Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Vuelvo a la vida, vuelvo al Congo

Texto: Candelas Varela [Enf 93]

Después de veinticinco años en Kinsasa, Candelas Varela [Enf 93] tuvo que salir del país para tratarse una malaria que a punto estuvo de no contar. Hace un año que regresó a su patria de acogida, donde florece su pasión: dignificar la enfermería para mejorar la vida de la gente.


Foto principal:  El reencuentro de Candelas con su club de fans | Cedida

 

Kinsasa [República Democrática del Congo]. Volví a mi país adoptivo hace casi un año, el 28 de abril de 2023. Me repatriaron desde el Congo en un avión medicalizado porque me ahogaba. La malaria grave que contraje en un viaje a Camerún en julio de 2022 por poco me mata, y allí no disponíamos de medios para mi tratamiento. Con la ayuda de los profesionales del Hospital Monkole, los de la Clínica Universidad de Navarra, de miles de personas amigas del mundo entero y de mi familia, conseguimos pagar los cien mil dólares del avión medicalizado que marcó para mí la diferencia entre vivir o morir. ¡Menos mal! De vez en cuando, me paro a pensar en aquellos ocho meses que duró mi recuperación en España y en lo agradecida que tengo que estar a Dios y a todos. Con la rutina, a veces, se me olvida. 

Durante mi convalecencia me entrevistaron en Nuestro Tiempo y me preguntaron si Kinsasa era mi lugar en el mundo. Respondí que aquí me necesitan y yo los necesito; me siento útil y querida. «Por eso fui, por eso me quedé y por eso volveré», dije, y he cumplido. La acogida, ya desde el aeropuerto, fue increíble, a pesar de que, al pasar la aduana, retuvieron mi equipaje para inspeccionarlo —lo más raro que llevaba era un camelio— y me dije: «Bienvenida a Kinsasa». El incidente se me olvidó en cuanto vi las pancartas y las camisetas con las que me esperaba una representación de mi club de fans: Carmen Songo, Assina Kahamba y Patricia Ntumba. ¡Qué majas! Eran las seis de la mañana y llevaban dos horas esperando. 

Desde la primera vez que vine al Congo, en 1997, he dedicado nueve años al Hospital Monkole y los dieciséis siguientes a formar enfermeras y auxiliares en el Institut Supérieur en Sciences Infirmières (ISSI). A los pocos días de reincorporarme a la Escuela, me sorprendieron con una fiesta de bienvenida muy familiar. Hubo una misa de acción de gracias en la que cantaron las estudiantes y, juntas, lloramos de emoción. Me sentí arropada también por muchas antiguas alumnas; las que no pudieron venir mandaron su aportación para el ramo de flores, la tarta o el cóctel que tomamos para celebrar mi regreso. Durante las primeras semanas, hubo momentos para el reencuentro y para agradecer el apoyo recibido. Después llegó la vuelta al trabajo ordinario, la vida de todos los días, que es lo que más me gusta

 

Candelas con los hijos de Déborah, una antigua alumna, en Kananga | FOTO C. varela

 

  Vista aérea de Monkole e ISSI (detrás, con tejado gris) | FOTO: Santiago M. López @samlo

 

Esther, una enfermera de ISSI, atendiendo a un paciente | FOTO: Santiago M. López @samlo

 

UN TRABAJO QUE CAMBIA VIDAS

Aquí la gente se levanta muy temprano, para aprovechar la luz del sol. Yo estoy en pie a las cinco, y así el día da mucho de sí. Tres horas después, empiezan la jornada laboral y las clases, que se desarrollan hasta las cinco de la tarde. La enfermería es la mejor profesión que existe y en ISSI llevamos más de un cuarto de siglo volcadas en el gran reto de lograr su prestigio en este país. Este curso se han graduado 27 enfermeras, y en todo este tiempo son casi seiscientas Poco a poco, vamos viendo los cambios. ¡Ahora nuestras enfermeras son las más demandadas! El equipo de ISSI lo dirige otra antigua alumna de la Universidad, Nicole Muyulu [Enf 95]. Junto con ella, la directora de Estudios, Florence Lukadi, también congoleña, y yo, como secretaria administrativa, nos esforzamos por hacer de esta Escuela una Facultad de Ciencias de la Salud.

Ahora mismo me dedico a la coordinación de los proyectos de desarrollo que promovemos, la búsqueda de becas de estudios, de ayudas económicas para sustentar la actividad de la Escuela, los nuevos programas de formación de enfermeros en el Congo… Nunca ha dejado de apasionarme la formación de los profesionales de enfermería, y me ilusiona que en ISSI les damos un énfasis especial a aspectos infrecuentes en otros programas formativos como la deontología profesional, el humanismo o el liderazgo.

Me emociona pensar que está en nuestra mano cambiar la visión de su labor para humanizar los cuidados y aportar conocimientos a los ciudadanos sobre la prevención de enfermedades, para que puedan convertirse en actores de su propia salud. Aquí va un ejemplo muy concreto de cómo plasmamos esto último: hace cinco años, iniciamos un programa formativo dirigido a los maestros de primaria en higiene escolar —lavado de manos, reciclado de basuras, uso de los baños…— y otro para los vendedores de comida de las cercanías de los colegios, con el objetivo de mejorar la alimentación de los alumnos y la seguridad nutricional. 

De las tareas que hago, disfruto de forma muy especial con la comunicación y los proyectos: contar historias de nuestras alumnas, que tienen unas vidas increíbles, y conseguir recursos económicos para que salgan adelante. Historias como la de Ruth y su hermano Fils Mekani. Su madre se había ido de casa y, al cabo de un tiempo, su padre los abandonó en la calle después de haberlos maltratado. Durante varias semanas, vivieron de la caridad y luego los llevaron a un orfanato, donde al menos tenían techo y comida. Ruth residió en esa institución desde los cinco años —su hermano tenía siete—, pero al cumplir los dieciocho ya no podía quedarse allí. Entonces, a través de una alumna de primer curso de Enfermería de la Universidad de Navarra, le conseguí una beca para estudiar en nuestra Escuela. En la actualidad, vive con su hermano, que también hizo una formación con nosotros, y, gracias al empleo que consiguió después y a alguna otra ayuda, está estudiando técnico de laboratorio. En tres o cuatro años ya serán del todo independientes. No es solo una historia bonita para contar, son vidas reales que se vuelven un poco mejores con la palanca de nuestro trabajo. Con estas alegrías aquí, ¿cómo no iba a volver?

 

 Una promoción de enfermeras lanza sus birretes al aire tras graduarse | FOTO: ISSI

 


Categorías: Educación, Salud, Alumni