Hay un monstruo en el lago

Esa escurridiza grieta

7 de febrero de 2025 2 minutos


Laura Fernández
Debate, 2024

119 páginas, 11,90 euros

Hay un monstruo en el lago está catalogado como un libro de viajes; en la primera librería que visité no lo tenían, en la segunda se había extraviado. Dos puntos de partida excelentes, digámoslo así: un prólogo extratextual. Porque Hay un monstruo en el lago habla de la resistencia de la realidad a las clasificaciones, y también de los extravíos: de las cosas que no deberían suceder, y en cambio suceden, y de las cosas que deliberadamente expulsamos fuera de la realidad. No es, desde luego, un libro de viajes. Es un ensayo sobre los límites de la realidad y de la narración.

Antes que todo eso es una buena historia para los frikis de las curiosidades, de las cosas fabulosas e imposibles. Es la historia del monstruo del lago Ness o, más exactamente, de los buscadores de Nessie y del pulso casi centenario entre la realidad —los monstruos no existen— y la posibilidad de que sus márgenes se ensanchen un poco —¿y si hubiera un monstruo en el lago?—. Pululan por sus páginas los dos delfines soldado de Margaret Thatcher, un hombre que vive en una caravana consagrado a observar el lago, una mansión embrujada, los primeros avistadores, propietarios de un hotel, y toda una ristra de hombres respetables que vieron al monstruo, y de interesados que orquestaron todo tipo de magufadas para hacer creer que lo vieron. Francamente encantador.

Con todo, la rocambolesca historia de la bestia que vive en el lago y el modo heterodoxo, irreverente —es decir, absolutamente serio— con el que Laura Fernández (autora, entre otras, de la premiada novela La señora Potter no es exactamente Santa Claus) trata las convenciones lingüísticas son solo dos de los elementos que convierten este ensayo en un texto fetén. Lo otro, eso de lo que Fernández quiere hablar, lo apuntábamos al principio. Hay mucha gente que ha visto al monstruo del lago Ness. 1159 avistamientos, en concreto, según el registro oficial. Pero no existen pruebas irrefutables. Es en esa escurridiza grieta entre la posibilidad y su confirmación donde se sitúa este ensayo sobre el modo en que nos contamos el mundo: bien como un lugar seguro, conocido, o bien como un milagro, una fantasía. ¿Acaso no somos nosotros, los humanos y nuestro planeta, una improbabilidad estadística? Un milagro. Y, sin embargo, aquí estamos.


Otras reseñas

¿Quieres escribir en nt?

Siempre estamos buscando buenos colaboradores para la revista. Si tienes una buena historia, queremos escucharte.

Newsletter