalidades y fusionarlas en una mezcla de lo más exótica: pakistaníes, indios, filipinos, libaneses, sirios... La crisis económica global ha impulsado la emigración de mano de obra joven y barata que ha llegado desde diversos lugares a Qatar para quedarse. No faltan ocasiones de trabajo en un país que está empezando desde cero, donde se necesita construir hospitales, edificios administrativos, e infraestructuras de todo tipo. Sobre todo, hoteles; la celebración del Mundial de Fútbol de 2022 está detrás de los planos de los más de  sesenta hoteles que tienen previsto abrir sus puertas en torno a esa fecha. El otro proyecto “estrella“ es, sin duda la red de transporte, apenas desarrollada hasta ahora. En pocos meses se sabrá quién se hará cargo de la construcción de la red ferroviaria que atravesará todo Qatar, y de las cuatro líneas de metro de la capital, Doha.
El promotor casi exclusivo de semejante despliegue es el gobierno. En Qatar, solo los qatarís y el gobierno pueden ser propietarios, y cuando se da entrada a capital extranjero, es obligatorio que se mantenga un 51% de titularidad qatarí. Todo esto era impensable hace apenas treinta y cinco años. Esa es la fecha en la que la mayoría de qatarís sitúa el punto de inflexión a partir del cual dejaron de ser un pueblo nómada, que basaba su supervivencia en la recolección de perlas. El petróleo y el gas propiciaron el milagro; las cabañas en el desierto dieron paso a los rascacielos y comenzó a gestarse un nuevo estado y una ciudadanía.
El padre del actual emir, en una operación equiparable a un golpe de estado, se hizo con el poder. Años más tarde, aprovechando su ausencia por un viaje a Suiza, se repitió la historia, y su propio hijo se convirtió en el nuevo emir, si bien es cierto que sin recurso a la violencia: el emir depuesto continúa viviendo en Qatar y mantiene una relación cordial con su hijo.
A pesar del rápido desarrollo económico, urbanístico y social que está experimentando, todavía Qatar mantiene ese sabor extraordinario y étnico que pocos países del Golfo han sabido conservar. Las altas torres de acero, las grúas, el hormigón... no impiden al visitante descubrir el “verdadero” Qatar.
Estas fotos tratan de acercar al lector al Qatar tradicional, al de hace tan solo 35 años, difícil de imaginar si uno no visita el país.