Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Hablar de ciencia y arte, verdad y belleza


Antonio López participó en un coloquio con la vicerrectora de Profesorado de la Universidad, María Iraburu, moderado por el director del campus de Madrid, Ángel J. Gómez Montoro, al que asistieron más de mil graduados de todas las facultades.  A continuación se reproduce parte de ese diálogo que se desarrolló durante la presentación a los antiguos alumnos del nuevo edificio de posgrado.

 

AGM: Antonio, me impresiona escucharte hablar casi más de la verdad que de la belleza. ¿Por qué es tan importante la verdad en el arte?

 

AL: El mundo va en la dirección de la verdad. De la belleza, que fue el corsé de la creación artística, se dejó de hablar en el siglo XIX. Hay que pensar que la verdad es elegante, hermosa y bella de por sí. Como Emily Dickinson expresó en una poesía preciosa, no puede haber belleza sin verdad ni verdad sin belleza,  ya que la belleza es verdad: «Ambas son una».

 

MI: Hay belleza en el conocimiento, incluso en la búsqueda del conocimiento. Es bonito ver cómo para los jóvenes la verdad, la belleza y la ciencia se identifican, y, si una de ellas falla, pierde sentido su trabajo.

 

AL: El conocimiento del arte ha sido el trabajo de toda mi vida y me ha enseñado cómo es el mundo pero, conforme voy siendo mayor, siento todo lo que aporta la ciencia. Porque es un conocimiento absolutamente fiable. El mundo del arte, sin embargo, es móvil, impreciso, incierto. 

Ciencia y arte trabajan sobre el conocimiento del mundo, pero los científicos lo hacéis primero en equipo, con una evidencia clara. El trabajo del artista es muy individual, muy solitario. El artista de ahora tiene que hablar de él, ¿y quién puede hablar de él si no es él mismo? Hoy cada persona tiene algo preciso que contar. Es un proceso muy emocionante, pero crea un caos enorme a la hora de juzgar.

 

AGM: Uno puede pensar a priori que la ciencia es el terreno de la objetividad, mientras que el arte es el ámbito de la subjetividad. ¿Esto es así? A la vez, la realidad es el punto de partida de los dos. ¿Cuál debe ser la actitud del científico y del artista ante la realidad?

 

MI: Científicos y artistas compartimos muchas cosas en cuanto a que estamos en una constante búsqueda con respecto a la realidad, que viene de una fascinación por el mundo que nos rodea. Pienso que arte y ciencia se encuentran cuando hay buen arte y buena ciencia. Porque la ciencia es objetiva, es compartida, es fiable cuando es buena ciencia. Aunque a veces se ponen unas expectativas en la ciencia excesivas, como si fuera a solucionar los problemas de la vida, creo que la ciencia buena es la ciencia consciente de sus propios límites, humilde. 

 

AL: Tengo la impresión de que no puede haber una ciencia falsa. Pero sí se puede mantener un arte equivocado durante siglos; los museos están llenos de cuadros que no valen para nada. Esa dificultad que se ha extremado tanto en la era moderna en relación con la aportación a veces es una locura: por la mañana piensas, según la opinión de los demás, que eres un buen pintor, y por la noche, que lo que haces ya no se debe hacer, que eso ya ha pasado... El artista tiene que convivir con el trabajo hecho en esa penumbra tan dificultosa de no poder verificar nada. 

AGM: Cuando uno investiga, también hay días en los que le parece que va por el buen camino y otros en los que cree que lo que ha hecho no vale nada.

 

MI: La ciencia tiene muchísimo de ensayo-error, de experimentos que no salen, de hipótesis que finalmente resultan falsas… Es cierto que tal vez la impostura sostenida a lo largo del tiempo no es viable, porque nuestros resultados deben ser reproducibles. El verdadero riesgo de la ciencia es que se corrompa no tanto por el engaño como por la precipitación, por la necesidad de dar resultados a cualquier coste.

 

AL: Hay un elemento corruptor terrible de ambas facetas: el dinero. Estamos a sueldo de alguien que nos paga nuestro trabajo. La ciencia se puede usar para mal. La electricidad puede valer para matar a alguien en la silla eléctrica. Einstein, que era un hombre de tanto talento, es el origen de la bomba atómica. Por otro lado, si el hombre se salva va a ser por el conocimiento. Hay una cosa que me parece maravillosa del arte y es que nos pertenece a todos de la misma manera. Cualquier persona puede colocarse ante una pintura, o leer un libro, y disfrutar de ello. La ciencia es más bien un jardín del que no todo el mundo tiene la llave para entrar. 

Noto que la ciencia y el arte son una buena combinación: ahí entra el alma, el corazón, el cerebro, entran todos los misterios.

 

AGM: ¿Cuánto tienen que mirar la ciencia y el arte a los demás?

 

AL: A veces los artistas no hacemos un buen trabajo porque la sociedad nos desvía. En el siglo xvi la gente prefería pinturas con unos desnudos bonitos antes que obras que hablaran de la veracidad. La vida es difícil y la sociedad quiere que les entretengas, y el arte, sobre todo el arte contemporáneo, te pone delante de los ojos a veces cosas indeseables de mirar.

 

MI: En ambos casos estamos llamados a compartir. Investigamos para la sociedad y necesitamos contar lo que hacemos, compartir lo que hacemos, porque necesitamos apoyo económico para hacer cosas y avanzar. 

 

AL: Ciencia y arte me parecen un acto de servicio a la sociedad. A mí me apasiona pintar, me mejora la vida, es como mi tabla de salvación. Pero también pienso en la utilidad que pueda tener para los demás, que puedan encontrar algo que les aliente, que sea como un pequeño refugio ante las dificultades de la vida. Creo que el arte  tiene que cubrir ese espacio y tiene que hacerlo sin trampas, de verdad, hay que intentarlo pase lo que pase.