Fotografía: PatMic
Un momento de la representación en los jardines del Museo del Levantamiento de Varsovia.

La ópera D’ARC, creada por Krystian Lada para el 80.º aniversario del Levantamiento de Varsovia, explora la libertad a través de la historia de tres mujeres de diferentes épocas.

Juana de Arco no está en 1429. No está en Orleans. Cabalga, majestuosa y desafiante, por un parque en Varsovia. Es 2024 y la soprano Gabriela Legun porta consigo esa energía incandescente, ese anhelo de libertad que no puede ser doblegado. La guerra y la resistencia, siempre dos caras de la misma moneda. No importa el nombre de la ciudad o el enemigo. Los relatos de la libertad se parecen mucho entre sí, aunque se repitan en voces distintas.

Tres mujeres y tres momentos. Una heroína medieval que desafía a la brutalidad con un mensaje claro: la fe puede más que cualquier ejército; Joanna, una insurgente polaca, atrapada en la pesadilla de 1944, que no eligió la guerra pero es absorbida por ella; y Joan, una fotógrafa contemporánea en París que hereda las cicatrices de una historia que nunca vivió, pero que está tan presente como si fuera suya.

La ópera no transcurre dentro de las paredes de un teatro. El público no solo asiste, sino que se adentra en la narración. El Museo del Levantamiento de Varsovia se convierte en la escena, los pasillos, las escaleras, el aire denso de la ciudad. Hay algo visceral en esta producción que no permite observar como mero espectador. A los visitantes, divididos en grupos, los guían los «ángeles de la historia», figuras fantasmagóricas del pasado que representan el eco sordo del silencio de los aliados ante la resistencia polaca. Los auriculares convierten el sonido en algo personal, una experiencia que se ajusta a cada uno mientras camina, tropezándose con la memoria misma.

La ópera se despliega en tres capas de tiempo, como si la historia pudiera ser acariciada por un tacto igual al que sienten los personajes. Juana de Arco, en 1429, busca salvar su ciudad con su espada y su fe; en 1944, Joanna lucha por liberar Varsovia y encara la traición de quienes la observan sin intervenir. Enfrente, su nieta, Joan, descubre la historia de su abuela cuando examina fotografías antiguas, fragmentos que la conectan con la memoria de quienes nunca la conocieron.

Las tres, distantes en el tiempo y el espacio, son un solo grito y un solo dolor. La libertad no es simplemente un derecho: es un sacrificio. La obra se detiene en esos momentos donde la violencia es tan brutal que cualquier atisbo de belleza parece un agravio. Joanna, en medio de su lucha, no solo se enfrenta a las fuerzas militares. También a su propio deseo de algo más: la belleza, tocar su violonchelo, la necesidad de sentirse hermosa incluso cuando la muerte se cierne sobre ella. Dobrawa Czocher encarna la fragilidad dentro de la resistencia: nadie le preguntó si quería luchar, pero, como tantas otras mujeres, acabó formando parte de la guerra. Su esfuerzo, aunque ausente de los libros de historia, permanece en los cimientos de cada ciudad que resistió.

A través de los ojos de la presencia discreta de Joan, la nieta, el espectador se sumerge en la actualidad, pero también en el pasado: escucha la guerra, la devastación, los llantos ahogados. Grochowska logra encapsular esa tensión entre los tiempos, entre la memoria heredada y la lucha que nunca termina. Su monólogo, lleno de contradicciones, refleja el peso de una historia que no se ha acabado de contar. Ella observa las fotos de su abuela, se enfrenta a la ciudad de la muerte, Varsovia, y se pregunta si entre las ruinas, entre las bombas, alguna vez se sintió amor. Como si el amor, aparentemente ajeno a la guerra, pudiera surgir en los rincones más oscuros de la humanidad.

El espacio vacío se convierte en parte esencial. La escenografía, tan desnuda como las ruinas de la guerra, pone de relieve las emociones que surgen del corazón de los personajes. Los movimientos de los actores son sencillos pero profundos. Cada gesto está cargado de significado. La fusión entre las composiciones contemporáneas y las piezas históricas nos hace sentir esa continuidad. Los siglos se disuelven en la música. El pasado y el presente son un mismo ciclo de dolor, resistencia y esperanza. La ópera no termina con la caída de un ejército ni con la victoria de una causa. Termina cuando el espectador se enfrenta a la memoria, a las sombras del pasado y a las grietas del presente. D’ARC es una obra sobre el recuerdo y el olvido, de lo que se perdió y lo que queda por reivindicar. La historia no acaba, no puede acabar.

Un lugar en la academia

D’ARC es una ópera interdisciplinar dirigida por Krystian Lada, con libreto de Anka Herbut y Łukasz Barys, música de Dobrawa Czocher, Wojciech Błażejczyk, Teonika Rożynek, Rafał Ryterski y Roman Padlewski (compositor de la resistencia que falleció durante el levantamiento de Varsovia). Fue producida por el Museo del Levantamiento de Varsovia y la Ópera Nacional de Polonia para conmemorar los ochenta años del levantamiento de 1944. Estrenada en verano de 2024 como una experiencia inmersiva en la capital polaca.

El director

Krystian Lada es director de ópera, dramaturgo y libretista polaco. Con formación en filología y dirección escénica, ha trabajado en prestigiosos teatros de ópera como La Monnaie en Bruselas y Deutsche Oper Berlin. Fundó The Airport Society, colectivo centrado en obras con impacto social. Sus trabajos abordan temas como el exilio, la identidad y la memoria. D’ARC confirma su apuesta por un teatro contemporáneo, interdisciplinario y comprometido social e históricamente.

Fotografía: Daniel Sadrowski


 

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