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Una huelga de escritores y la tentación de la melancolía
Los guionistas estadounidenses andan en huelga. Han levantado el lápiz. Ni una línea más. Y van muy, muy en serio. Desde nuestro cómodo salón puede que ni nos hayamos enterado, puesto que aún podemos ver series y películas por encima de nuestras posibilidades: ya saben, necesitaríamos una vida adulta para poder consumir todo lo que hay ahora mismo disponible en las plataformas de streaming más populares.
Como si fuera una secuela, resulta que esta huelga de mayo de 2023 podemos compararla con la de hace quince años. Entonces hubo series punteras que acortaron sus temporadas (Lost, 30 Rock) giros inexplicables en los relatos (Friday Night Lights) e, incluso, bromas autorreferenciales que explicaban los meses de ausencia (Boston Legal). El mundo audiovisual ha cambiado drásticamente desde entonces, algo que precisamente explica las reivindicaciones de los guionistas: desde el descenso de su salario tanto por la inflación como por la burbuja seriéfila hasta las posibles amenazas de la inteligencia artificial, pasando por la precariedad temporal de las salas de guionistas en estos tiempos de rapidez y sobreabundancia.
La diferencia con la protesta de 2007-08 es que, salvo en programas muy pegados al día a día como los late-night o ficciones del abierto estadounidense como la longeva NCIS o la premiada Abbott Elementary, el impacto del parón no va a resultar inmediato. Por eso decíamos que tardaremos los espectadores en darnos cuenta de sus efectos. Más allá del ingente archivo disponible a un clic, seguiremos descubriendo estrenos cada semana, hasta verano, porque la estructura ha cambiado tanto que el streaming trabaja con temporadas ya terminadas. Lejos queda el miedo de que nuestra serie favorita nos deje tirados en el quinto capítulo tras un cliffhanger de aúpa; al menos ahora se cierra siempre el arco narrativo de una temporada.
Hay otro elemento crucial que hace que la pelea de la Writers Guild of America (el Sindicato de Guionistas) lo tenga mucho más complicado esta vez: las plataformas pueden acudir cada vez más a otros mercados donde engendrar éxitos globales, como el español (La casa de papel como paradigma), el coreano (El juego del calamar), el alemán (Dark) o el israelí (Fauda), por citar un manojo de ejemplos por todos conocidos. Sí, no hay duda de que el showtime estadounidense es aún, con mucha diferencia, el máximo dominador de la tele y el cine. Pero, como evidencia esta huelga de guionistas (apoyada por numerosas celebridades de la pantalla), los tiempos están cambiando y ni siquiera el futuro es ya lo que era. Dentro de unos meses, pues, podremos calibrar si esta batalla emprendida por los creadores de sueños ha supuesto un cambio… o ha sido un último intento por combatir la melancolía.