Guion: Sam Mendes, Krysty Wilson-Cairns. Dirección: Sam Mendes Reino Unido, 2019.
La gran favorita se quedó a las puertas del Óscar. Y era la gran favorita porque Sam Mendes consigue en 1917 transformar una pequeña anécdota que le contó su abuelo en una película enorme. En la Primera Guerra Mundial, dos jóvenes soldados británicos tienen que atravesar la trinchera para transmitir un mensaje. Este recorrido en pleno frente le sirve a Mendes para hablar de la guerra, que es hablar de la muerte violenta, del infierno en la tierra.
Es cierto que lo que cuenta 1917 resulta excesivamente simple. No hay subtramas, ni apenas arco de personaje. Quizás porque la guerra es un referente narrativo lo suficientemente potente para no desenterrar otras historias. Por eso, lo que llama la atención no es el relato sino cómo se narra. Con un larguísimo y falso plano secuencia que solo tiene un objetivo: que el espectador se pegue a los personajes, que recorra con ellos el frente, que sienta el miedo en el estómago y la metralla en la boca.
En esta intensa road movieMendes no deja respirar ni deja de sorprender. Los sucesivos clímax —en una película de por sí climática— hacen que el metraje apenas pese. La fotografía, ganadora de un merecidísimo Óscar, es maravillosa. Y la humanidad que se cuela por las rendijas del horror, en forma de amistad, de compañerismo, de heroísmo, de generosidad, permite que el espectador salga de la pesadilla fortalecido moralmente, que es lo que tienen las buenas películas bélicas.