Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Ethan Canin, treinta años narrando

Texto: Joseluís González [Filg 82], profesor y escritor @dosvecescuento

La crítica elogia la capacidad del estadounidense Canin para escribir sobre personajes en apariencia corrientes y la complejidad moral y emocional de sus vidas. Pero dentro hay aún bastante más.


Escribir, concentrar, «All week I had a hard time sleeping» —«Toda esa semana dormí mal»— en el tercer folio de un cuento de dieciocho páginas y que el lector ya se haga cargo de por qué circunstancias y motivos ese personaje —un jubilado, profesor de Biología (y Astronomía) de instituto— no concilia el sueño, y que tras esos primeros párrafos crea firmemente que lo conoce y lo comprende, es obra y mérito de un experto narrador. Pero Ethan Canin, el autor del relato «Emperor of the Air», tenía solo veintisiete años, cuarenta y dos menos que su protagonista, el hombre mayor que refiere el proceso de cómo un vecino molesto, agobiante, se empecina en talar el centenario olmo familiar, invadido por insectos. El escritor estudiaba por entonces tercero de Medicina en Harvard. 

Por primera vez en su vida, ese profesor jubilado no ha podido acompañar a su esposa —no tienen hijos— a una travesía montañera porque le ha dado un ataque cardíaco. Es decir: sabe que la muerte lo ataca a él. Que extiende sus ramas opacas. Además, se le apodera la certeza de que el olmo que lleva creciendo durante casi dos siglos en la misma casa de su apellido, un símbolo suyo y de su historia, está también doblemente amenazado de muerte. Por los invencibles parásitos y por la resistencia antagonista de su vecino, que quiere impedir que la plaga penetre en su jardín y en sus tres árboles jóvenes. La narración lleva clavado dentro el conflicto, el problema. El cuentista y su narrador han dispuesto las coordenadas y ropajes del escenario, los rasgos singulares de los personajes, el rastro del pasado, han conseguido enredar y apretar el nudo de la historia… De repente un recuerdo —un incendio que a punto estuvo de aniquilar edificios y vidas— sobreviene en el relato, y el lector se deja llevar. Con los nuevos sucesos que eslabonan la narración. Y llegará a un descubrimiento cargado de significado, que —por respeto a usted y al autor— mantengo oculto ahora. Ahí averiguará, comprenderá, el profesor sexagenario de qué vale querer a quienes vienen detrás de nosotros, por qué el amor perdura más que un bosque y las constelaciones. Por qué la esperanza.

Ojalá usted, cuando lea «El emperador del aire», no comparta plenamente esta interpretación y añada otra. 

Ethan Canin sigue siendo alto, fornido, amable, un tanto tímido a sus cincuenta y bastantes años, según destacan en las entrevistas. Ha publicado en tres décadas siete libros de ficción: cinco novelas y dos reuniones de cuentos. Su nombre figura en la lista de mejores escritores norteamericanos de los últimos tiempos. Conoció a su esposa, Barbara, en 1981, en la Universidad de Stanford. Tienen tres hijas. Y unas cuantas gallinas. Eso dicen su web y las revistas especializadas. Le encanta andar en bici.

Nació en 1960 en Ann Arbor (Michigan) pero creció en California. Hijo de un sabio violinista y de una profesora de Arte que trabajaba en un instituto, lector desenfrenado desde niño, Canin nunca tuvo la intención de ser escritor. En su primer año en Stanford estudió Ingeniería. Sin embargo, en segundo se matriculó en una asignatura optativa, Escritura Creativa de Cuentos, que impartía Michael Koch, el profesor que edita todavía hoy la revista literaria trianual Epoch publicada por la Cornell University. Por aquellas fechas Canin leyó una colección de narrativa breve de John Cheever, y su carrera de Ingeniería dejó de funcionar: aquellas historias le conmovieron tan ardien-
temente las entrañas, que le cambiaron la vida. Ahora sí quería ser escritor. Koch, uno de los primeros admiradores de su ficción, presentó un cuento de su alumno a una cabecera literaria. Se lo aceptaron. «La mayor emoción de mi vida», reconoció el propio Canin. Sabe que las últimas palabras de un cuento o de una novela no buscan que el lector se eche a pensar, sino que lo estremezcan. Eso: desarmar de lógica a quien ha leído la pieza y cargar de todo lo precedente de la historia.

Y aunque es novelista notable y de éxito, me permito ahora recomendar, porque sí, la lectura de su narrativa breve, tesoros en cofres pequeños. Los nueve cuentos de Emperor of the Air y las cuatro novelas cortas de The Palace Thief (1994). Sus temas calan en aspectos capitales del género humano: el matrimonio y sus descubrimientos, los vínculos entre padres e hijos, la fraternidad, el impacto de las relaciones familiares. El sitio del alma. Eso sí: léalos al menos dos veces. Una de ida y otra de vuelta. 


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Categorías: Literatura