Firma invitada
En el modelo económico actual existe un excesivo enfoque a corto plazo. Prevalecen preguntas como «¿Cuántos beneficios publicamos el próximo trimestre y qué mensaje y expectativas enviamos a los inversores ?» o «¿Cómo minimizar las sanciones y el impacto reputacional si nos han descubierto malas prácticas?» en detrimento de cuestiones como «¿Es nuestro modelo de negocio actual sostenible?», «¿Estamos preparados para las necesidades de nuestros clientes a medio y largo plazo?» o «¿Cómo contribuimos a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU?». En este contexto, las inversiones pueden ser un instrumento que supere esa lógica cortoplacista.
Todos —expertos o no en economía— somos cada vez más conscientes de la existencia de factores extrafinancieros que afectan al presente y al futuro de las empresas y a su impacto en la sociedad. Estos factores son, por ejemplo, aquellos relacionados con asuntos ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ASG). Tenerlos en cuenta a la hora de invertir, además de los elementos financieros tradicionales, es lo que se conoce como Inversión Socialmente Responsable (ISR). Si, además, se busca una intención de impacto positivo medible en la sociedad y en el medio ambiente, se le llama Inversión de Impacto (Social Responsible Impact Investing o SRI).
Los inversores estamos legitimados para destinar nuestros ahorros a compañías que nos ofrezcan una rentabilidad ajustada al riesgo que queremos asumir y, además, que no se dediquen a negocios contrarios a nuestros principios, como, por ejemplo, la fabricación de armas químicas, las minas antipersona, las bombas de racimo, el entretenimiento inadecuado de adultos, el tabaco, el alcohol, los organismos modificados genéticamente, etcétera. Esta lista de negocios excluidos por ir en contra de determinados valores es la más habitual, y la empresa Morgan Stanley Capital International la toma como referencia en la elaboración de sus índices SRI.
Otro ejemplo de esta orientación de la inversión es que algunas entidades seleccionan valores excluyendo de un índice bursátil los opuestos a la doctrina social de la Iglesia católica o aquellos que no siguen las directrices de inversión socialmente responsable de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos.
Una vez descartadas las compañías en las que no dejar su dinero, el inversor puede ir más allá y seleccionar aquellas que tengan las mejores calificaciones en su sector en aspectos ambientales, sociales y de gobierno corporativo y que además cumplan con estándares internacionales, como los recogidos por la ONU: los de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre los derechos de los trabajadores; los Principios de Gobierno Corporativo, de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), etcétera.
Existen agencias de ratings [evaluaciones] de Sostenibilidad y ratings ESG (Environmental, Social and Governance) que hacen esta selección y valoración otorgando unas calificaciones según sus metodologías propias. De esa manera, el inversor puede elegir vehículos de inversión que implícitamente tengan ya hecha la exclusión y selección de empresas con dichos ratings.
Por último, podemos seleccionar inversiones con alguna medida del impacto social, como por ejemplo en España —los bonos sociales del Instituto de Crédito Oficial (ICO)— o en el Reino Unido —bono social para mejorar la inclusión social de expresos—, o del impacto medioambiental —bonos verdes—.
Nuestras inversiones, además de beneficiar a nuestro bolsillo y a nuestro corazón, pueden generar un impacto social y medioambiental positivo medible que contribuya al bien común en forma de más empleo, inclusión social y financiera, acceso a agua potable, por una parte, y menor malnutrición infantil, contaminación, corrupción o evasión fiscal, por otra. Una muestra de la concienciación de la necesidad del cambio de modelo son el Acuerdo de París (2015) y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, así como los esfuerzos que se están poniendo por cumplirlos. Nuestras inversiones pueden convertirse en un motor para el cambio desde el modelo económico actual hacia otro en el que la persona sea el centro y se respete la casa común.
Luis Hernández Guijarro [Eco 99 PDD IESE 16], gestor de Fondos de Esfera Capital Gestión SGIIC.