Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Covadonga O’Shea volvería a vivir

Texto: María Tapias Fraile Foto de apertura: José Juan Rico Barceló  

En plenos Sanfermines de 1958 decidió matricularse en la primera promoción de Periodismo del Estudio General y, como las clases empezaban meses más tarde, también se matriculó en Filosofía y Letras. Covadonga O’Shea consiguió los dos títulos. Formó parte del equipo fundador de la revista Telva y la dirigió durante veintisiete años. En 2001 puso en marcha el Instituto Superior de Empresa y Moda, que una década después se incorporó a la Universidad de Navarra. Se convirtió, así, en la primera alumni en fundar y dirigir un centro de la Universidad. A la edad de 85, acaba de publicar sus memorias: Volvería a vivir. Incluso en los días nublados.


 


«Los de la maleta»

Este perfil de Covadonga O’Shea es la entrega número trece de «Los de la maleta», una serie de reportajes y entrevistas para conocer a los pioneros que levantaron lo que hoy es la Universidad de Navarra.

 

 

«Un verano me fui con mis amigos a los Sanfermines. El plan consistía en aguantar dos días en pie, de los encierros a la fiesta, y descansar en un campo abierto, donde ahora está la Universidad. Nuestro lema era: “Tonterías, ni media”», cuenta Covadonga O'Shea [Com 63] (Bilbao,1937). La fiesta grande de Pamplona iba a ser para aquella adolescente inquieta el ínterin entre un año en París, donde descubrió el periodismo, y el inicio de una licenciatura en Alemania. La querencia por ese país le venía de su abuelo materno, a quien admiraba sin haberlo conocido, y que se había formado allá como ingeniero.

Sin embargo, «en Pamplona, charlando al aire libre; entre copa y copa, uno de mis amigos me dijo que iba a estudiar Periodismo ese curso en el Estudio General», recuerda. Aquello fue una especie de detonante que la marcó para siempre. «Pensé que yo también podía hacerlo. Al llegar a mi casa, conté mis planes de estudiar en Pamplona». El Instituto de Periodismo abría sus puertas ese mismo octubre. La de O’Shea, que empezó su carrera en 1958, sería la primera promoción. Su padre le acompañó a matricularse y, como los estudios de Periodismo no empezarían hasta octubre, se inscribió también en Filosofía y Letras. 

La inquietud por contar lo que sucedía se había gestado en O’Shea no mucho antes. La joven bilbaína tuvo una madre adelantada a su época y quiso que sus hijos aprendiesen idiomas. Les hablaba en inglés y, en el colegio, el Sagrado Corazón de Bilbao, estudió en francés. Cuando terminó sus primeros estudios, hizo un curso de Lengua y Civilización Francesa en la Sorbona y se alojó en casa de unos amigos de sus padres en la Avenue Marceau de París.

Lo que allí aprendió le fue de gran ayuda para moverse con soltura en la vida porque, gracias a aquellas clases para extranjeros, pudo entender mejor Europa y el mundo. Y descubrió la moda. Acudió por primera vez al pase de una colección. Era de Christian Dior y lo presidían los príncipes de Mónaco. Las modelos hacían una reverencia al pasar frente a ellos. Al día siguiente, vio otro desfile de la casa Lanvin. Poco después, el 24 octubre de 1957, cuando O’Shea se dirigía al metro para llegar puntual al aula, vio un revuelo de personas agolpadas a la puerta del 30 de la Avenue Montaigne. Se acercó a un periodista y le preguntó si el maestro Dior estaba en la ciudad. Con tono fúnebre le respondió: «Non, madame, il est mort». Ese jueves no fue a clase. Se dedicó a seguir a los cada vez más numerosos admiradores del genio que se congregaban en su casa. Llevaban nardos blancos que fueron depositando en la plaza de l’Étoile, hoy Charles de Gaulle. Sin esperarlo, descubrió el periodismo. 

 

—Clases en un museo. O’Shea (segunda a la izq.) fue una de las cinco chicas de la primera promoción de Periodismo. | FOTO: Archivo Universidad de Navarra
 

El curso 1958-59 empezó en la Cámara de Comptos. Aún no había campus ni residencias universitarias. Covadonga O’Shea vivía en un piso de la plaza del Castillo con otras estudiantes. En 1962, cuando se inauguró el Colegio Mayor Goimendi, le pareció un palacio. Al año siguiente terminó las dos carreras y consiguió su carnet de periodista. De aquel vibrante periodo fundacional se le grabó con especial intensidad la figura de Antonio Fontán, promotor y primer director de Nuestro Tiempo, catedrático y decano de Filosofía y Letras y primer director del Instituto de Periodismo. Le enseñó Latín a Covadonga O’Shea, que recuerda el contraste entre «don Antonio con sus ideas —un pensador que a la vez era un señor, entiéndase bien, andaluz—, y los otros profesores, más prácticos y de hacer cosas». Pasado el tiempo, O’Shea valoró más el esfuerzo de Fontán, de su categoría humana e intelectual y de cómo puso su empeño en llevar a buen puerto la Universidad de Navarra y las distintas empresas en las que participó.

 

TELVA, 30 AÑOS EN PIE DE GUERRA

Apenas hubo chicas en aquella primera promoción. Cinco, en concreto, y diecinueve varones. Si la mujer española no se había incorporado al mercado, mucho menos iba a formarse para conseguir un buen puesto de trabajo. Sus compañeros les preguntaban con guasa para qué estudiaban, si iban a rellenar la página femenina de cualquier revista. O’Shea les repetía que ella iba a ser corresponsal de guerra. Nunca fue al frente, pero no andaba del todo desencaminada. Le tocó dar otras batallas.

Con la carrera recién terminada se incorporó de subdirectora al primer equipo de la revista Telva. El número uno lo publicó en octubre de 1963 SARPE, una empresa editora que también aglutinaba entonces otras cabeceras, como Mundo Cristiano, Actualidad Económica o Nuestro Tiempo. O’Shea ocupó ese cargo siete años, hasta que, en 1970, la nombraron directora. En ese puesto se desempeñó durante veintisiete años.

En esos andares iniciales, en Telva se habló de todo un poco: de moda —con un reportaje en el Parque del Oeste de Madrid—; de Pilar Careaga, la primera ingeniera de España —O’Shea la entrevistó en 1969, cuando fue nombrada alcaldesa de Bilbao—; de formación y empleo para la mujer; de libros, cine y cultura. Empezaron a publicarse coleccionables de costuras y las famosas recetas de cocina. Resultaron fundamentales para aportar variedad a la dieta de los españoles.

 

—Grandes personajes. Su trabajo le permitió entrevistar a  intelectuales de su tiempo. Aquí, con Delibes en 1970. | FOTO: Cedida por C. O'Seha

 

Hacer una revista femenina no admitía frivolidad. Telva fue novedosa en su forma y en sus contenidos porque, desde el primer número, se habló de la mujer, de sus derechos y de igualdad. También se insistió en la importancia de la formación. El principal objetivo de la cabecera que dirigía Covadonga O’Shea era que las mujeres accediesen al mercado laboral sin perder su esencia. 

Lo cuenta en sus memorias recién salidas de imprenta, con un título que siempre ha tenido claro: Volvería a vivir. Incluso en los días nublados (La Esfera de los Libros). Habla con optimismo y sin eslóganes facilones de ese esfuerzo para que se reconociera a la mujer el lugar que le corresponde. También habla de muchos de los personajes interesantes que conoció gracias a su trabajo. Desde Margaret Thatcher a Golda Meir; de Valentino a Giorgio Armani; Jérôme Lejeune, Eduardo Chillida, Antonio Bienvenida o Miguel Delibes.

En 1982, junto con Carmina Pouso y Nieves Fontana, constituyó una sociedad, Ediciones Cónica, que compró la revista con la intención de mantener su espíritu. El nombre encierra el de estas tres mujeres. Se trasladaron al número 1 de la calle Recoletos de Madrid, donde sus antiguos compañeros de facultad Juan Pablo Pérez Villanueva [Com 63], Luis Infante [Com 81], Juan Kindelán [Com 63] y José María García Hoz [Com 63] tenían sus respectivas redacciones y equipos y donde nacería más tarde el Grupo Recoletos. Un edificio que es un apasionante capítulo del periodismo español.

 

ISEM, UNA META ALTA

Cuando dejó la revista, en 1997, Covadonga O’Shea habló con el rector de la Universidad de la Coruña, José Luis Meilán, para poner en marcha un máster en moda. Y a continuación cogió los bártulos y se fue a un pueblo marítimo de los alrededores de Boston unos meses para cambiar de aires y hacer un curso en una universidad de verano. Sonríe al rememorar aquellos días. La mayoría de sus compañeros de clase eran madres y padres jóvenes y felices que tenían que sacar  sus familias adelante. Vestían shorts o traje de baño porque venían de la playa. «Lady, lady!», le decían cuando se enteraron de que era europea y había dirigido una revista de moda. Y le preguntaban todo tipo de cosas.

 

—ISEM. O’Shea y el rector Ángel J. Gómez Montoro firman un acuerdo de colaboración en 2007.  | FOTO: Archivo Universidad de Navarra

 

A su regreso a España, recibió una llamada de Meilán, que le anunció que ella  dirigiría aquel curso de moda. Sería los viernes y sábados, y O’Shea llevaría a sus amigos, creativos y empresarios de la moda a que impartieran las clases.

Muy pronto, la idea de que aquella docencia podía ampliar su recorrido empezó a tomar forma. Amancio Ortega, por ejemplo, le sugirió que se fuera a Madrid o Barcelona. Comenzaba el siglo XX y tenía claro que los profesionales del sector debían ser capaces de gestionar a la vez la creatividad y las áreas de negocio de las empresas de moda. «Queríamos lograr una relación fluida entre dos realidades: la poesía de la creación con la prosa de la empresa», recuerda O’Shea. Y así nació, en el año 2001, ISEM: el Instituto Superior de Empresa y Moda.

En esta aventura, O’Shea contó desde el primer momento con Blanca Moro, una ingeniera que se unió al equipo y terminó siendo directora general. Además, siempre le apoyaron los mejores del sector: José María Castellano, de Inditex; Juan Pedro Abeniacar, de LVMH Iberia; Enrique Loewe, de la Fundación Loewe; Marc Puig, de Puig; Amparo Moraleda, de IBM y luego de Airbus, y el periodista Jesús Mari Montes.

El objetivo era muy claro y nada fácil: ISEM debía ser el IESE de la moda. Por eso firmaron un acuerdo con la escuela de negocios para que los mejores profesores formaran también a los alumnos de ISEM. La aventura no solo fue académica. El primer local alquilado en la calle García de Paredes pronto se quedó pequeño. Después de recorrer Madrid durante cuatro años buscando un sitio adecuado, O’Shea lo encontró a la vuelta de la esquina, en la calle Zurbano, justo debajo de donde entonces ella tenía su estudio. El local se encontraba en pésimas condiciones y, gracias a las ideas y al trabajo del interiorista Juan Luis Líbano y del arquitecto Juanjo Ruiz del Pozo consiguieron la sede ultramoderna que habían soñado. Se trataba de un ambiente vanguardista, con paredes de cristal en los despachos y una gama de detalles sorprendentes, como un jardín vertical, con un dominio casi total del blanco y negro para las aulas, entremezclados con los tonos más audaces en despachos y bibliotecas. Pronto, los estudiantes del nuevo centro realizaban intercambios en el Institut Français de la Mode de París, el Bocconi de Milán y el Fashion Institute of Technology de Nueva York. También profesionales de esos centros empezaron a dar algunas sesiones en Madrid.

En 2011, después de doce años dirigiéndolo, Covadonga O’Shea sintió que los cimientos de ISEM ya estaban exactamente en su lugar y que su labor ahí había terminado. Entonces, generosa, puso el ISEM en manos de la Universidad de Navarra, a la que se incorporó como centro. Aquello acabó de consolidar una relación fraguada a fuego lento, ya que muchos profesores de distintas facultades y centros impartían docencia desde hacía algunos años en el Máster Ejecutivo en Gestión de Empresas de Moda. La directora en esta nueva etapa fue Teresa Sádaba. Covadonga O’Shea se convirtió así en la primera alumni en fundar y dirigir un centro de la Universidad.

 

 —Inmortalizada. Con el pintor Daniel Quintero, en 2019, en la inauguración de su retrato en el campus de Madrid. | FOTO: Archivo Universidad de Navarra

 

¿Y A DESCANSAR?

Después de ISEM no se fue a casa ni se dedicó a pasear. Con Blanca Moro puso en marcha O’Shea & Moro Fashion Business Consulting, una consultora para empresas del sector con la que ha vivido algunas aventuras. Como un viaje a Moscú para organizar unas jornadas de empresa y moda o la apertura de la tienda de Primark en la Gran Vía de Madrid. 

Luego llegó la pandemia y O’Shea empezó a recopilar recuerdos, entrevistas, anécdotas, viajes, personajes… Terminó con un portadocumentos de piel marrón repleto de papeles y notas y varios archivos digitales. Se puso manos a la obra para reunir todo aquello en una autobiografía que quiere transmitir optimismo y la cara buena de la vida y de las personas a quienes ha conocido. Lo negativo ya se ve demasiado.

El artista Daniel Quintero, que ha retratado a los reyes de España, a escritores, jueces, políticos y también a niños, la pintó reclinada en una silla de oficina, con vestido rojo y rebeca cruda; al fondo, una composición cubista. Sonríe un poco, a medias, como si empezara a hacerlo, y sujeta con la mano derecha una patilla de sus gafas mientras con la izquierda se agarra el antebrazo. Se le nota en el gesto que volvería a vivir aquellos años incipientes en Pamplona, esos otros, tantos, en Telva, la revista con la que las mujeres españolas pudieron abrirse al mundo, y luego aquella otra gran aventura, la del ISEM. Sí, volvería a vivirlos. Incluso en los días nublados. El retrato de Quintero cuelga desde el 16 de enero de 2019 en la sala de juntas del ISEM en el campus de Madrid. Aquel día hubo un acto de agradecimiento. Covadonga O’Shea insistió entonces en que su vida no había sido, como para Calderón, un sueño, sino algo más: una realidad. El entonces rector, Alfonso Sánchez-Tabernero, después de agradecerle su generosidad, le dio la bienvenida al «club de los fundadores» que pusieron su granito de arena para hacer la Universidad de Navarra. Junto a Ismael Sánchez Bella y todos los que vinieron detrás.

 

 

 

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Categorías: Educación, Arte, Sociedad, Alumni