Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Edificios amigables con el medio ambiente: Ni “verdes” ni “buenos” ni “ecológicos”

Texto María Eugenia Tamblay

Los arquitectos discrepan en el nombre, pero sí están de acuerdo en su significado: edificios que causen el menor impacto posible en el medio ambiente y optimicen
el consumo de energía. Si además son bellos, hay motivos para celebrarlo.


Los rascacielos rodeados de verde que se levantan en medio del desierto son una manifestación del triunfo de la técnica sobre la naturaleza: espacios cerrados y aislados que no necesitan adaptarse a su entorno natural. No importa si en el exterior los termómetros marcan -20ºC o más de 40ºC, pues en su interior la temperatura, la circulación de aire y la humedad relativa se mantienen constantes, siempre agradables.

Este nivel de confort no es gratuito. Se estima que un 50% de la energía que se consume en Europa se debe a la edificación, mientras que la otra mitad se reparte en partes iguales entre el transporte y la industria, y la mayoría se genera a partir de fuentes de energía no renovables. En Estados Unidos se calcula que el diseño, construcción y operación de los edificios es responsable del 40% del gasto de energía, del 39% de las emisiones de CO2 y del 13% del consumo de agua potable.

“Las cifras citadas demuestran que no se trata de una moda sino de una cuestión de supervivencia”, afirma Norman Foster en el prólogo de Sol Power, un libro que plantea que la llamada arquitectura solar “es mucho más que una tendencia ecológica. La tecnología solar y los edificios solares hicieron posibles en el pasado la era agraria y estabilizarán en un futuro la era técnica”.

Arquitectura solar, arquitectura bioclimática o arquitectura alternativa son conceptos que surgieron a comienzos de los años noventa. Con posterioridad se han ido sumando los términos arquitectura sostenible, arquitectura ecológica, arquitectura pasiva, arquitectura low energy y arquitectura verde... “¿Edificios verdes? ¿Dónde tienen lo verde?”, suele exclamar el arquitecto malayo Ken Yeang, aludiendo a que este término sólo sería adecuado para edificios a los que les crezca vegetación en los tejados, terrazas y fachadas, que los hay. Basta darse una vuelta por el Paseo del Prado en Madrid y apreciar la sede de Caixa Fórum.

César Martín Gómez, profesor de la Escuela Superior de Arquitectura de la Universidad de Navarra, añade: “Lo verde es lo que vende. Pero yo a los alumnos les digo que los edificios verdes no existen. Lo que existe es la arquitectura buena y la arquitectura mala. Y lo que caracteriza a la arquitectura buena es una visión holística en la que todo en el edificio es  bueno, desde el programa, la estructura y el diseño, a la construcción”.

Ana Sánchez-Ostiz, profesora de la misma Escuela y directora del máster en Diseño y gestión ambiental de edificios, se siente más identificada con el concepto de arquitectura sostenible. “Pese a ser esta una palabra bastante manida, es la que mejor engloba el concepto detrás del informe Brundtlant”. Se refiere al documento elaborado en 1987 para la ONU por una comisión encabezada por la doctora Gro Harlem Brundtland e integrada por representantes de diversas naciones. Inicialmente  se llamó Nuestro futuro común (Our Common Future). Este informe utilizó por primera vez el término desarrollo sostenible, o sustentable según otras traducciones del inglés, definido como aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones.

La trascendencia de este informe estuvo en que vincula el respeto al medio ambiente con el bienestar social y la bonanza económica. Plantea que deben satisfacerse las necesidades de la sociedad como alimentación, ropa, vivienda y trabajo, pues si la pobreza es habitual, el mundo estará encaminado a catástrofes de varios tipos, incluidas las ecológicas. Asimismo, el desarrollo y el bienestar social estarían limitados por el nivel tecnológico, los recursos del medio ambiente y la capacidad del medio ambiente para absorber los efectos de la actividad humana.

En el campo de la arquitectura la aplicación es clara. Construir un edificio que pierde energía por todos los costados pero cuenta con paneles solares no puede considerarse sostenible, como tampoco una ciudad empresarial baja en consumo de energía pero ubicada en un lugar sin transporte público, que obligue a todo su personal a llegar en coches particulares. Sánchez-Ostiz añade otros ejemplos: “Si las medidas planteadas para el ahorro de energía son tan caras que nadie puede pagarlas, o utilizan tecnologías fabricadas recurriendo a la explotación infantil, entonces se trata de soluciones que no podemos calificar como sostenibles”.

Se llame arquitectura sustentable, arquitectura buena o arquitectura verde, unos y otros están de acuerdo en que el objetivo es reducir el impacto ambiental de las obras de arquitectura. Esto es, disminuir el consumo de energía, de agua y de materiales y emitir menos gases durante el proceso de construcción, así como también optimizar el uso del suelo. Y una vez que el edificio está en uso, minimizar el consumo de energía y los costes de mantenimiento.

 

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