Crítica cultural Escena Nº 723
Segunda piel

Los vestidos de Pasolini encuentran nueva vida en el cuerpo de Tilda Swinton.
Crítica cultural Escena Nº 723

Los vestidos de Pasolini encuentran nueva vida en el cuerpo de Tilda Swinton.
En Embodying Pasolini, el vestuario original de las películas del realizador romano cobra vida en un ritual silencioso donde el cuerpo de Tilda Swinton se convierte en archivo, escenario y memoria.
No hay diálogos ni trama. Tan solo la vibración de una presencia que busca reencarnar la memoria de las cosas que permanecen. Tilda Swinton no interpreta a Pasolini; se deja atravesar por él y se ofrece como médium de una liturgia textil donde los trajes no son disfraces ni utilería, sino algo parecido a las reliquias. Túnicas, capas, camisas y vestidos que Danilo Donati diseñó para las películas del cineasta romano y que ahora, décadas después, se despliegan en el escenario como fragmentos de una obra en tela. Cada movimiento de la británica es minucioso y reflexivo. Cada vez que introduce su brazo en una manga o pliega una túnica, es como si nos testara un verso sagrado.
La idea no surgió como espectáculo, sino como un diálogo interior. Pasolini fue una figura clave para Swinton desde sus años de estudiante. Fue, por así decirlo, su primer amor cinematográfico, la primera hendidura en su educación visual. Recuerda el efecto que le provocó el documental Paracuci sobre el amor (1964), que le pareció romántica y punk. Desde entonces, Pasolini se convirtió en una voz interior que le hablaba sobre la belleza de lo marginal o el poder de la mirada.
La colaboración con Olivier Saillard, historiador de la moda y exdirector del Palais Galliera —el museo de la moda de París—, le permitió abordar aquel diálogo como una pieza teatral. Juntos han colaborado en cinco proyectos desde 2012. Han desarrollado una investigación escénica en torno al vestuario como archivo vivo, forma de lenguaje y vehículo de memoria. Su primera obra conjunta, The Impossible Wardrobe (2012), mostraba a Swinton manipulando prendas históricas de los fondos del museo. Le siguió Eternity Dress (2013), donde el proceso de creación de un vestido se volvía un ritual. En Cloakroom (2014) invitaban al público a dejar una prenda personal que Swinton trataba con reverencia. En Voi siete la moda (2015) interpretaban fragmentos de textos escritos por diseñadores, críticos y modistos, donde la palabra tejía un discurso íntimo sobre el vestir. Ahora, en Embodying Pasolini, imaginan un espacio donde ella pudiera habitar esos trajes no como actriz, sino como una comisaria. La escena se convierte en una pasarela que deviene museo. Pero los cambios no se hacen sonido ni con violencia en el ritmo: comienza en el desembalaje de las piezas, sonido quién desenvuelve un regalo y las desdobla con unción.
Swinton se acerca a los trajes como si fueran cuerpos dormidos. Los toma, los sostiene, los deja caer. A veces se les prueba para sentir su peso, su temperatura, su tacto. Preparando esta obra, dijo que los vestuarios de cine contienen «un momento fantástico congelado en el tiempo», una energía que sobrevive al rodaje y que puede despertar pasados los años si se le da el contexto adecuado. Esa energía se manifiesta en cada pliegue, en el roce de una manga que roza una vez el brazo de María Callas. Las telas son como una piel por la que han pasado muchos años: conservan el olor, el gesto, el temblor. Pasolini lo sabía cuando dijo que «el vestuario no es solo una cobertura para el cuerpo; es la segunda piel que revela la historia secreta de quien lo lleva».
Por eso Danilo Donati no diseñaba ropa para cine: inventaba un lenguaje de texturas, volúmenes y materiales que hablaba sobre los cuerpos. Swinton los recibe en escena con una mezcla de devoción y extrañamiento. Son trajes que encarnaron a campesinos y a niños bíblicos, a prostitutas y a reyes. Ropa que cuda sangre. El público no contempla una representación, sino un ejercicio de arqueología textil. La propuesta creativa de Pasolini—hablará ahora desde los tejidos pasando por el cuerpo de la actriz.
El resultado no es teatro, ni desfile, ni instalación. Es un umbral que Swinton transita con la gravedad de quien se sabe portadora de algo que no le pertenece del todo. No toma protagonismo. Se ofrece. Se vuelve político ese gesto que invita a mirar sin hacerlo del todo, a escuchar sin sonido, a sentir sin necesidad de explicarse. Aquí, el silencio se vuelve un idioma.
Durante años, Swinton trabajó con cineastas que estaban imbuidos de la sensibilidad de Pasolini, como Derek Jarman, Luca Guadagnino, Bong Joon-ho, y Apichatpong Weerasethakul. En esta obra se une a ese gesto tan pasoliniano de hacer encarnar lo que está marginado, de hacer poesía con lo que el mundo desecha. Su cuerpo —liviano, andrógino, elástico— se convierte en pantalla de proyección.
Desde 2012 Tilda Swinton y Olivier Saillard han creado cinco proyectos que exploran el vestuario como territorio vivo y lenguaje escénico. En The Impossible Wardrobe, Swinton manipulaba prendas históricas sin hablar; en Eternity Dress, encarnaba la creación de un vestido como rito. Cloakroom transformaba prendas del público en objetos cargados de memoria, y Voices of Fashion ofrecía una lectura performativa de textos sobre moda.
UN LUGAR
EN LA ACADEMIA
Embodying Pasolini es una performance escénica creada e interpretada por Tilda Swinton, en colaboración con el historiador y comisario de moda Olivier Saillard. La obra se construye a partir del vestuario original diseñado por Danilo Donati para las películas de Pier Paolo Pasolini, y propone una liturgia silenciosa donde cuerpo, ropa y memoria dialogan sin palabras. Producción del Festival Malta de Poznań y el Palais Galliera – Musée de la Mode de París. Estrenada en 2021, se ha presentado como un rito performativo en el Teatro Polskie de Poznań.
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