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Varios autores (edición a cargo de Patricia Esteban)
Impedimenta, 2024
387 páginas | 25,95 euros
Les tengo tirria a las antologías, a su carácter canónico precoz. Sin embargo, de vez en cuando se publican algunas plenamente justificadas, como este Gótico botánico. Patricia Esteban ha reunido en un volumen dieciocho cuentos «de un verdor perverso». La premisa es fantástica por lo que tiene de lúdico: cuentos de terror protagonizados por plantas. Parece hecho para lectores curiosos con ganas de aprender sin que les sermoneen.
Junto con nombres archiconocidos como el de H. P. Lovecraft, Roal Dahl o Nathaniel Hawthorne, Esteban nos descubre autores —y, sobre todo, autoras— apenas leídas en español. Un torrente de talento femenino para narrar lo oscuro, lo paranormal, lo insospechable, en la estela de Shirley Jackson o de Patricia Highsmith. Cuánto me ha recordado Gótico botánico a sus cadáveres exquisitos.
Hay cinco cuentos en particular que justifican toda la antología: El terror púrpura, de Fred Merrick White, La amanita mortal, de Eli Colter —literatura y metaliteratura de primera clase—, El roble, de Richmal Crompton —un delicioso relato de resonancias druídicas—, La victoria de los hermanos verdes, de Maria Moravsky —un alegato político que no pierde nada de su potencia narrativa—, y mi favorito: Un lugar en el bosque, de August Derleth, el único cuento de la colección en el que el terror no es solo una atmósfera escénica, sino una sensación real. Consigue un efecto similar El jardín de Adompha, de Clark Ashton Smith, aunque por la vía dudosa de explotar el morbo.
Otro acierto de Gótico botánico son las brevísimas biografías de los autores antologados, escritas con vocación literaria, no meramente informativa, que ayudan a descubrir una constelación de vidas peculiares. No siempre atormentadas, como se le presume al género.
Cabe recordar, aunque todo el mundo lo sepa, que un libro no es solo un texto: es un artefacto. La editorial Impedimenta ha hecho un trabajo impecable también en lo material. Las capitulares, las pequeñas ilustraciones, la cinta marcapáginas, los bordes dorados de la tapa dura… Todo contribuye a mantener la lamparita de noche encendida un rato más. No será un libro de masas, pero se ganará su lugar en el nicho de los lectores de este género.