Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Un nuevo comienzo en Tierra Santa

Texto: Carmen Rodríguez Eyré [His 68]  

Tras la muerte de su madre y a punto de jubilarse, alguien le sugirió a Carmen Rodríguez Eyré [His 68] marcharse a Jerusalén. Nuevos aires, nueva vida  y nuevos retos en su actividad de voluntariado.


Tiempo de lectura estimado: 6 minutos

 

JERUSALÉN [ISRAEL]. Me habría gustado escribir estas letras desde la objetividad, con el tono ligero y amable de un cronista desapasionado, pero me temo que no puedo. Escribiré desde la vivencia, la emoción profunda, el agradecimiento de quien inaugura una nueva juventud a la edad en que otros se jubilan. Así fue como aterricé en Jerusalén el 27 de noviembre de 2011 para colaborar en la asociación Madaba, con el espíritu de una voluntaria que acepta temporalmente —me habían hablado de tres años— un papel sin definir: apoyar, animar, reforzar… Palabras que día a día tendría que llenar de significado: el gran reto de la libertad

Conservo, entre mis libros favoritos, Viajes con Heródoto, de Ryszard Kapuscinski.  El autor cuenta que en su juventud soñaba «con pasar la frontera», una frontera espacial. Pero, de la mano del historiador griego, se introduce en otro tiempo, otros hechos y otros hombres, distintos y semejantes en su identidad más profunda con los que va coincidiendo. Unidad, universalidad, diversidad. Algo así sucede en  Jerusalén, la ciudad multisecular —destruida y reconstruida— en la que se puede tocar la grandeza de Dios y la miseria de los hombres. 

 

UN COSMOPOLITISMO ÚNICO

Al día siguiente de mi llegada, Mercedes Rubio [Fia 91], que habla varios idiomas, también el hebreo, me acompañó a la Ciudad Antigua. Por primera vez recé en el Calvario, en el Santo Sepulcro y me asomé a la Vía Dolorosa. No son emociones fáciles de reflejar en un papel y se mezclan con muchas otras vividas en esos primeros momentos: el canto del muezzin a las cuatro  de la mañana, los judíos religiosos de negro riguroso y sombreros de ala ancha que dejan asomar tirabuzones; las niñas modositas, vestidas de oscuro, como salidas de un orfanato del siglo XIX; las musulmanas con sus pañuelos a la cabeza, anudados de forma muy distinta a las israelíes; la espléndida belleza de las murallas y los edificios de piedra; los puestos de souvenirs, abalorios y comida, sin solución de continuidad; el reposo en las calles cuando se anuncia el sabbat;  la increíble riqueza de los diferentes cultos cristianos; las diversas lenguas —hebreo, árabe, ruso, griego, armeno— cada una con su alfabeto; los peregrinos del mundo entero… Un cosmopolitismo único y contrapuesto al de las grandes urbes de Occidente, que me parecieron de pronto excesivamente homogéneas…. Y la luz, mucha luz. Palmeras, limoneros, naranjos, cipreses, olivos, buganvillas multicolores se asoman por todas partes a las calles en cuesta, abiertas a perspectivas inéditas.

Me matriculé en clases de hebreo, pero enseguida comprendí que no llegaría muy lejos e hice un cálculo: ¿cuántas personas hay en Jerusalén que hablan español, francés e inglés con las que podría entablar comunicación? Varios miles, suficientes para bloquear mi agenda de contactos. Sin proponérmelo había asimilado mi  primera lección: no sufras por lo que no eres capaz de hacer, pero haz siempre todo lo que puedas.

 

Hace ocho años que Carmen llegó a Jerusalén como voluntaria de la asociación Madaba

 

Me gusta el teatro. A veces veo la vida como un espectáculo, el gran teatro del mundo en el que todos desempeñamos un papel. Decidí cultivar el mío porque el lenguaje corporal, la sonrisa o la propia imagen son aspectos que en esta tierra revisten una importancia inusitada para un occidental. Aquí la identidad se afirma con fuerza en el vestido y en las tradiciones familiares y sociales, religiosas o no, que forman parte de la vida cotidiana. 

Tengo decenas de amigas: unas me presentan a otras, me introducen en sus círculos, me acogen en sus vidas.… Amiga, cuñada, hermana mayor, madre de la amiga, abuela…. En esa inmensa variedad, me conmueve sobre todo el heroísmo con el que no pocas mujeres defienden su libertad de conciencia, su derecho a pensar, su resistencia silenciosa a dejarse absorber por la presión colectiva en un país que sigue siendo confesional y en el que la igualdad  entre hombres y mujeres dista mucho de ser una realidad hoy.

Jerusalén es un lugar de encuentro, o, visto desde otro ángulo, de búsqueda. Recibe a gente de todo el planeta que busca a Dios con corazón sincero, o que no lo buscaba pero se lo topa de pronto porque algo le interpela y necesita saber, necesita entender, necesita conocer. Ausencia y presencia, búsqueda y encuentro; una mano amiga que acoja y acompañe, que ayude a rehacer itinerarios, a reorientar los pasos. Algo así como lo que les sucedió a los Reyes Magos, que perdieron de pronto la estrella y tuvieron que preguntar.

 

EL MOMENTO DEL CAMBIO

Aunque soy profesora agregada de bachillerato, solicité la excedencia. Ejercí en Ciudad Real y en Madrid, donde tras trabajar unos años en el mundo editorial, a mediados de los noventa pasé al sector no lucrativo y comencé a desarrollar tareas de promoción y formación de voluntariado. En ese ámbito he desarrollado mi actividad profesional desde entonces, casi siempre enfocada en la creación de nuevos proyectos dentro de las organizaciones. 

En 2011, tras la muerte de mi madre y en vísperas de mi jubilación, mi amiga Margarita Palacios me planteó la posibilidad de venir a Jerusalén para aportar mi granito de arena en la asociación Madaba. Desde esta entidad he contribuido a impulsar un programa orientado a construir la paz a través de la familia, que me ha puesto en contacto con mujeres de todas las nacionalidades y culturas. 

En agosto también empecé a colaborar con Saxum Visitor Center, un nuevo centro multimedia sobre los Lugares Santos y la Biblia ubicado en Abu Ghosh, a unos pocos kilómetros de Jerusalén. Está pensado para ayudar a los peregrinos y turistas de Tierra Santa a entender mejor lo que visitan. Promovido por la prelatura del Opus Dei, el proyecto ha sido construido y continúa creciendo gracias a los donativos de personas de todo el mundo. Desde su inauguración en febrero, ha recibido ya a miles de peregrinos de los cinco continentes. Es muy significativo el interés que suscita entre los judíos y fieles de otras confesiones cristianas. Yo me estrené acompañando a un grupo de protestantes evangélicos de Burkina Faso que se entusiasmaron con el recorrido.

 

Carmen con el primer grupo al que acompañó en Saxum Visitor Center

 

En la hora y media que dura el itinerario, el visitante puede interactuar espacial y temporalmente, como un personaje más, con la historia narrada en el Antiguo y Nuevo Testamento. Una historia que ha marcado la cultura, los monumentos, los  escritos, las tradiciones de estas tierras… Y que permanece siempre viva, en los caminos, el paisaje, la luz, el aire. 

A mí, aunque no sea lo más importante, me gusta mucho seguir la línea del tiempo desde Abraham y los profetas hasta Jesucristo, en sincronía con los hechos más relevantes de la historia universal, quizá porque me ha ayudado a comprender mejor que, en realidad, no es el hombre quien busca a Dios, sino Dios mismo el que, con  paciencia infinita, sale al encuentro de los hombres, de cada hombre, generación tras generación.  

Me gusta soñar y aquí es fácil hacerlo: saltar en este espacio concreto la barrera del tiempo. Si en algún momento viajáis a esta tierra ávidos por explorar su belleza y sus misterios, podéis venir a buscarme en el Saxum Visitor Center. Os estaré esperando con los brazos abiertos.