Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Las «Confesiones», de Agustín de Hipona

Ilustración: Diego Fermín

Recomendado por María Guibert


¿Qué es la verdad? El eterno interrogante. ¿Dónde se encuentran las respuestas al mundo y a nosotros mismos? Tal vez estén ahí fuera, en alguna parte. O tal vez muy cerca, en el interior de cada persona, en la memoria y la vivencia. En el ocaso del mundo antiguo, Agustín de Hipona narra su historia desde la conciencia que tiene de sí mismo.

Trece libros escritos entre el año 397 y el 398. María Guibert [Fia 15 PhD 21], profesora de Filosofía, explica que no se trata de una autobiografía, sino de la confesión de la propia vida para manifestar la grandeza de una experiencia: el encuentro personal con la verdad y la belleza eternas. Y añade que el universitario que lo lea encontrará perlas según la lectura que realice: literaria, filosófica, teológica o espiritual. 

El mar en un hoyo de arena

«El hilo conductor de este clásico es la búsqueda incansable de la verdad. San Agustín hace un ejercicio de memoria en el que recuerda, desde su infancia hasta su conversión al cristianismo, los momentos más significativos de su vida en esa indagación existencial. En este relato, el autor —a veces filósofo, a veces psicólogo y, otras veces, teólogo— aprovecha esos acontecimientos para reflexionar sobre sí mismo, el ser humano y Dios».

Una mirada retrospectiva

«Uno de los momentos más brillantes y centrales de las Confesiones es el libro X. Por primera vez en la historia, el autor se detiene en la fascinante facultad de la memoria. Es decir, la narración de su propia vida es una ocasión para pensar sobre aquello que le permite narrarla. Descubre que, en lo más hondo e íntimo de sí mismo, pero, al mismo tiempo, trascendiéndolo, se encuentra esa verdad tan anhelada que es la belleza eterna. San Agustín tuvo la experiencia de haberla buscado en vano, ya que le esperaba en lo más profundo, en la memoria».

Una verdad que compromete

«Este libro es una invitación a la búsqueda y una respuesta al oráculo délfico, “Conócete a ti mismo”. San Agustín nos muestra que encontrar el sentido de nuestra vida no solo es un ejercicio intelectual, sino que implica todo nuestro ser. El paso de una visión filosófica —el maniqueísmo— a otra —el cristianismo— le condujo al descubrimiento de la verdad. Entonces disfrutó de su belleza y la abrazó: transitó de un estilo de vida a otro mejor».

¿La meta inalcanzable?

«Al leer la obra, uno puede caer en el error de considerar que san Agustín encontró respuestas en el cristianismo y que, al descansar en Dios su corazón inquieto, terminó por fin su búsqueda. Si bien es cierto que en el encuentro personal con Cristo su vida dio un giro, san Agustín buscó toda su vida y profundizó en su inagotable riqueza. De ahí que las Confesiones fueran para el autor una cantera de temas y problemas que desarrollaría en su prolífica obra posterior, en la que no faltaron retractaciones».

 

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Categorías: Literatura, Campus