Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Aventuras de una familia en un emirato

Texto y fotografía Marta Manzarbeitia [Der 11]

Marta Manzarbeitia [Der 11] y Pedro Sigaud [PhD Com 14] se fueron a vivir a São Paulo después de casarse, en 2012. Hace casi un año decidieron cambiar Brasil por Emiratos Árabes y, con sus dos hijas, aterrizaron en Dubái.


Llevábamos viviendo en são paulo casi cinco años cuando Pedro recibió una oferta de trabajo de la facultad de Comunicación de la American University in Dubai (AUD) para implantar y dirigir un máster en Liderazgo y Comunicación en los Medios de Comunicación. Aunque ninguno de los dos habíamos pisado nunca los Emiratos Árabes, decidimos lanzarnos. Así que, en plena Navidad, aterrizamos en Dubái la familia al completo, dispuestos a empezar una nueva aventura. Como nuestras hijas son pequeñas —Ana tiene cuatro años y dos Isabel—, nos pareció que era un buen momento para vivir una experiencia diferente. 

Semanas antes de venir, oímos opiniones variadas: que era un lugar muy seguro y cómodo para las familias, que el calor en verano era durísimo y que no conseguías refrescarte ni en el mar...

Ahora llevamos casi un año y el balance general nos parece muy positivo. Dubái es una población muy moderna y muy bien estructurada. Nosotros todavía no hemos conseguido ir al desierto, pero hemos podido hacer muchos de los planes que ofrece Dubái: es la ciudad de la diversión y del entretenimiento. Además de disfrutar de los abundantes espacios públicos (playas, zocos, paseos o parques) existen actividades muy variadas:  esquiar en las dunas o en una pista de nieve artificial, asistir a las carreras de caballos, ir a la ópera, bañarte con delfines o jugar en LegoLand. 

En Dubái les encanta el lujo y batir récords. Tienen la torre más alta del mundo, el Burj Khalifa, y han anunciado que construirán otra aún más alta, The Tower, para garantizar que seguirán durante mucho tiempo por delante de otros países. ¡En total tienen más de cien récords Guinness! 

Pero lo que más caracteriza a Dubái es su misión: quiere convertirse en un sitio que genere felicidad en todos los que pasan por aquí. Los gobernantes entienden que alcanzar un objetivo de tal envergadura es muy complejo, y saben que para conquistarlo han de cuidar del bienestar de los ciudadanos en todos sus ámbitos. El principal gobernante, Sheikh Mohammed Bin Rashid Al Maktoum, pone todo su empeño para que la ciudad se desarrolle no solo materialmente sino también intelectual y humanísticamente. De ahí que sectores como la educación, el diseño y las artes plásticas sean muy valorados. 

No es común encontrar una metrópoli con una misión propia, algo ambicioso y positivo. Con una población de extranjeros muy grande —aproximadamente el 66 por ciento del total de la ciudadanía no es árabe— este objetivo común ayuda a que exista un ambiente de optimismo y proporciona a sus habitantes un sentimiento de identidad propia. El jeque Mohammed ejerce el papel de CEO de la capital, gestionando cada ministerio y otras iniciativas como la Expo 2020. 

Todos estos elementos hacen que Dubái sea una ciudad muy abierta a los extranjeros y muy tolerante con las diferentes culturas, siempre que se respeten las tradiciones locales. Suele haber carteles en la entrada de centros comerciales y organismos públicos recordando a turistas y habitantes extranjeros que deben ser recatados a la hora de vestir y comportarse con discreción. Los autóctonos son conservadores y cordiales, así que llamar la atención a gritos o quejarse en un tono un poco agresivo puede chocar mucho. 

Un aspecto que diferencia a los Emiratos Árabes Unidos de algunos de sus vecinos del Golfo es que, aunque el Islam es la religión oficial, muchas confesiones tienen libertad de culto. Los gobernantes son bastante tolerantes y prueba de ello fue la donación de  terrenos que hizo el jeque a algunas confesiones para que construyeran sus templos. Los cristianos representan aproximadamente un 9 por ciento de la población total, y hay dos iglesias católicas donde se celebran misas en muchos idiomas. Forman parte del Vicariato Apostólico del Sur de Arabia (Emiratos Árabes Unidos, Omán y Yemen) y se dice que son las parroquias con más feligreses del mundo.

Un país de oportunidades

Nuestras hijas están muy contentas. No se enteran mucho del cambio que estamos viviendo, pero a veces perciben diferencias y preguntan cosas como «¿Por qué hay un hombre cantando fuerte en el castillo?», refiriéndose a la llamada a la oración de las mezquitas. Ana,  la mayor, empezó a ir al colegio nada más llegar para aprender inglés, el segundo idioma oficial. Como en Brasil hablaba en portugués, en casa hablamos en español, en el colegio le hablan en inglés y tiene clase de árabe, vive una especie de caos lingüístico y es capaz de utilizar tres idiomas en una misma frase. Pero los niños son auténticas esponjas,  así que Ana está aprendiendo inglés muy rápido y con mucho entusiasmo. Ahora ha empezado a imitar expresiones de la profesora, que es británica, y el otro día, paseando por el barrio con Pedro, al ver que el supermercado estaba cerrado por ser viernes —día festivo para los musulmanes— le salió del alma decir «Oh, dear! ¿Qué vamos a hacer ahora?».

Vivimos cerca de la famosa palmera Jumeirah y de la Marina de Dubái. Es un barrio bastante nuevo y muy interesante que se llama Media City, una de las zonas libres de impuestos para los negocios, que concentra alrededor de mil trescientas empresas de comunicación (agencias de publicidad y marketing, agencias de noticias, diarios, canales de televisión tanto locales como internacionales y medios en general). El campus de la AUD, donde trabaja Pedro, está en el corazón del barrio, y es un importante punto de referencia en la región. Los universitarios son tanto estudiantes locales o de países árabes como hijos de expatriados que al final optaron por quedarse en el país. La región necesita profesionales con talento, y al hacer los estudios universitarios en Dubái los alumnos terminan mejor preparados para las exigencias de los puestos de trabajo locales. 

Emiratos Árabes es un país muy reciente, con tan solo cuarenta y cinco años de existencia. Hay oportunidades de trabajo para todos los gustos y perfiles, y no únicamente en campos ligados al petróleo, construcción o turismo; el desarrollo de los sectores relacionados con la educación, la cultura, la salud y las nuevas formas de energía requieren, cada vez más, de profesionales cualificados. Pero, de modo general, todavía hay mucho espacio para emprendedores y profesionales de todos los campos. El hecho de ser un país nuevo y con muchos horizontes abiertos incentiva a trabajar duro y anima a pensar en las oportunidades que existen para quienes están dispuestos a arriesgarse y salir de su zona de confort. Además, trabajar junto con profesionales de otras nacionalidades es muy enriquecedor, porque permite vivir experiencias muy diferentes y desarrollar habilidades sociales y profesionales. Yo ahora llevo un mes trabajando de profesora de Español en un colegio británico. Después de tres años en un colegio de primaria en São Paulo y tras hacer el máster de Enseñanza en Lengua Extranjera, he podido encontrar trabajo bastante rápido.

Nuestra aventura todavía no tiene fecha de caducidad, así que, mientras vivamos aquí, estaremos encantados de enseñar la ciudad a todos los alumnos, antiguos alumnos y amigos de la Universidad de Navarra.