
Erika Bachiochi
Eunsa, 2025
420 páginas
24,90 euros
Imagine un feminismo que habla de la búsqueda común de la excelencia intelectual y moral, de la importancia de la educación para alcanzarla y de cómo se relaciona con la virtud y la felicidad. Un feminismo que promueve la colaboración entre los sexos, el trabajo de las mujeres también fuera de casa al mismo tiempo que la primacía de lo que sucede en el hogar (tanto para ellos como para ellas). Uno que propone la integridad sexual, la igualdad en derechos y la aportación distintiva que pueden hacer hombres y mujeres en la sociedad. Todas son ideas defendidas por Mary Wollstonecraft, filósofa y escritora inglesa del siglo XVIII, que vivió en Estados Unidos, donde sus convicciones influyeron de manera decisiva en los primeros movimientos norteamericanos por los derechos de las mujeres.
Erika Bachiochi, doctora en Derecho, especializada en teoría política, historia de las mujeres y doctrina social de la Iglesia, parte de la figura y los escritos de Wollstonecraft para sumergirse en una profunda y detallada investigación sobre cómo ha evolucionado la causa a favor de los derechos de las mujeres desde las primeras sufragistas hasta los feminismos del siglo XXI.
La autora disecciona el pasado y el presente, y propone recuperar la visión de Wollstonecraft. Para esta misión se apoya en las ideas de Mary Ann Glendon, profesora de Derecho en Harvard y reconocida intelectual, que trae a nuestro tiempo las agudas ideas de Wollstonecraft. Así, promueve un feminismo en el que mujeres y hombres son «aliados, en lugar de antagonistas, en la búsqueda de mejores formas de amar y trabajar» y en el que «los destinos de hombres, mujeres y niños —de clases altas y pobres por igual— se encuentran inextricablemente entrelazados».
Aunque Recuperar una visión perdida se centra en la historia de los movimientos a favor de las mujeres en Estados Unidos, el libro no pierde relevancia para un lector de cualquier punto del planeta. Especialmente interesantes resultan las páginas dedicadas al aborto: desde las feministas que se oponían fuertemente a él hasta las que lo reclaman como un derecho. Y, en medio de este desarrollo histórico, las concesiones hechas por importantes representantes, como Betty Friedan, autora de La mística femenina —considerado el inicio de la segunda ola del feminismo, en los años 60—, que, llegado cierto punto en su lucha por la igualdad, propugnó que la única manera que tenían las mujeres de ser iguales a los hombres era desprenderse de las «cargas reproductivas».
Esta creencia, al mezclarse con las ideologías de control de la población (con Margaret Sanger como una de sus principales defensoras, a la que le movían más los intereses eugenésicos que los feministas), cristalizó en una visión negativa de la asimetría sexual. Priorizaron la imagen de individuo autónomo, sin vínculos ni compromisos, que puede producir y consumir libremente (y seguir alimentando la rueda del capitalismo). Con el paso de los años, no solo la anticoncepción, también el aborto se convertiría en una condición sine qua non para que las mujeres alcanzaran la plena igualdad con los hombres. Pero, como afirma Bachiochi: «Un movimiento de mujeres que considera que el derecho al aborto es esencial para la ciudadanía igualitaria ha claudicado, de una vez por todas, ante la lógica del mercado».
Así se acentuó una idea que venía gestándose desde hacía décadas: el menosprecio por las tareas de cuidado y la visión del trabajo en el hogar como una labor de inferior categoría. Paradójicamente, esta situación se da al mismo tiempo que se busca involucrar a los hombres en estas tareas. Lejos quedaban las ideas de Wollstonecraft sobre la importancia de la interdependencia. La filósofa inglesa, aunque crítica con la institución matrimonial tal como se organizaba en su tiempo, defendía el matrimonio «como una relación de armonía entre los sexos, un proyecto de cooperación familiar entre la madre y el padre, en el que educar bien para la esfera pública exige reconocer y valorar la esfera privada», según se explica en el prólogo. También se había olvidado por el camino la certeza wollstonecraftiana de que la libertad política y la igualdad legal no eran fines en sí mismos, sino medios para el desarrollo de la excelencia.
Aunque puede interesar especialmente al lector con conocimientos del ámbito del derecho —por la exposición detallada de casos clave en esta historia—, el libro de Bachiochi es necesario para cualquier persona que desee no solo entender los aciertos y errores del movimiento por los derechos de las mujeres, sino que también pretenda contribuir a «recuperar la visión perdida» de un feminismo que podría convertirse, en palabras de su autora, «en un catalizador para la regeneración de matrimonios y familias, la revalorización de las actividades de cuidado, la reestructuración del trabajo y la reconstitución de una cultura moralmente asediada».