Guion: Tony Kushner | Dirección: Steven Spielberg | EE.UU., 2021.
Desde hace décadas StevenSpielberg quería dirigir un musical. Y no cualquiera. Puestos a elegir, quería rodar West Side Story. La primera versión es una mítica película que acaba de cumplir sesenta años, ganó entonces la friolera de diez Óscar y es, hoy en día, uno de los musicales más elogiados por la crítica y más tarareados por el público.
El reto era arriesgado, pero Spielberg ha conseguido consolidar aún más su carrera con una película formidable. El principal mérito del padre de E. T. ha sido ser muy fiel a la historia —que no es otra que la de Romeo y Julieta de Shakespeare— y al musical originario —las canciones no se han tocado prácticamente—, adoptar los aciertos de Berstein —hay escenas calcadas al milímetro— e innovar donde podía y sabía.
De esta manera, la película ha ganado profundidad al abordar algunos conflictos raciales que estaban en la original pero que, al empezar esta tercera década del siglo XXI, resuenan con potencia. También ha ganado la puesta en escena, que resulta espectacular. Spielberg ha sacado a la calle algunas de las coreografías más conocidas o las ha cambiado de escenario, ha utilizado infinidad de extras, más luz, más color y ha dejado que los movimientos de la cámara terminaran de enriquecer unos números musicales ya de por sí maravillosos.
Sin duda, es la película del año. Por lo que supone de producción mimada al detalle, por ser un ejemplo bellísimo de amor al cine clásico y porque su historia nos recuerda que las barreras del odio entre razas, pueblos o etnias no se resuelven por los tratados ni consensos sino por el amor individual a las personas.