Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Un "sí" que en realidad era un "siempre"

Marta Mojonero [Com 13]


Responder con un “Sí” a la pregunta ‘‘¿Te quieres casar conmigo?’’ sin pensar en un ‘‘¿Hasta cuándo?’’. Esa es la filosofía que preside la convivencia de Vicente Albéniz y Rosario García-Falces. No les ha ido mal, porque llevan casados 62 años, son padres de ocho hijos y abuelos de trece nietos. El día en que se dieron el “Sí” decisivo, ambos eran conscientes de que ese ‘‘Hasta cuándo’’ se convertiría en un “Hasta siempre’’.  

Se conocieron gracias a unos amigos que empezaron a salir juntos. Ellos cumplían inicialmente la función de acompañantes, pero también se enamoraron. Rosario tenía 18 años y Vicente había cumplido los 21 y se encontraba haciendo la mili en Pamplona. ‘‘Cuando conocí a Rosario me arrebató y ya no pude desligarme. Era muy guapa… y lo sigue siendo. Parecía una muñequica de porcelana’’, dice Vicente mientras mira a su mujer con los ojos llenos de nostalgia. Mantuvieron un noviazgo de cuatro años, muy distinto a la mayoría de los que comparten las parejas actuales: ni se conocieron de noche ni salían hasta la madrugada. A las nueve de la noche como máximo, Rosario tenía que estar en su casa. Así que sus planes consistían en ir al cine, salir al monte de excursión  y rezar el Rosario. ‘‘Éramos más buenos entonces que ahora’’, se ríe Vicente con la cabeza gacha.

El 2 de octubre de 1948 un tío sacerdote de Rosario les casó en la catedral de Pamplona. El viaje de novios consistió en una ruta turística por España: fueron a San Sebastián, Barcelona, Madrid, Valencia, Villacañas (Toledo)… Para empezar bien la nueva etapa se repartieron las tareas: Vicente se encargaría de traer dinero a casa y Rosario se ocuparía de las tareas del hogar. Vicente es el octavo de ocho hermanos y Rosario la sexta de otros ocho, así que decidieron tener ocho hijos. Rosario aún se sorprende cuando lo cuenta: ‘‘La verdad es que no sé cómo he podido tener tantos hijos…’’. Se han dedicado al 100% a su familia, y se han sacrificado lo máximo que han podido. Vicente empezó a trabajar en una industria de artes gráficas que su padre había fundado en 1910. Se ha dedicado toda su vida al mismo oficio y nunca ha sufrido una mala temporada. ‘‘Siempre he tenido mucha suerte: con la mujer, con los hijos y con el trabajo’’, afirma sonriendo.

Han compartido alegrías enormes. Por ejemplo, el nacimiento de su hija Eliana. Fue una especie de milagro porque, además de ser la primera chica después de cuatro varones, nació por cesárea y con solo ocho meses de gestación. Tuvo muchos problemas, pero salió adelante, y a sus padres todavía se les ilumina el rostro al recordarlo.

También se han entristecido juntos en más de una ocasión. Afrontaron unidos las muertes de algunos familiares y aún se estremecen al recordar el sarampión que sus cuatro primeros hijos padecieron simultáneamente. El tercero también sufrió meningitis: el médico acudía a su casa y le ponía las inyecciones en la espalda mientras el pequeño intentaba escapar, sujetado por su madre. Fueron momentos duros que superaron apoyándose en la fuerza familiar.

Después de los hijos vinieron los nietos, y otra vez volvieron a la misma labor, aunque de distinta manera, claro está. A sus trece nietos les permiten caprichos que a sus hijos jamás les hubiesen consentido. Siempre que quieren comer golosinas, o cuando piden un juguete y sus padres no les dan permiso, ahí están los abuelos para cumplir sus deseos. ‘‘Una vez, nuestros nietos querían unas bicicletas, y sus padres no querían comprárselas. Pusieron carteles por todas las paredes de casa con el lema ‘¡Queremos bicicletas!’. Y nosotros se las regalamos’’, cuenta Rosario. Y se ríe al recordarlo.

Para celebrar las Bodas de Diamante hicieron una comida familiar “fabulosa”. La familia es ya muy amplia y se divierten mucho cuando se reúnen todos. Vicente es una persona muy risueña. Dice que se ríe de todo, incluso de sí mismo: ‘‘A veces voy andando solo por la calle y me entra la risa. No lo puedo evitar, me río de todo. La gente debe de pensar que estoy loco, pero yo me lo paso muy bien’’.

Vicente y Rosario son una pareja muy compenetrada. No tienen grandes diferencias y, según cuentan, apenas discuten. ‘‘El 98% de las riñas las empieza ella, y el otro 2% yo, y además sin darme cuenta’’, bromea Vicente. Aconsejan a los matrimonios de hoy que se respeten, que tengan paciencia, que se traten bien, y sobre todo, que hablen. ‘‘La comunicación es imprescindible para sacar adelante el matrimonio’’, asegura Rosario con solemnidad.