Dos veces cuento
Carta
Dominicano, como su madre, se educó en la república en que su padre nació, Puerto Rico. Militó ardientemente en el marxismo, desde 1943. Cada uno es cada uno. En México —donde vivió, también ardiente y joven, desde 1953 y cuya nacionalidad adoptó enseguida— amplió estudios. Fue corresponsal en Praga, Berlín, París y Varsovia. Enseñó en varias universidades: la francesa Toulouse, la mejicana Guanajuato, en el campus de Río Piedras puertorriqueño.
Quienes han estudiado su obra apuntan el influjo de Hemingway, Faulkner, Kafka y Sartre en sus textos narrativos. Novelas y cuentos, por supuesto. Pero él tiene lo suyo.
“La carta”, un temprano microrrelato publicado cuando nuestro autor —recalco lo de nuestro—, José Luis González (1926-1996), tenía veintidós años, en 1948, sorprende como sólo pueden sorprender y herir las letras mal puestas y las palabras mal dadas. Como un dedo torpemente colocado en la tecla de un gatillo, por ejemplo. En sitios poco corrientes. Y dolientes.
Perdonen la excusa de este doble final: siempre que leo este cuento me acuerdo de Samuel del Pozo, que en los años de estertores del siglo xx cambió la enseñanza en EGB y en BUP por un puesto en una notaría isleña. La primera carta que me escribió empezaba más o menos así: “Veo una falta de ortografía bailando en algún sitio y siento una nostalgia que no te puedes imaginar”.
Desde hace años tenía reservado este microrrelato, tan conmovedor, de autor homónimo, para la despedida de esta sección estrenada en el curso 1990-91. Hago un guiño a quienes me atribuían la página entera y suponían que el cuento también lo escribía yo. Confío en que quien despioje erratas de esta revista no acabe volviéndose loco con minucias y rarezas de los josés, los luises y los joseluises. Desde luego, no parece cuerdo dedicarse a cambiar de sitio los muebles cuando la casa está en llamas.
LA CARTA
San Juan, puerto Rico
8 de marso de 1947
Qerida bieja:
Como yo le desia antes de venirme, aqui las cosas me van vién. Desde que llegé enseguida incontré trabajo. Me pagan 8 pesos la semana y con eso bivo como don Pepe el alministradol de la central allá.
La ropa aqella que quedé de mandale, no la he podido compral pues quiero buscarla en una de las tiendas mejores. Digale a Petra que cuando valla por casa le boy a llevar un regalito al nene de ella.
Boy a ver si me saco un retrato un dia de estos para mandálselo a uste.
El otro dia vi a Felo el ijo de la comai María. El está travajando pero gana menos que yo.
Bueno recueldese de escrivirme y contarme todo lo que pasa por alla.
Su ijo que la qiere y le pide la bendision.
Juan
Después de firmar, dobló cuidadosamente el papel ajado y lleno de borrones y se lo guardó en el bolsillo de la camisa. Caminó hasta la estación de correos más próxima, y al llegar se echó la gorra raída sobre la frente y se acuclilló en el umbral de una de las puertas. Dobló la mano izquierda, fingiéndose manco, y extendió la derecha con la palma hacia arriba.
Cuando reunió los cuatro centavos necesarios, compró el sobre y el sello y despachó la carta.
José Luis González
El hombre en la calle (1948)