De tejas arriba
La psicóloga estadounidense Jean Twenge denominó iGen a la generación posterior a los millennials, los nacidos entre 1992 y 2002, en un libro publicado en 2017. «Los primeros en crecer con internet en sus bolsillos», afirma. Otros los llaman snowflakes: personas con grandes capacidades y muy sensibles, prontas a sentirse heridas en su delicadeza, frágiles como copos de nieve. Según Twenge y los autores de La mimada mente americana (2018), Greg Lukianoff y Jonathan Haidt, las condiciones familiares y sociales en que han crecido estos jóvenes han llevado a una pauta educativa nociva para ellos: la sobreprotección.
Cuando llegan a la universidad, la experiencia de numerosos docentes muestra que muchos se ofenden ante una opinión que no les gusta. Suelen confundir la confrontación intelectual con la agresión. No obstante, ¿hay algo que resulte más natural, humano y necesario en la vida académica que debatir ideas?
The Economist refleja esta tendencia en un artículo reciente: «Los radicales presentes en los campus afirman que las palabras son, en sí mismas, una forma de violencia y [...] que la primera tarea de una universidad sería proteger a sus profesores y alumnos de ese tipo de encuentro». Esto no deja de llamar la atención, como también sorprende que los sindicatos de algunos centros de EE. UU. exijan espacios seguros donde nadie pueda cuestionar las ideas políticamente correctas, e incluso reclaman que se desinvite a un conferenciante sin ni siquiera oírle.
Por la superficialidad de su educación en varios aspectos, estos jóvenes, que han respirado aires contaminados por la ideología de género, tienden a creer que todo fue siempre como ellos lo ven ahora: siempre hubo botellón, el descreimiento religioso fue siempre masivo y el consumismo materialista siempre existió. Algunas prácticas antinaturales que la humanidad ha considerado inaceptables a ellos les parecen normales y asumibles. Un ejemplo que considero iluminador: solo han conocido tiempos en los que el aborto era legal, aunque la ciencia haya dejado más claro que nunca que el embrión es un ser humano y que esta práctica lesiona la salud psíquica de la mujer.
La generación snowflake adolece también de gregarismo, «la cualidad del que sigue ciegamente a otros». La persona sin criterio propio pierde su libertad: queda abocada a convertirse prematuramente en un conformista con amplias tragaderas. La fuerza para discrepar y el romanticismo del joven desaparecen. Con demasiada frecuencia nos encontramos con adolescentes tardíos por su dependencia, pero envejecidos antes de tiempo por su apatía y pasividad.
Según Jean Twenge, que dirigió una encuesta consultada a once millones de jóvenes estadounidenses, la hiperconectividad actúa como catalizador que potencia las virtudes y las limitaciones de los iGen: son más tolerantes pero menos rebeldes; más comprometidos con sus causas y con el entorno pero menos independientes. En conjunto, son menos felices y se encuentran poco preparados para la edad madura. Quizá por esa razón están más expuestos a precipicios contemporáneos como el suicidio, cuyas tasas crecen sin parar —es la primera causa de muerte en esas edades—, las adicciones o las enfermedades mentales.
Como propone Nassim Nicholas Taleb, la solución a una buena parte de los problemas mencionados puede venir de la antifragilidad. A diferencia del resistente, que no se doblega ante la adversidad, el antifrágil va más allá y se robustece con las dificultades.
Una metáfora que suelo mostrar a mis alumnos es un salmón nadando río arriba. Crea músculo a base de vencer la corriente. Es antifrágil. Hacen falta jóvenes con fuerte personalidad que sepan convertirse en modelo para otros y naden hacia arriba como los salmones. Por ceñirme a la extensión de esta tribuna, subrayaría sintéticamente que esto se logrará con un conocimiento profundo de cada persona y una educación íntegra y exigente que sepa encauzar la libertad individual. Todo un reto para las familias y, en el ámbito lectivo, para los profesores y alumnos.
Miguel Ángel Martínez-González es catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública.