Alien: Planeta Tierra

Nunca Jamás bajo la sombra del xenomorfo

21 de agosto de 2025 3 minutos


Título original: Alien: Earth
Año de emisión: 2025-
Cadena original: FX on Hulu (la primera temporada consta de 8 episodios de aproximadamente 60 minutos)
Emisión en España: Disney+
Creador: Noah Hawley

Noah Hawley pertenece a esa estirpe de creadores puros a los que les quema la silla; no sabe estarse quieto y siempre sueña a lo grande. Tras reinventar el universo Fargo de los Coen y sumergirse en los delirios psicotrópicos de la inclasificable Legion, ahora se atreve con un emblema de la ciencia ficción. Porque no hablamos de rescatar alguna novelucha olvidada o de rebozar una peli de serie B para el paladar nostálgico actual. No. Aquí se lanza a reflotar un tótem de la cultura popular contemporánea. Le va la marcha artística al zagal, eso desde luego.

Desde el arranque, Alien: Planeta Tierra destila amenaza: un clima de inquietud que Hawley estira, retuerce y, a ratos, conduce hasta una suave (y sangrante) parodia. La nave Maginot del primer episodio evoca la composición de la Nostromo hasta en los pitillos y los Kellogg’s. La cámara deambula por recovecos donde uno casi espera toparse con Ripley doblando la esquina. Los ecos —siniestros, claro— alcanzan hasta el gato. 

El espejo que propone la serie no solo refleja el opresivo y viscoso original de Ridley Scott, sino que también espiga, sin temblar, el pulso bélico y la adrenalina militarizada de la secuela dirigida por James Cameron. Así, entre marines listos para entrar en acción, miradas felinas, conversaciones con la computadora madre y corporaciones que mueven los hilos, la serie concede a los fans más cafeteros lo que ansían —sangre, gore ingenioso—, pero lo dosifica con astucia: muchas veces la violencia ocurre en off, ahorrando costes y dejando que sea la imaginación del respetable la que certifique el parte de bajas.

Más que la enésima emboscada mortífera, lo verdaderamente escalofriante es lo innovador de los xenomorfos que expanden el legado ideado por Dan O’Bannon: su repulsiva capacidad sensorial sacude al espectador y regala un puñado de imágenes de esas que regresan, implacables, cuando uno apaga la luz del baño antes de irse a dormir.

Sin embargo, el espasmo que provocan las nuevas criaturas es solo una parte de la trama. Ya desde los subtítulos computarizados que abren la serie, Hawley deja claro que el menú incluye mutaciones y seres que difícilmente pueden llamarse humanos: cíborgs, sintéticos e híbridos que borran la línea entre la carne y el circuito, entre cuerpo y alma, entre el yo libre y la obediencia programada.

En ese terreno es donde Hawley hace sonar con más determinación la voz propia de su nueva propuesta alienígena. Afila la trama con un desplazamiento tecnohumanista que dialoga con nuestros miedos más actuales —esos en los que la IA podría preguntarnos, sin pestañear, si nos llamamos Sarah Connor—. Al mismo tiempo, plantea una metáfora política sobre la disolución de la humanidad, entendida en su doble acepción: como especie y como capacidad afectiva, es decir, la pérdida de sensibilidad y compasión. Aquí, las macrocorporaciones no son un simple telón de fondo: ejercen un poder tan asfixiante que ni el mismísimo Capitán Garfio (por citar una alusión omnipresente en los dos primeros episodios) necesitaría zarpar hacia Nunca Jamás en busca de niños perdidos. Ese refugio fuera del tiempo y de la corrupción adulta, aquí, ya no existe: porque lo humano se evapora entre contratos, algoritmos y tentáculos mecánicos.

Alien: Planeta Tierra es pura acción, sí, pero también un recordatorio de que el peor monstruo no necesita sangre ácida ni formas lovecraftianas: basta con arrancarnos lo que nos define como especie. Solo dos episodios y, aunque haya tramos de ritmo desigual, la cacería pinta prometedora y apasionante; un banquete retro para estómagos curtidos y rastreadores de huevos de Pascua. 

La saga nos advirtió de que en el espacio nadie puede oír tus gritos; Hawley demuestra que aquí abajo tampoco: entre CEOs sin escrúpulos, sintéticos con agenda oculta y criaturas que harían vomitar a Predator, la Tierra parece menos hogar y más trampa…, una de la que no hay escapatoria.


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