Dos veces cuento
Dos veces cuento
Esa genérica tía sin nombre a quien acabamos por ver salir, silenciosa, del baño de su casa, guardándose, bajo la manga de la rebeca, el pañuelo todavía con restos de su esposo, encarna una manera de amor y de identificación que se resiste a desaparecer del semblante de este mundo.
La autora de “La herida” se llama Patricia Nasello. Nació en Córdoba (Argentina). Su hasta ahora único libro, El manuscrito, se publicó en 2001. Edita varios blogs —“Esta que ves”, “Manos para la Cultura”, “Septiembre”— y es columnista de varios medios. Coordina talleres de creación literaria.
A mí esas líneas suyas de “La herida”, bien conducidas, me impresionaron por la penetración imaginativa de su autora: recapacite sobre qué sale por esa boca muda y admita si a cualquiera se le hubiera ocurrido ese proceso. Me impresionó su piadosa hondura: únicamente la esposa, “pobre”, según asegura la voz que cuenta, alarga ese dolor igual, nadie sufre como ella ni tanto como ella. Me impresionó el ritmo: las palabras conforman acontecimientos, hechos anteriores y otros pendientes; fíjese en la alusión al usurero asesino, que indica las angustias económicas que el tío habrá sobrellevado, hay que captar su casi desesperada inclinación al juego y al azar, el lamento del padre de la viuda pronosticando que han disminuido los pesares de su hija… O piense de quién será exactamente esa sangre de las últimas líneas. Me impresiona la perspectiva testimonial de quien narra la historia, con su cercano parentesco con los dos protagonistas principales… Me impresiona que la narración sorprenda y que admita a la vez varias relecturas. Y la inteligencia del título: “La herida” parece, sobre todo, “La mujer herida”, más que la cuchillada mortal de la línea del principio, y el disimulo constante de esa esposa. Me impresiona aún la red de personajes que se apuntan, además de la idea de amor, ya digo, que transmiten esos párrafos...
No es solamente un microrrelato logrado de verdad: es un árbol, con raíces (llegan a otro barrio), con ramas que se alargarán mientras alguien vuelva a leerlo.
La Herida
Cuando el tío amaneció acuchillado en el callejón del otro barrio, nadie se sorprendió.
—Algún usurero se habrá cansado de esperarlo —decían.
—Por fin mi hija va a levantar cabeza —replicaba el abuelo.
La tía, pobre, se quedó con la cabeza gacha porque, en cuanto volvimos del entierro, comenzó a vomitar apuestas, billetes de lotería, barajas, dados. El abuelo se asustó.
—En cuanto se saque toda esa porquería de encima, estará bien —lo tranquilizaron.
Se equivocaban, porque después, entre arcadas cada vez más dolorosas, despedía besos, cartas de amor,
jazmines. Se puso muy flaquita. Y débil: apenas se le escuchaba la voz.
Ahora ya no habla, y la última vez que fui al baño salía ella tapándose la boca con un pañuelo. Lo escondió dentro del puño. Quiso disimular pero yo lo había visto: estaba lleno de sangre.
Patricia Nasello
La esfera cultural, 23 de marzo de 2012
programalaesfera.blogspot.com.ar/2012/03/la-herida.html