Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

La capital de la cerveza y de la conciliación

Texto: Itziar Estévez Latasa 

Itziar Estévez [Ing Industrial 02] ha echado raíces en Múnich, la ciudad con más calidad de vida del mundo. Hace dieciocho años que se emancipó y, aunque desde entonces no ha parado de viajar, es la primera vez que se siente lejos de su familia. 


La primera vez que aterricé en Múnich fue en 2002. Quería descubrir qué se escondía detrás de los éxitos de la tecnología alemana. Vine junto a dos compañeros de la Escuela de Ingeniería-TECNUN, gracias a una beca Erasmus, para estudiar en la Universidad Técnica de Múnich. A diferencia de ellos, una vez terminó el semestre, opté por alargar mi estancia para acumular experiencia profesional en el extranjero y perfeccionar el idioma.

No tardé en adaptarme. La capital bávara roza el millón y medio de habitantes y, aunque resulta algo tradicional, tiene un marcado carácter universitario y abierto al mundo. Desde un principio valoré la calidad de vida y la gran oferta de actividades de ocio y cultura. En el ámbito laboral, tuve la suerte de empezar mi carrera en la emblemática fábrica de BMW, frente al estadio olímpico, en el corazón de Múnich. Allí  preparé el proyecto fin de carrera y contribuí a diseñar y optimizar líneas de producción. 

En 2006 decidí ampliar horizontes y me trasladé a Londres. Con la idea de combinar tecnología y administración de empresas, cursé un MBA en la London Business School. Durante el programa, que duró dos años, tuve la oportunidad de realizar prácticas en consultorías importantes relacionadas con el mundo de la inversión. Entre otras firmas, trabajé para Boston Consulting Group. 

Al cabo de cuatro años, regresé a Múnich. Hoy, recién cumplidos los cuarenta, sigo pensando que es una de las ciudades con mejor work-life-balance de Europa. Aquí he formado mi familia; mi marido es alemán, aunque también posee algo de sangre española, y tenemos dos hijas, de cinco y siete años. Vivimos en un pequeño apartamento en el céntrico barrio de Schwabing, al lado del Englischer Garten. Mis hijas disfrutan recorriendo con las bicis este parque urbano, uno de los más grandes del mundo. Les encanta hacer pausas para refrescarse los pies en el río Eisbach y tomar un pollo con patatas en alguno de los biergarten. Estas terrazas al aire libre son un punto de encuentro muy popular en Baviera: compañeros de trabajo, familia o amigos se reúnen en un entorno informal con una jarra de cerveza, por supuesto, de litro. Una particularidad de estas cervecerías es que puedes llevar tu propia comida, como en un pícnic. 

 

Las hijas de Itziar disfrutan de la escapada al lago Woerthersee, en Austria.

 

Muchas veces nuestro paseo termina en el rincón de los surfistas. Por muy insólito que parezca, en un arroyo del Englischer Garten se forma una pequeña ola que suele estar muy concurrida: incluso guardan turnos día y noche como niños esperando a que se quede libre un columpio. Es divertido ver pasar por la ciudad a jóvenes con el neopreno puesto y la tabla bajo el brazo, incluso con temperaturas bajo cero.

Los fines de semana nos gusta salir y disfrutar de la naturaleza en los Alpes. Durante el invierno, esquiamos y nos subimos al trineo —hay pistas de más de diez km—; en verano, nadamos en los lagos, hacemos barbacoas al borde del río Isar o navegamos por su cauce hasta llegar a Múnich.

El tiempo libre lo pasamos en compañía de amigos: algunos españoles que llegaron hace años, gente del trabajo, un grupo de egipcias, incluso un amigo de infancia, Luis Esteban Unzu, con quien fui al liceo en Francia y compartí los cinco años de carrera en el campus de San Sebastián.

Ha pasado una década desde que me instalé definitivamente en Múnich, donde me he dedicado a inversiones de capital riesgo en pequeñas empresas y start-ups de tecnología, primero para Siemens y desde 2019 para un fondo privado llamado Iris Capital. El año pasado también tuve la oportunidad de reconectar con Tecnun cuando acudí a Gipuzkoa a recoger el I Premio San Sebastián Connecting Talent, que reconoce la trayectoria internacional en el campo de la innovación y la empresa. Desde estas líneas  aprovecho para agradecer a la Escuela que me propusiera como candidata.

 

CONFINADOS LEJOS DE CASA

En la primera ola de la pandemia, me resultó desconcertante el cierre de las fronteras dentro de la Unión Europea durante el confinamiento. Nací en Irún y desde los tres años cruzaba a Francia a diario para ir a la guardería y al colegio. Ahora, al no tener la opción de desplazarme libremente de un país a otro, la distancia cobra otra dimensión: por primera vez me siento lejos de la familia y sin posibilidad de echarles una mano en caso de complicaciones. 

En julio, nos enfrentamos a un dilema, ya que si pasábamos las vacaciones en San Sebastián, como todos los años, a la vuelta tendríamos que permanecer en cuarentena. Nos asaltaron las dudas: ¿cómo percibirían los compañeros de trabajo y los demás padres del colegio el hecho de viajar a una «zona de riesgo» sabiendo que las autoridades alemanas lo desaconsejaban?, ¿cancelarían el vuelo a última hora?, ¿cuándo podríamos volver a ver a la familia?

La propagación del covid-19 en Alemania se vivió también con tensión, pero sin un confinamiento estricto. La medida más dura la sufrieron los niños —y los padres— al cerrar los colegios durante dos meses y medio. En casa, hacíamos turnos entre homeschooling y teletrabajo. Como muchas familias, nos centramos en proporcionar a nuestras hijas una rutina completa a pesar de todo: paseos en bici, momentos creativos, tiempo para desahogarse y divertirse... Más confusa me pareció la fase tras el confinamiento porque nuestros trabajos requerían especial atención y los niños seguían en casa ya con muestras de fatiga

 

 Itziar representó a Iris Capital, donde trabaja hoy en día, en las jornadas United Tech.

 

Mucha gente me pregunta cómo han conseguido los alemanes contener la pandemia. En mi opinión, pasarán años hasta que se entiendan todos los factores que han influido, como la densidad de las ciudades, la contaminación, los hábitos de vida, la asistencia médica, etcétera. En cualquier caso, está claro que Alemania tuvo una ventaja de tiempo en la primera ola y pudo aplicar medidas moderadas —en comparación con Italia, España, y Francia— antes que los países vecinos. 

Pienso que una de las medidas más eficaces para controlar nuevos brotes ha sido limitar el ocio nocturno. Y, por encima de todo, la distancia social en Alemania es algo natural: los alemanes, como los nórdicos, no se acercan tanto, hablan menos y más bajo, la gente mayor no está tan integrada en la sociedad y tampoco hay cultura del aperitivo en el bar.

Este verano muchos alemanes han optado por quedarse cerca, disfrutar de los lagos en Austria, de los Alpes, del Mar del Norte... Nosotros, al final, decidimos disfrutar un verano más de nuestros seres más queridos y del País Vasco.