CLÁSICOS
Thornton Wilder
Edhasa, 2023
144 páginas
15 euros
«El viernes 20 de julio de 1714, a mediodía, se rompió el puente más bonito de todo Perú y arrojó al abismo a cinco viajeros. El puente estaba en el camino real entre Lima y Cuzco, y cientos de personas pasaban a diario sobre él». Este acontecimiento ficticio inicia la novela de 1927 El puente de San Luis Rey, la segunda del arqueólogo y dramaturgo Thornton Wilder (1897-1975), estadounidense. La historia que entreteje esas cinco vidas en el virreinato de Lima con el lazo de haber muerto en el accidente fue un éxito de ventas en vísperas de la Gran Depresión. Aunque contrariaba la corriente de la época, el modernismo norteamericano de Hemingway o F. Scott Fitzgerald.
El derrumbe del puente de lianas incas plantea una de nuestras capitales interrogaciones: ¿la propia biografía —y la mismísima muerte— está determinada por el destino o más bien por el azar? ¿Existe una predeterminación que pueda explicarse retrospectivamente o, en cambio, vivimos y terminamos según los dados casuales de los días? Y apretando contra el corazón la pregunta, podría quedar así: ¿existe un Dios que decide nuestro camino en la vida o, por el contrario, el curso de nuestra existencia se desarrolla independientemente de una voluntad superior?
Un testigo fortuito de la desgracia se las formula. Es fray Junípero, un franciscano que dedica seis años a rehacer, con entrevistas y cálculos, en un libro esas cinco existencias y demostrar que todo se debe a la intervención divina, y no a la casualidad. De poco sirve su libro. No ha entendido qué había debajo. Ni arriba. El lector sí entrevé las vidas de la peculiar marquesa de Montemayor y su jovencita sirvienta Pepita; de Esteban, veinteañero que acaba de perder a su gemelo; del fascinante Tío Pío, ayuda de cámara y cien empleos más de la actriz Camila «Perichole», y del hijo de ella, un niño aún. Seres que aman sin recibir a cambio mucha felicidad.
Como en todas las grandes novelas, tengan las páginas que tengan, el final llama a una apoteosis. Para muchos, el último párrafo, sin asegurar nada, da una explicación de para qué sirven los puentes, permanezcan o se desmoronen, y cuál «la única supervivencia, el único sentido».