Joker ha sido la película del 2019: además de su victoria en el Festival de Venecia, sigue conquistando taquillas y polarizando debates.
Por si alguien todavía no lo sabe, Joker es la historia de un villano, un supervillano, el archienemigo de Batman. La película nos cuenta el origen del payaso asesino y lo que esconde su espantosa mueca: dolor, rabia, frustración y una insoportable soledad. Nada de esto indulta la malicia de Joker, pero ayuda a entender su conflicto y a preguntarse si una sociedad deshumanizada no es precisamente el caldo de cultivo de esta rabia. Algunos han visto en la cinta un discurso populista; sin embargo, la lectura de Joker más que política es antropológica. Antes que la sociedad, está el individuo y antes que el Estado, la familia. Si se cuida al individuo, a todos, empezando por los más débiles, y a la familia, empezando por las más necesitadas, es más fácil que las comunidades y el Estado funcionen.
La película, rodada con un montaje de impacto —asfixiante en algunos momentos—, y acompañada de una música muy expresiva, es un recital interpretativo de Joaquin Phoenix, que perdió 23 kilos para encarnar al villano. El personaje que construye, loco y desequilibrado, consigue hipnotizar al espectador.