Foto principal: El concejal de Cultura de Don Benito, Francisco Javier Sánchez, entregó el premio a los tres estudiantes.

Sábado, 8 de junio, 14:15 horas, Madrid

Espero en un pequeño Burger King próximo a la estación de la avenida de América. Tengo el número 173, y van por el 105. Fuera llueve. Sentado, a la derecha me acompaña un macuto, a la izquierda un trofeo. Noto que me miran. No pasa mucho tiempo hasta que percibo con el rabillo del ojo cómo una mujer se me acerca.

—Perdona, pero soy una curiosa. ¿De qué es ese premio? Me ha llamado la atención.

—No se preocupe. Dos compañeras y yo lo hemos ganado con un reportaje periodístico, y ahora lo llevo a Pamplona, que es donde estudio.

—¿La ceremonia ha sido aquí, en Madrid?

—No, nos hemos tenido que ir hasta Badajoz, a Don Benito para ser exactos.

—Un sitio encantador, la verdad. Pues mi hija también estudia Periodismo —comenta mientras señala a su mesa, desde donde la chica me saluda—. ¿Y de qué trataba el reportaje, por cierto?

—Arte e inteligencia artificial.

—¡Qué interesante! Me alegro mucho por vosotros. Uno ha de sentir un subidón cuando consigue algo así, ¿no? Y, cuéntame, ¿cómo fue la experiencia?

Viernes, 7 de junio, 14:30 horas, Madrid

Nuria nos espera con el coche arrancado en un hueco precario de la plaza de Castilla. Hombeline acaba de llegar en avión desde París, y yo en bus de Pamplona. Tras la ronda de abrazos, aprovechamos el viaje para poner palabras a lo que estamos a punto de vivir. «Bueno, ahora rumbo a Don Benito, equipo», dice Nuria al volante. «Aún no me lo termino de creer», remata risueña Hombeline

Después de cuatro horas de trayecto y de escuchar canciones muy variadas (desde las bandas sonoras de Disney hasta la última moda en Francia), aparcamos en el hotel Vegas Altas con la melodía principal de Orgullo y prejuicio de fondo. Dejamos los bártulos en las habitaciones y nos acercamos a la piscina. «Si me entero antes, me habría traído el equipo completo», comento. Metemos las piernas en el agua y Nuria saca del bolso una copia del discurso que daríamos en apenas dos horas. Empezamos a recitar: «Nuestro reportaje surgió en septiembre de 2022 como un lienzo en blanco. Tres estudiantes de tres carreras distintas y dieciocho mil caracteres con espacios por escribir». Quitamos un par de frases, añadimos alguna otra y, una vez repasado el texto, toca ponerse elegantes.

Dos días antes, cuando pensé qué ropa iba a meter en la maleta, me entró una duda protocolaria. En el mail en el que nos comunicaron que nos habían concedido el premio, no se especificaba nada sobre el código de vestimenta. ¿Me pongo traje o no? Busqué en internet fotografías de ediciones anteriores y, al final, mi novia, Maria, me ayudó a resolver el dilema tirando de la sabiduría popular: «Mejor de más que de menos». Así que decidí llevar el traje con el que me había graduado hacía un mes. 

Fotografía: Cedida por el Ayuntamiento de Don Benito De izda. a dcha.: Maria, Juan, Hombeline y Nuria, salvando los nervios minutos antes de empezar el acto en el Teatro Imperial.
De izda. a dcha.: Maria, Juan, Hombeline y Nuria, salvando los nervios minutos antes de empezar el acto en el Teatro Imperial.

«¿Premiados? —nos pregunta la portera del Teatro Imperial de Don Benito—. Muy bien, primeras filas a la izquierda». El ambiente es variopinto: desde acompañantes lustrosos que visten americana y corbata hasta ancianos solitarios embutidos en camisas de cuadros con las manos apoyadas en sus bastones; algunos complementan su atuendo con un accesorio que se puso de moda hace cuatro años: la mascarilla. A las nueve en punto, las luces se apagan y se propaga el silencio. Nuestra categoría, la reservada a estudiantes universitarios que han presentado trabajos escritos, abre la ceremonia y somos los primeros en salir. Nos reciben entre aplausos. Sosteniendo como mosqueteros el galardón, posamos para las fotografías junto al concejal de Cultura de Don Benito y presidente de la comisión lectora, Francisco Javier Sánchez Herrero

Nuria se coloca ante el micrófono: «Buenas noches. Muchas gracias al jurado y a la comisión por este premio…». Habla de la revista Nuestro Tiempo, de los maestros que nos han introducido en el arte del reportaje. Todo comenzó en la primera promoción del Programa de Edición de Revistas Culturales. En la escuela de periodismo capitaneada por Teo Peñarroja, Ana Eva Fraile y Lucía Martínez, aprendimos a buscar, enfocar, escribir y editar un reportaje sobre un tema de interés y actualidad. Hoy —desde Valencia, Pamplona y Oxford— nuestros mentores no se pierden detalle de la transmisión en directo de la gala a través de YouTube. «Sonreíd, chicos, el mundo os está mirando», escribe Teo en el grupo de WhatsApp que creamos para compartir la crónica del viaje. 

Fotografía: Cedida por el Ayuntamiento de Don Benito En su discurso, los alumnos contaron la historia de su investigación y agradecieron a la revista la oportunidad y la experiencia.
En su discurso, los alumnos contaron la historia de su investigación y agradecieron a la revista la oportunidad y la experiencia.

Hombeline toma el relevo en el atril. Es la encargada de presentar a los protagonistas del texto que titulamos «De lo artificial en el arte»: el colectivo de artistas Obvious, formado por Pierre Fautrel, Gauthier Vernier y Hugo Caselles-Dupré. En 2018, una de sus obras se subastó en la casa Christie’s de Nueva York por casi medio millón de dólares. Pero en el Retrato de Edmond de Belamy, una fórmula matemática ocupaba el lugar de la firma del artista. La pieza, que se generó mediante algoritmos, despertó nuestro interés. ¿Puede la inteligencia artificial ser creativa? ¿Es la creatividad una característica exclusivamente humana? Estas inquietudes palpitaban en el fondo de nuestra investigación. Fautrel nos concedió una entrevista y pudimos profundizar en el hito que cambió el ritmo de sus vidas y, también, el del arte contemporáneo.

Para cerrar nuestro turno de palabra, comparto una breve reflexión sobre la importancia del oficio periodístico y lo necesario de aprenderlo desde las entrañas de una redacción. De regreso a la platea, las miradas y los murmullos cómplices nos delatan. Imposible ocultar tanta ilusión.

Juan, coge el trofeo, anda, que pesa un montón —dice Hombeline

—¿Te has dado cuenta de que durante todo el rato he sujetado la estatuilla del revés? —comento un poco avergonzado. Teo no pudo resistir la tentación de convertir la escena en un sticker de WhatsApp. 

Desde nuestros asientos, aplaudimos a continuación a Elena Ambrona y María Teresa Santana, las estudiantes de la Universidad de Sevilla reconocidas en la modalidad audiovisual por un trabajo sobre la precariedad de los faeneros marítimos. Luego se otorgan los dos accésits para profesionales: José María Irujo y Joaquín Gil, por «La vida secreta del asesino Arturo Ruiz», y Ana Pérez-Bryan, con «La vida en el centro», publicados en El País y Diario Sur, respectivamente. «Nunca he leído nada suyo, pero mañana mismo les echo un ojo a sus reportajes», afirma Nuria. Hombeline y yo asentimos. 

Para la última entrega, la más importante, sube al escenario la alcaldesa de Don Benito, María Fernanda Sánchez. Se anuncia al vencedor del Premio Francisco Valdés: el escritor y periodista Andros Lozano, redactor de El Mundo, que presentó el reportaje titulado «Guadalquivir, la procesión del hachís». En su intervención, se refiere a ese lazo que une a los periodistas aunque no se conozcan, porque «normalmente nos leemos unos a otros». También señala que «el verdadero premio es que nos lean [...]. Confío en que las grandes historias que hay detrás de nuestro día a día sigan interesando a la gente». 

Fotografía: Cedida por el Ayuntamiento de Don Benito Todos los galardonados en la XXV edición del premio Francisco Valdés.
Todos los galardonados en la XXV edición del premio Francisco Valdés.

El broche final de la ceremonia lo ponen la cantaora flamenca Celia Romero y el guitarrista Francisco Pinto. Después de la foto de familia de todos los premiados, la celebración continúa unas calles más arriba, en el Museo Etnográfico de Don Benito. En este palacio de comienzos del siglo XX, que se conoce como la Casa del Conde, tiene lugar el cóctel. 

—Vosotros sois los estudiantes de la Universidad de Navarra, ¿no? Muchas felicidades —dice José María Irujo.

—Igualmente. ¿De qué conoce la Universidad? —indago.

—Yo también soy antiguo alumno. Incluso creo que llegué a colaborar alguna vez en la revista Nuestro Tiempo. Pero ya hace mucho, en la época de Esteban López-Escobar y compañía. 

José María nos regala consejos y alabanzas por iniciarnos en el periodismo con un premio como el Francisco Valdés. Le agradecemos las palabras que él y Joaquín nos han dedicado desde el escenario como «jóvenes promesas del periodismo».

En un momento dado, la organización nos propone un pequeño tour por las dependencias principales del museo. 

—Aquí se grabaron un episodio del programa Cuarto Milenio y un corto de terror —explica el guía. Al parecer, ocurren «extraños fenómenos paranormales». 

Antes de emprender la retirada, conversamos con Andros, quien nos ofrece algunas pautas sobre cómo reconocer una buena historia y calibrar la envergadura de los sucesos a nuestro alrededor. También se une Ana Pérez-Bryan, y hasta nos da su teléfono, porque sabe lo importante que es apoyarse entre colegas. Pasadas las doce, nos despedimos y expresamos nuestra gratitud a la alcaldesa por la calidez del recibimiento. De camino al hotel, nuestra alegría se hace la muda. «Lo bien que vamos a dormir…», dice Nuria rompiendo el silencio. 

Sábado, 8 de junio, 10:15 horas, Don Benito

Emprendemos el viaje de vuelta con cierta pena porque esta aventura de los aprendices en el oficio de contar historias llega a su fin. Los nervios han quedado atrás, pero en el coche viaja una duda:

—¿Qué hacemos con el premio? ¿Quién se lo lleva? —pregunto.

—A la redacción de NT, ¿no? —propone Hombeline—. Ahí empezó todo. 

—Ánimo cargando con el trofeo hasta Pamplona, Juan —tercia Nuria con una sonrisa.

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