Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 718

«Mi padre era veterinario, pero se empeñó en que yo estudiara Medicina»


De nuevo en «casa»

 Han pasado treinta y siete años desde que Jesús San Miguel (Soria, 1953) se fue de Pamplona, recién licenciado en Medicina. Ahora vuelve como director médico de la Clínica, miembro de la Junta del CIMA y vicedecano de Investigación de la Facultad de Medicina. En todo ese tiempo ha desarrollado su trabajo en Salamanca, donde ha sido director del Servicio de Hematología del Hospital Universitario y catedrático en esa misma Universidad, además de haber obtenido numerosos premios y reconocimientos.

Decisiones trascendentes

Toda su trayectoria arranca cuando era casi un niño, al que su padre convenció para que fuera médico: «Él era veterinario, pero se empeñó en que yo estudiara Medicina», cuenta. La elección de la especialidad también tuvo algo de «involuntario»: «Estaba esperando en el pasillo para entrar al examen de Fin de Carrera cuando un residente de mi examinador, el Dr. Antonio López Borrasca, me adelantó la pregunta que me podía tocar «para nota»: la hemoglobinuria paroxística nocturna. Me la explicó brevemente (pues yo no tenía ni idea), y al final del examen, efectivamente, cayó esa pregunta. Me hice un poco el despistado, y contesté. Cuando acabé, López Borrasca, con el que me fui a trabajar a Salamanca después, me dijo: “Me va a acompañar a ver una paciente con esa enfermedad, luego nos tomaremos un café, y usted va a ser hematólogo”. Y me tomé ese café con él y soy hematólogo».

Trabajo, familia y amigos

Pasó en Salamanca las siguientes décadas, durante las que San Miguel se convirtió en uno de los hematólogos de mayor prestigio en Europa, a la vez que formaba una familia con seis hijos y encontraba hueco para disfrutar de un grupo de amigos con los que se veía los fines de semana: «Una buena cena, y después uno tocaba el saxofón, otro el piano, mi mujer los bongos... Eso, acompañado de unos gintonics, hacía una velada extraordinaria». Reconoce que era «tremendamente feliz en Salamanca, tanto a nivel profesional como humano», y afronta con ilusión esta nueva etapa. Confía en organizarse para cumplir su compromiso profesional sin descuidar la atención a su mujer y a su hija menor, «la única que me queda en casa»... y jugar al tenis dos días por semana.