Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Cuatro amigos y una misión: transportar litros de esperanza y vida

Texto: Blanca María de la Puente  [Fil 14 Com 14] / Fotografía: The Water Van Project

En Latinoamérica mueren diez mil personas al año debido al consumo de agua contaminada. Impactados por esta realidad, Eduardo Salvo [Eco 10], Diego Félez, Chechu Pajares y Jorge Horno pusieron en marcha una iniciativa social con el reto de llevar agua limpia a treinta y dos comunidades olvidadas. Así nació The Water Van Project.


Cada vez que abrimos un grifo vemos inmediatamente salir la base fundamental de la vida. Es un agua cristalina, libre de bacterias, virus y sustancias tóxicas. Este gesto tan cotidiano es un privilegio del que carecen más de 663 millones de personas en el planeta, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin agua potable ni saneamiento, alrededor de 1,8 millones de niños menores de cinco años fallece anualmente  —uno cada veinte segundos— debido a enfermedades causadas por la insalubridad del agua. Un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) advierte de la magnitud del problema: el agua contaminada produce más muertes que cualquier forma de violencia, incluidas las guerras.

Esta triste e impactante realidad motivó que cuatro amigos de la infancia, naturales de Zaragoza, volvieran a reunirse a sus veintiocho años. Con el convencimiento de que todo el mundo debe tener acceso a la necesidad más básica del ser humano —el agua—, Eduardo Salvo [Eco 10], Diego Félez, Chechu Pajares y Jorge Horno («Coke») crearon The Water Van Project. Durante nueve meses recorrieron en una furgoneta más de veinticinco mil kilómetros en dirección sur, desde México hasta Perú, para repartir filtros de potabilización. Esta iniciativa solidaria, que mejorará la vida de más de quince mil personas los próximos diez años, también promovió hábitos saludables, como la importancia de consumir agua limpia, el uso responsable de este recurso y la higiene.

Tardaron dos años en planificar la misión. Sus primeras conversaciones comenzaron en septiembre de 2014 vía Skype. Por aquel entonces Eduardo y Coke trabajaban en San Francisco —como analista financiero en Polaris y product manager en Hewlett-Packard, respectivamente—, Diego era account manager en la oficina de Amazon en Madrid, y Chechu viajaba por el mundo como fotógrafo y editor de vídeo.

Para ellos, renunciar a una vida acomodada no fue una decisión difícil. Todos lo tuvieron muy claro. «Los cuatro compartíamos las ganas de dar un giro a nuestras carreras, tanto en el ámbito personal como en el profesional. Y nos ilusionamos ideando un proyecto propio que combinase viajar y ayudar», afirma Eduardo.

Viajar y ayudar, el binomio perfecto, pero ¿con qué rumbo? Una paradoja determinó su destino: el continente latinoamericano es la región con más recursos hídricos del mundo, pero proporcionalmente con menor acceso a agua potable. Además, tratar con una mayoría hispanohablante facilitaba la comunicación a la hora de impartir seminarios formativos.

Un filtro, una nueva vida.

Para luchar contra la crisis del agua, toda gota cuenta, y la suya tuvo forma de filtro purificador.  En total donaron novecientas trece unidades: ochocientas noventa y nueve familiares, capaces de proporcionar más de doce años de agua potable a una media de quince personas; y catorce comunitarias, destinadas a escuelas y hospitales, que proveen de agua potable a unas trescientas personas durante cinco años.

«Al demostrarles cómo funcionaban, creían que hacíamos magia. Algunas comunidades estaban acostumbradas a beber agua de color marrón —explica Eduardo—. Por eso, cuando veían que el agua se volvía cristalina en cuestión de segundos, y que además nosotros tomábamos un vaso, alucinaban». Pero, sin duda, el momento más emocionante era cuando ellos mismos la probaban: «Se les iluminaba la cara con enormes sonrisas, sobre todo pensando en los más pequeños».

En Latinoamérica las familias gastan mucho dinero en la compra y la recogida de agua. Estos dispositivos constituyen la solución más efectiva al problema y remediarán sus dramáticas consecuencias. Un filtro implica salud, pero también disponer de más recursos para invertir en educación, en creación de negocios o en lograr una mayor igualdad de género.

Su adquisición fue posible gracias a numerosas microdonaciones, que aportaron más de veinticinco mil euros. Y para su distribución contaron con el apoyo de las ONG locales, encargadas de asegurar en adelante la continuidad del proyecto.

A bordo de la «Perla Blanca», su casa y oficina durante nueve meses, recalaron en treinta y dos comunidades de seis países: México, Guatemala, Nicaragua, Colombia, Ecuador y Perú. A lo largo del trayecto, la furgoneta les dejó tirados en varias ocasiones y llegaron a pinchar más de diez ruedas. A fuerza de averías, el equipo reconoce haber hecho un pequeño máster de mecánica. Además, en Colombia sufrieron un buen susto cuando les robaron material de mucho valor para el proyecto. Pero, a pesar de los percances y del cansancio, físico y psicológico, en su balance figuran más buenas experiencias que episodios negativos.

Bajo llave guardan una lección que les acompañará toda la vida: esas personas les abrieron las puertas de su casa y de su corazón sin apenas conocerlos. Les enseñaron a amar, a dar sin esperar nada a cambio y a apreciar todo lo que tienen. Comprobaron en primera persona que con poco, o nada, se puede ser muy feliz. «Nos dimos cuenta de que el mundo está lleno de gente buena. Como la comunidad guatemalteca Quince de Octubre. Nos hicieron sentir parte de ellos desde el primer día. Y al marcharnos, después de dos semanas entrañables, sentimos que dejábamos atrás una nueva familia. Más de trescientas personas vinieron a despedirse personalmente a la furgoneta»,  relata Eduardo.

Guiados por las recomendaciones de la gente nativa, en el tiempo libre que les dejaba el proyecto, Coke, Chechu, Diego y Eduardo se dedicaron a conocer aquellas tierras de manera diferente. Descubrieron lugares paradisiacos donde aprovecharon para practicar sus aficiones: el surf, la escalada y la fotografía.

Los cuatro expedicionarios de The Water Van se esforzaron por hacer partícipes de la aventura a quienes, desde el otro lado del océano, habían confiado en ellos. Documentaron y compartieron todos sus pasos en la web, el blog y las redes sociales, y al final del viaje obsequiaron a sus followers y colaboradores con un documental que recogía logros conseguidos gracias a su apoyo y patrocinio.

Otro de los objetivos por los que encendieron el motor de su furgoneta era contribuir a crear conciencia social sobre la crisis mundial del agua. En línea con la labor que realizan organizaciones internacionales como Charity Water, Waves for Water o Water.org, la repercusión de la iniciativa en redes sociales, con más de treinta y cinco mil seguidores, desbordó sus expectativas.

No existe una única salida para resolver una cuestión tan compleja y global. Pero Eduardo, Chechu, Diego y Coke consideran que los ciudadanos, unidos y concienciados, tienen la llave. Como dice la máxima del escritor uruguayo Eduardo Galeano: «Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo». «Cuando los Gobiernos vean a una gran parte de la población comprometida con esta causa, seguro que pondrán en marcha la maquinaria necesaria para erradicar el problema», señala Eduardo.

The Water Van Project fue la respuesta pequeña de cuatro amigos al grito de auxilio de millones de personas de todo el mundo que mueren silenciosamente a causa de ingerir agua contaminada. Satisfechos por haber conseguido su misión, confiesan que el viaje que emprendieron juntos en febrero de 2016 ha resultado catártico: «A los cuatro nos ha hecho crecer como personas de una forma en la que todavía nos somos del todo conscientes».

Actualmente, su sueño continúa. El equipo colabora con la fundación Ayuda en Acción para lanzar un programa de voluntariado que llevará agua potable a más de once mil personas en comunidades de Bolivia y Colombia. Gracias a este proyecto de turismo solidario, jóvenes con las mismas inquietudes que Eduardo, Chechu, Diego y Coke podrán tener este verano su propia experiencia watervan. Porque «no hay mejor manera de viajar que ayudando en el camino».