Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

El crítico, un guía en la selva de las plataformas

Texto: Ana Sánchez de la Nieta

Los cambios en la distribución de las películas han influido en los críticos. Se juzga ahora una materia mucho mayor y su papel como «descubridores» de buen cine quizás más necesario.


Voy a hacer una defensa a ultranza de la labor con la que me gano la vida: la crítica cinematográfica. Es una reflexión un tanto interesada, pero también muy actual. Se ha escrito mucho —y es poco— sobre las secuelas del covid-19 en la industria cultural, especialmente en el cine, pero no tanto sobre el impacto de estos cambios en los que nos dedicamos a la crítica cinematográfica. Como decíamos hace unos meses, durante el año 2020 gran parte de la cultura se desplazó de los escenarios, las salas de cine o los museos a las pantallas. Este movimiento hacia las plataformas ha salvado a muchas películas, que han podido estrenarse, pero también ha rematado a algunas pequeñas distribuidoras porque el nuevo margen de ganancia no les permitía salir adelante.

Y si el cine se iba al streaming, los críticos también. Para quienes no estén familiarizados con su labor diremos que es un profesional envidiado en todo menos en el salario que, hasta ahora, vivía de analizar los aproximadamente siete o diez estrenos de los viernes, que había visto con anterioridad en festivales o en pases de prensa organizados por la veintena de distribuidoras que operan en España.

Todo esto estalló en el confinamiento. Las plataformas, ajenas a nuestra tarea hasta hace poco, estrenan de una manera absolutamente distinta a los mecanismos habituales del cine. De hecho, más que estrenar vuelcan sus contenidos o actualizan sus catálogos de una forma diferente. A Netflix, HBO o Amazon Prime les da igual colgar un título un viernes o un domingo: no tienen empacho en dar acceso a sus asociados a cinco películas el mismo día. E incluso —en una práctica que cuando comenzó la pandemia me parecía marciana y ahora empiezo a entender— no tienen ningún problema en estrenar una cinta rodada ¡hace quince años!

Para los que llevamos años en la profesión, este cambio resultaba al principio inquietante. ¿Cómo voy a hablar de un largometraje vietnamita del 2008 estrenado en Filmin? ¿Cómo voy a publicar un lanzamiento de HBO un lunes? Y, sobre todo, ¿cómo voy a cubrir una veintena de títulos cada semana? Sin embargo, para quienes entendemos —y creo que somos todos— la crítica como un servicio al espectador, es necesario hablar de la película vietnamita o de los veinte contenidos semanales porque al otro lado hay una persona dudando un lunes qué verá después de cenar.

Para seguir siendo útiles, tenemos que cambiar nuestros mecanismos de trabajo porque, en medio de esa proliferación de títulos donde se mezcla el talento con la morralla, es más necesaria que nunca la labor del crítico, de un profesional con muchas horas de cine que sea capaz de señalar al espectador dónde está lo mejor de cada plataforma.

Sus infinitos catálogos requieren un cribado. Y es una selección que, hasta ahora, no se ha  realizado, porque son muchos los títulos que se han incluido sin ninguna referencia crítica, la mayoría de las veces porque no se han estrenado antes en salas.

En estos últimos meses he visto cómo muchas productoras, para paliar la crisis, lanzaban en plataformas contenidos que nunca hubieran sido capaces de estrenar por su escasa calidad. Pero también nos hemos deleitado con algunos títulos memorables de Netflix —decidida a hacerse un hueco en la industria del cine—, como El juicio de los siete de Chicago, o de Disney+ —que está ensayando modelos de negocio—, como Soul, junto con otros productos distintos pero muy notables que tienen más difícil encaje en salas de cine, como documentales, cortometrajes o miniseries.

Al crítico le toca precisamente ahora explorar en esas plataformas para  separar el grano de la paja, cambiar su modo de visionar los productos, modificar sus tiempos de publicación e incluso, probablemente —ya lo estamos experimentando algunos— cambiar nuestros interlocutores. Eso sin dejar de cubrir el cine en pantalla grande, que siempre será el origen de la mayoría de los grandes títulos de las plataformas.

El trabajo es ingente porque se multiplican los contenidos y, también por culpa de los confinamientos y las restricciones a la movilidad, ha aumentado mucho el consumo audiovisual. Pero es un reto que conlleva una gran satisfacción: ser útiles a un espectador que quiere ser gourmet y no alimentarse de comida rápida, por más abundante y barata que sea.

 

 

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