Mario Vargas Llosa se interna en 'El corazón de las tinieblas'
El día de la muerte del Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, recuperamos esta entrevista para Nuestro Tiempo en 2008

El día de la muerte del Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, recuperamos esta entrevista para Nuestro Tiempo en 2008
El escritor peruano viaja en octubre al Congo para navegar los ríos que inspiraron a Joseph Conrad y seguir los pasos de Roger Casement, el primer gran defensor de los derechos humanos del siglo XX, quien denunció las tropelías genocidas cometidas en África por el rey belga Leopoldo II. Vargas Llosa habla sobre su próximo proyecto literario, una novela basada en la apasionante vida de un héroe que murió convertido en un villano.
Cuando le preguntaron a Jorge Luis Borges por qué no escribía novelas, respondió que no se atrevía, pues se sentía incapaz de superar a su admirado Joseph Conrad. Borges incluso aseguró que El corazón de las tinieblas es «acaso el más intenso de los relatos que la imaginación humana ha labrado». Es quizá por eso que artistas de la talla de Orson Welles y Francis Ford Coppola se rindieron ante la apasionante historia del capitán Marlow y el abominable agente Kurtz.
Welles dirigió una versión radiofónica de la novela en el estudio de la CBS de Nueva York, el 13 de marzo de 1945. Ese día, el director de Ciudadano Kane reconoció que le habría encantado llevarla al cine, pero que los productores de Hollywood se negaron. Tuvieron que pasar más de tres décadas y varias cruentas guerras para que esos mismos estudios se convencieran de que, tal vez, ya era oportuno financiar una película sobre la necedad del mal y la banalidad del horror.
Entonces fue el turno de Coppola, quien se basó en el célebre libro para dar vida a Apocalypse Now, que ganó la Palma de Oro de Cannes y se convirtió en uno de los testimonios artísticos más sobresalientes sobre la pesadilla de Vietnam. Por desgracia, el argumento de El corazón de las tinieblas seguía más vigente que nunca.
A diferencia de Borges, el polifacético Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936) no solo se ha atrevido a jugar en el campo de su también admirado Conrad, con una docena de novelas publicadas, sino que ahora se apresta a seguir sus pasos, internándose en los paisajes y recorriendo los ríos que inspiraron Heart of Darkness.
Vargas Llosa viajará en octubre al Congo, donde espera obtener el material para su próximo libro. Evidentemente, no intentará repetir el guión diseñado por su antecesor anglo-polaco ni recrear los mismos episodios que ya superaron para siempre el listón de las obras maestras. El peruano se centrará en un personaje real que fascinó a Conrad durante sus seis meses de estancia en Congo en 1890. Se trata de Roger Casement (Kingstown, 1864-Londres, 1916), el vicecónsul de Inglaterra en tierras africanas, quien se hizo famoso por denunciar los abusos del rey belga Leopoldo II sobre la población congolesa y lo forzó a renunciar a su soberanía sobre este territorio. Eso lo encumbró a la altura de héroe y le valió ser nombrado Caballero del Imperio Británico. Sin embargo, murió como un traidor, acusado de armar a las fuerzas independentistas irlandesas.
La novela ya tiene un título provisional: El sueño del celta, que es el nombre de un poema que Casement escribió pero que no llegó a publicar nunca.
¿Qué lo llevó a interesarse por Roger Casement como protagonista de su próxima novela?
Mi admiración por Conrad. Estaba leyendo una biografía de Conrad en que se contaba que en su viaje al Congo, donde fue por primera vez como capitán de un barco, la primera persona a la que conoció fue Roger Casement, un joven británico que ya llevaba tiempo en África y que fue quien le abrió los ojos realmente sobre el mundo al que llegaba, lo acompañó en el viaje que hizo por el río Congo y lo ayudó a vivir las experiencias que le permitieron escribir El corazón de las tinieblas, que es uno de los libros más hermosos que escribió. Me dio cierta curiosidad y entonces empecé a averiguar quien era este Roger Casement. Descubrí que se trataba de un personaje fascinante, con una vida muy interesante, también bastante misteriosa, que además había estado vinculado a América Latina porque había vivido bastantes meses en la Amazonia, en la época del caucho. Así, poco a poco, me fui interesando mucho en él y me dio la idea de escribir una historia, no una biografía, sino una versión libre del personaje y de su tiempo.
¿Esa vinculación con América Latina, con su tierra, influyó también en su interés por el personaje?
Claro. Él fue un gran luchador por los derechos humanos, que no se llamaban así todavía, pero digamos que eso es lo que él fue, primero en el Congo, donde durante muchos años acumuló una documentación devastadora sobre los crímenes terribles que se cometieron ahí en la época en que el rey de los belgas, Leopoldo II, era el dueño de todo el Congo. Además presidió la comisión que investigó los abusos contra los indígenas que cometían las compañías caucheras en la región del Putumayo en América Latina. Esas dos experiencias que tuvo lo convirtieron en una persona inmensamente prestigiosa en toda Europa pero luego tuvo un fin trágico porque se descubrió que contrabandeaba armas alemanas para los independentistas irlandeses durante la Primera Guerra Mundial. Por eso fue juzgado y ejecutado.
Va en octubre al Congo. ¿Qué es lo que espera de ese viaje?
No voy a hacer investigación sobre Casement, porque dudo que quede absolutamente huella de él, pero en todas las novelas que he escrito he buscado familiarizarme un poco con los ambientes que describo, no para describirlos con absoluta fidelidad, sino para sentirme más libre a la hora de inventar, a la hora de añadir todo lo que añaden los novelistas cuando escriben una historia. Me gustaría hacer el recorrido que hizo él, un recorrido muy importante del que da cuenta en sus informes sobre la situación de los indígenas. No conozco, nunca he estado en esa región. En realidad nunca he estado en el África negra, entonces creo que es indispensable tener una idea personal directa de ese mundo antes de empezar a escribir sobre el Congo, aunque habrá muchos cambios, desde luego, desde el Congo que Roger Casement conoció al actual.
Lecciones y maestros es el nombre del ciclo en el que Vargas Llosa divagó sobre algunas cuestiones relativas a la literatura.
¿Qué es una historia literaria?
Es muy difícil definirlo a cabalidad, pero basta que alguien se enfrente a una gran novela, un gran cuento, a un hermoso relato, para saber exactamente, sin necesidad de definirla, qué cosa es una gran historia literaria. Creo que es una experiencia que hace vivir una vida distinta, una vida que no es la vida de todos los días, la vida cotidiana. Una vida especial que ha sido creada con palabras y fantasía pero que tiene una fuerza persuasiva tal que elimina en el lector la distancia que le separa de ese artificio, de ese texto, aniquila su conciencia crítica y le hace vivir esa fantasía como si fuera realidad. Hace sentir el amor que siente el héroe por la heroína, o desgarra por la traición de un amigo o instala en el corazón de una batalla y permite sentir el pavor, el odio o la confusión de Fabricio, por ejemplo, en las batallas napoleónicas.
Cada vez que leo el suicidio de madame Bovary, se me llenan los ojos de lágrimas, siento un gran estremecimiento. Estoy seguro de que eso le ha pasado a todos los lectores de novelas con las buenas novelas, con las que se ha identificado de tal manera que son experiencias vividas, más ricas, más intensas, con mayores secuelas muchas veces que las experiencias de la vida cotidiana. Creo que eso es una historia: una manera de vivir una mentira como una verdad profunda.
¿Un libro puede cambiar la vida de una persona?
Yo sí creo que un libro le cambia la vida a un lector. A mí me la han cambiado, me la han enriquecido extraordinariamente los grandes libros que he leído. Recuerdo por ejemplo lo que fue para mí leer Tirant lo Blanch cuando era un estudiante universitario. No podía creer que una novela pudiera contar tantas cosas a la vez, trasladarme de Inglaterra, a la vida de los Cruzados, a Constantinopla, pasarme de los palacios a las alcobas, a las batallas, a las ceremonias, a los gritos de desafío. Era un mundo totalmente exótico para mí y, sin embargo, había una fuerza en esa historia que de alguna manera me sacaba de mi mundillo pequeñito y me hacía vivir toda la fantástica aventura que pasaba en esa novela. Eso me ha pasado con todas las grandes novelas que he leído y estoy seguro de que he salido de esas grandes novelas, no diré mejor, pero sí con una experiencia acumulada que ha enriquecido mi visión del mundo, de los seres humanos, me ha hecho más sensible al juzgar mi entorno.
Es absurdo creer, como yo de joven, que con una novela se pueden producir cambios históricos inmediatos. Pero tampoco es verdad que la lectura pase simplemente dejando un momento de esparcimiento, de diversión. Yo creo que dejan secuelas. La literatura enseña a ver la vida de distinta manera. De algún modo, uno sale de los libros mejor preparado para enfrentar la vida.
Mario Vargas Llosa publicó en la revista literaria Letras Libres un ensayo sobre la obra de Joseph Conrad titulado "Las raíces de lo humano".
«El corazón de las tinieblas trasciende la circunstancia histórica y social para convertirse en una exploración de las raíces de lo humano», escribió Vargas Llosa, «esas catacumbas del ser donde anida una vocación de irracionalidad destructiva que el progreso y la civilización consiguen atenuar pero nunca erradicar del todo. Pocas historias han logrado expresar, de manera tan sintética y subyugante como esta, el mal, entendido en sus connotaciones metafísicas individuales y en sus proyecciones sociales».
Para Vargas Llosa, el rey belga Leopoldo II, muerto en 1909, fue «una indecencia humana, pero culta, inteligente y creativa» que «debería figurar, junto a Hitler y Stalin, como uno de los criminales políticos más sanguinarios del siglo XX» por imponer en el Congo una tiranía brutal, responsable de la muerte de entre cinco y ocho millones de personas y de la explotación de las riquezas de esa tierra a través de la Société Anonyme Belge.
A juicio del escritor peruano, la lucha de Roger Casement en defensa de los centroafricanos bien puede ser considerada la primera gran campaña en favor de los derechos humanos del siglo XX: «Quienes, con base en una audacia y perseverancia formidables, consiguieron movilizar a la opinión pública internacional contra las carnicerías congolesas de Leopoldo II fueron un irlandés, Roger Casement, y el belga Morel. Ambos merecerían los honores de una gran novela. El primero fue, durante un tiempo, vicecónsul británico en el Congo, y desde allí inundó la Foreign Office con informes lapidarios sobre lo que ocurría».
Este ensayo se publicó en 2001. Siete años después, Mario Vargas Llosa se dispone a hacer honores a Roger Casement y lo hace dedicándole una gran novela.
Mario Vargas Llosa se ha mostrado muy activo políticamente a lo largo de su carrera. Fue candidato a la presidencia del Perú en 1990 por el partido de centro-derecha Frente Democrático y hoy expresa sus opiniones en torno a la realidad latinoamericana y mundial a través de las columnas que publica en el periódico El País. En esta entrevista, manifiesta esa faceta política al opinar sobre la política latinoamericana y las grandes amenazas que a su juicio se ciernen sobre la región.
¿Le preocupan las intromisiones de Chávez en la política interna de los países latinoamericanos?
Desde luego que me preocupan mucho las intromisiones de Chávez. Creo que Chávez es hoy el peligro mayor que tiene la democracia en América Latina. Él tiene un modelo, un modelo de socialismo autoritario, que quiere imponer, y para eso está utilizando los petrodólares. Eso constituye un gran peligro y creo que los países latinoamericanos deben hacer causa común en defensa de lo más precioso que tenemos, que es el sistema de legalidad, de libertad que permite el desarrollo. Las dictaduras no han traído jamás desarrollo a ningún país, ni las de izquierda ni las de derecha. La defensa de la democracia es absolutamente indispensable y en esto debe haber una solidaridad latinoamericana.
¿Teme un rebrote del armamentismo en Latinoamérica?
Temo el aumento del armamentismo, desgraciadamente. El nacionalismo está muy fuerte todavía en América Latina, está muy arraigado, y una de las consecuencias son esos gastos, completamente astronómicos, disparatados, para países pobres como los nuestros. Estamos armándonos ¿para qué?, ¿para matarnos?. O, en todo caso, para dar a poder a los ejércitos. En la sociedad latinoamericana ya sabemos, por experiencias del pasado, y algunas no muy antiguas, lo que significa tener ejércitos muy poderosos armados hasta los dientes en países pobres, de instituciones frágiles.
¿Se mantendrá sólo como observador de la situación política americana?
Participo como escritor. Para eso escribo, para eso hago periodismo. Esa es yo creo una de las funciones del escritor, del intelectual: participar en el debate cívico. Esa es la razón por la que yo hago periodismo, pero digamos no voy a participar en política activa, profesional.
¿Lo descarta absolutamente?
Participé en política activa una vez, fue una experiencia muy excepcional, por razones también excepcionales, pero yo soy, y era incluso en esos años, sobre todo un escritor.
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