Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Tantaka: historias de transformación

Texto: Lucía Martínez Alclade [Fia  21 Com 14]  y Josean Pérez Caro [Com 04]  

Desde hace ocho años el «Yo no tengo tiempo» no es excusa para embarcarse en un proyecto con aportación social. En el otoño de 2012 nació Tantaka. Lo hizo para recordarnos que sí, que tenemos tiempo «para cambiar las cosas». Que solo se necesita ese componente —y buena dosis de compromiso— para que una primera gota, por diminuta que sea, caiga. en el agua. «Gota a gota —tantaka en euskera— va creciendo el mar», dice el proverbio.


«Hay que ponerse las gafas para ver necesidades». Esta frase impregnada en el ADN de Sofía Collantes revela su mirada más solidaria. En 2012 puso los cimientos de Tantaka, el banco de tiempo solidario de la Universidad. Recogió el testigo de lo que se conocía como Universitarios por la Ayuda Social, que se fraguó en el curso 1990-91 por iniciativa de un puñado de estudiantes. Y hasta septiembre de 2020, Sofía ha sido la oftalmóloga de lo social en el campus. Les ha hecho ver a más de diez mil personas que, con muy poco, pueden facilitar la vida a los demás. «No todos sabemos hacer de todo, pero todos sabemos hacer algo que se nos da bien» es otra de sus frases franquicia. Cada cual puede poner a disposición del banco de tiempo sus  conocimientos de una materia concreta, un hobby, alguna habilidad inexplorada o simplemente compañía. Todo suma.

«Tantaka ayuda a la Universidad a mirar a su entorno para reconocer las necesidades de muchas personas —resalta Sofía—. A veces, la barrera que nos separa de los demás es nuestro propio desconocimiento. Ayuda quien conoce». Por eso, como ella dice, es importante que «las situaciones de necesidad no sean invisibles».

La labor solidaria nutre al campus de centenares de amigos. Los que trabajan en las 160 asociaciones con las que Tantaka mantiene vínculos de colaboración. «Nacimos para ayudar a los que ayudan y aprender de los que saben», afirma Sofía

Y ese nacer para ayudar lo corrobora el ranking de impacto de Times Higher Education (THE), en su última edición. Gracias a iniciativas como esta, la Universidad se ha posicionado entre las cien mejores entidades a escala global por su contribución a los Objetivos de Desarrollo Sostenible relacionados con la lucha contra el hambre y la pobreza.

Porque en Tantaka se trata de ayudar para transformar. Porque ser voluntario, como apunta Sofía, responde a «una manera de estar en el mundo». Y en Tantaka basta con dedicar una hora al mes para dar un giro radical y cambiar el rumbo —y la vida— de muchas personas. Lo saben bien los 1.436 voluntarios —entre profesores, empleados y alumnos— que, además de concebir su actividad ordinaria con clara orientación de servicio, el curso pasado formaron parte de este ecosistema solidario. Destinaron más de 21.400 horas a un proyecto donde el reloj nunca se detiene. 

Decía el escritor H. Jackson Brown Jr: «No digas que no tienes suficiente tiempo. Tienes exactamente el mismo número de horas que tuvieron Pasteur, Miguel Ángel, Helen Keller, Madre Teresa, Leonardo da Vinci, Thomas Jefferson y Albert Einstein». Y en Tantaka, donde el centro es la persona, una hora es mucho. La primera gota que cayó en aquel otoño de 2012 ha provocado no solo miles de ondas concéntricas, sino también olas de solidaridad de gran magnitud que han cambiado las cosas y, lo más sustancial, a las personas.

 

 

 

 

 

 

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