Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

El gatopardo cubano

Ignacio Uría, historiador y periodista


La frase del príncipe de Salina sirve para un roto y para un descosido, pero a Cuba le viene como un guante: «Hace falta que algo cambie para que todo siga igual». No solo porque sea una isla (como Sicilia) sino porque la decadencia es una forma de vida (como en Sicilia).

En abril de 2018, Raúl Castro cedió el primer plano a Miguel Díaz-Canel. Una maniobra conocida que llegó tarde: la revolución vive a cámara lenta. Con Raúl al borde de los 86 años, algo tenían que hacer.

Con el actual presidente han cambiado algunas cosas. Matizo: parece que algunas cosas van a cambiar. Por ejemplo, la futura Constitución —que se está elaborando— contemplará «nuevas formas de propiedad, entre ellas, la privada». Volvemos a 1976, cuando también se reconocía. ¿Sirvió entonces de algo? De nada. ¿Servirá ahora? Veremos. El texto deberá ratificarlo el pueblo, pero no hay fecha para el referéndum. Ahora bien, ni campaña electoral ni periodistas extranjeros en los centros de votación. 

Presentada la zanahoria, llega el palo: la propiedad socialista de los medios de producción es intocable y seguirán prohibidos los medios de comunicación, los partidos políticos y las asociaciones civiles. El Estado quiere inversión extranjera (zanahoria) pero «con las debidas garantías» (más palo). ¿Cuáles? Su compatibilidad con la planificación central de la economía. 

Sin libre mercado no hay democracia y el Partido Comunista no va a permitir que le cuelen ese gol. Menos aún si el proceso lo dirige Raúl Castro (todavía al frente del Ejército) y lo controla su hijo Alejandro, jefe del espionaje, un arte que la dictadura aprendió en Berlín sentada en las frías rodillas de la Stasi.

¿Qué le queda al nuevo presidente? Viajes y fotos. El más importante a la desprestigiadísima ONU, donde afirmó que él representaba la continuidad y no la ruptura. Mientras hablaba, aumentó la represión política y se endurecieron las condiciones carcelarias de los disidentes presos. 

La gran novedad de Díaz-Canel en los últimos meses ha sido empezar a tuitear. Haz una revolución para esto.