Firma invitada
Setecientos es un número redondo, de esos que en los medios nos gusta llevar a titulares. Desde la redacción de Nuestro Tiempo se me sugirió que dedicara esta columna a otro número redondo como es el setenta aniversario del establecimiento del Estado de Israel, pero coincide que escribo estas líneas con The Tree of Gernika. A Field Study of Modern War recién llegado a mis manos en Jerusalén, el libro de George Steer que «se encuentra entre los diez más importantes sobre la Guerra Civil española», según el historiador Paul Preston. Se cumplen ochenta años de su aparición. Otra cifra redonda para los que nos dedicamos al periodismo de conflictos (o eternos posconflictos, como el de Tierra Santa).
Las crónicas del enviado especial de The Times sobre el bombardeo de Gernika del 26 de abril de 1937, que publicó también The New York Times, revelaron al mundo una estrategia militar que consistía en castigar a la población civil para desmoralizar al enemigo. Una táctica que repite quien tiene capacidad de hacerlo en cada conflicto, como he vivido en primera persona en las tres últimas ofensivas de Israel contra Gaza en las que el Estado judío ha matado a más de dos mil quinientos palestinos, la mayoría civiles, según la ONU.
Steer contó la guerra desde el lado del más débil militarmente. Sus críticas al franquismo hicieron que Alemania expulsara al corresponsal de su periódico en Berlín, pero también criticó la candidez de las autoridades vascas y sus enormes lagunas militares, por lo que pensó que su libro no llegaría nunca a las librerías del País Vasco. Llegó hace mucho tiempo y ahora, con ochenta años de retraso, se podrá leer también su traducción al euskera, esa lengua «tan rugosa y vieja y, sin embargo, tan verde como su roble», según sus propias palabras.
El periodista británico reveló al mundo el desastre de Gernika, que de otra forma podía haber quedado en el olvido bajo la propaganda partidista, como ocurrió con otros bombardeos en la guerra, inspiró a Picasso para que inmortalizara el horror sufrido por la villa vasca en un lienzo y consiguió movilizar a las autoridades británicas para que evacuaran por vía marítima a miles de niños vascos. Sus artículos son ensayos sobre la guerra moderna, sin descuidar detalles, nombres y fechas. Yo escribo cada día de guerras que se libran a miles de kilómetros del lugar donde nací y doy gracias a Dios por ello. El horror del que soy testigo en Mosul, Raqqa, Gaza o Trípoli lo vivió Steer en primera persona en Bilbao, Eibar o Tolosa y eso me impresiona. Pensamos que a nosotros no nos puede tocar. Es un error. Nos puede pasar.
Envidio la capacidad que tuvo Steer de influir en la guerra de propaganda, una cara inherente a todo conflicto, y lo imagino en medio de esta lucha de bar en la que las redes sociales han convertido a conflictos como el de israelíes y palestinos. Más que de un simple bar, deberíamos hablar de un after, esos lugares donde siempre es de noche y las lenguas resbalan por los excesos. Después de pasar más de doce años de guerra en guerra uno se desmoraliza ante el desconocimiento general y los tópicos que rodean al conflicto sobre el que más se ha escrito, grabado y contado. Desde 1948 se ha explicado en todos los formatos, ángulos e idiomas posibles y, sin embargo, sigue siendo imprescindible viajar a Tierra Santa para darse mínimamente cuenta de lo que ocurre. ¿Qué hemos hecho mal hasta ahora todos los periodistas que hemos pasado por aquí?
A pocos metros de mi casa está la tumba de Jesús en el Santo Sepulcro y cada día, al sentarme en mi despacho, siento que lo hago en la tumba del periodismo. Voces como las de Steer me dan fuerza para seguir, aunque prefiero pensar que es un relato de un pasado lejano y cerrado. Espero que, dentro de ochenta años, si algún alumno de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra indaga en el archivo en busca del número 700 de esta revista, relea estas líneas y todo este lío que tienen montado israelíes y palestinos le suene tan lejano en el tiempo como a nosotros lo ocurrido en Gernika. Por desgracia, en ese 2098 habrá nuevos frentes abiertos y la guerra seguirá siendo en esencia la misma porquería que contaba Steer o cuenta Ayestaran.
Mikel Ayestaran [Com 97], corresponsal en Jerusalén.
@mikelayestaran