Cátedra Abierta
El mundo está cambiando a una velocidad sorprendente y pone en jaque los paradigmas sociales, educativos, relacionales y laborales. Para entender estos confusos vaivenes debemos mirar a sus protagonistas de una manera radicalmente distinta. Debemos cruzar el umbral de las apariencias para comprender a las dos últimas letras del abecedario, como se conocen a las generaciones Y (millennials) y Z (GenZ en adelante).
¿Qué les interesa? ¿Cuáles son sus prioridades? ¿Cómo ven su futuro y de qué habilidades disponen? ¿Cómo se comunican con su entorno? ¿En qué fundamentan sus valores? ¿Por qué este salto no es comparable con los anteriores? ¿Están las aulas, las empresas y la sociedad preparadas para recibirlos?
Los miembros de la GenZ tenían seis meses cuando ocurrió el atentado terrorista contra las Torres Gemelas en Nueva York, trece años cuando explotó la crisis económica mundial y prácticamente crecieron con un presidente de Estados Unidos de origen afroamericano. No conocen el teléfono fijo, pasan más de cuatro horas conectados a las redes sociales, utilizan cinco pantallas a la vez, acceden de manera ilimitada a la información en tiempo real, tienen una bajísima capacidad de atención y sus relaciones personales, más superficiales, transcurren en el ciberespacio.
Nacidos entre los años 1994 y 2009, estos jóvenes tienen contra las cuerdas al sistema. Vienen a ser el homo digitalis, o la última especie en la teoría evolutiva. Pisan fuerte, cada vez más, no cabe duda, y van dejando huellas muy interesantes, dignas de análisis minucioso.
Son dinámicos, emprendedores, autónomos, precoces. Han hecho de las startups su principal herramienta de cambio y conversión social. Así reclaman, nos reclaman, su lugar en el mundo, y revolucionan el presente y el futuro, educativo y laboral.
El 73 por ciento de los GenZ de entre ocho y once años utiliza YouTube. De hecho, el 33 por ciento hace sus deberes online. El 79 por ciento de los Z de entre doce y quince años utiliza un smartphone y más del 70 por ciento de los que tienen entre 16 y 19 años emplea Instagram.
Es una generación que está en evolución. Una generación movilizada, que quiere cambiar el mundo. Aspiran a ser verdaderos agentes de cambio. El 26 por ciento se compromete con algún voluntariado y el 76 por ciento está preocupado por el daño del ser humano en el planeta. Un dato relevante, al menos para mí, es que el 60 por ciento aspira a un empleo que impacte positivamente en la sociedad.
Estas tendencias, que representan el 26 por ciento de la población mundial, son claras y profundas. Si alguien piensa que esto no es una revolución, que por favor me lo explique. Solo si les entendemos y si nos sumamos a la ola del cambio con compromiso, responsabilidad y valentía, aceptando los retos que se nos presenten, con buen sentido, con generosidad, integridad y confianza, lograremos que esta mutación generacional se resuelva favorablemente. Les comprenderemos si conseguimos mirarles y convencerles desde la inspiración y no desde la obligación, desde el afecto y no desde la imposición, en especial desde el ejemplo. El 72 por ciento de los Z no piensa recibir órdenes de un superior, nunca. Están dispuestos a emprender y ser sus propios jefes. La GenZ ha dado por muerto el concepto trabajo fijo.
Como todo está cambiando y no se sabe si lo que se enseña y se aprende ahora servirá para el futuro, la clave, a mi parecer, consiste en reforzar la formación en competencias y virtudes para alimentar el pensamiento crítico y los valores fundamentales, y así ofrecer perspectiva amplia y visión integral a la persona, que ayude a construir un mundo más justo, más humano.
Desde mi punto de vista, la llegada de la GenZ al mercado laboral debería impulsar a las empresas a adaptarse a este nuevo escenario —por supuesto asumirlo y respetarlo—, a desarrollar un grado de flexibilidad mayor en sus dinámicas y, sobre todo, a incorporar la tecnología de forma urgente y definitiva. Sin medias tintas y con visión estratégica. La compañía que no se amolde al cambio tendrá, creo, serios problemas de convivencia con estos jóvenes profesionales que nos han puesto sobre la mesa una nueva forma de ver el mundo e interactuar con él.
Roberto Cabezas [MGEC 2019] es director de Career Services de la Universidad de Navarra.